Teto, entre ataques y deslindes

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Por Ángel Otero Calderón

Ahora sí, don Héctor Murguía Lardizábal se encuentra entre la espada y la pared.

El arranque de la campaña a la alcaldía de Juárez, a querer y no, suele tener un contenido de alta significación simbólica. Desde el primer momento se envía el mensaje inequívoco de lo que se quiere y lo que se busca evitar. Digamos que el candidato marca su territorio, define su estilo y apunta directo a la diana. Luego vienen los disparos…

O más propiamente dicho: es el momento de las definiciones y los deslindes.

Resulta lógico entonces que doña María Antonieta, la candidata del PAN, se haya decidido a comenzar su cruzada —el rescate de la presidencia municipal que su partido perdió en 2004 luego de cuatro administraciones consecutivas que terminaron hartando a los juarenses por las impericias y escándalos de los alcaldes panistas— con una andanada de ataques hacia el controvertido político juarense, mejor conocido como Teto.

No lo menciona por su nombre porque ni siquiera resulta necesario hacerlo. El desastre en las calles de la ciudad, los abusos incontenidos de la policía municipal, el derroche de la X de Sebastián, la desfachatez del costoso sistema de transporte semimasivo que ni siquiera se mueve, el desprecio hacia las mujeres… Todo ello tiene un rostro y un nombre en el imaginario colectivo.

A fin y al cabo, en su calidad de retadora, la abanderada de Acción Nacional que esconde por cierto las siglas y el logo de su partido y se presenta como virtual candidata ciudadana, sólo buscar aprovechar las notables debilidades de una administración municipal cuya herencia para Juárez, irónicamente, es una monumental tacha roja que se yergue imponente en la frontera binacional más grande del mundo.

Ciertamente, don Héctor no habrá de aparecer en las boletas electorales, pero su partido sí, que habrá de pagar algún costo por su osadía de nominar a un segundo mandato no consecutivo a Murguía Lardizábal, cuando desde su primera gestión quedó a deber a la comunidad juarense, y no poco.

Un porcentaje significativo de la sociedad juarense, en especial de la clase media y alta,  asocia a Teto con la corrupción, el dispendio y la frivolidad.  El abucheo con que la multitudinaria audiencia obsequió al alcalde de Juárez en la inauguración de la Equis habla muy claro de ello.

Murguía Lardizábal, en cambio, ha tenido y sigue teniendo un fuerte respaldo en las colonias populares, donde se le recibe efusivamente como si se tratase de una rutilante estrella de música grupera. Algún talento ha de tener, ya que ha sabido ganar una elección de senador, dos comicios municipales y ya se alista una vez más para buscar convertirse en gobernador.

Tres veces ha vencido sin problemas al PAN, por lo que constituye muy probablemente el principal activo de su partido en este desierto ayuno de izquierdas y, al mismo tiempo, representa al viejo PRI que se supone ya iba de salida desde el 1 de diciembre de 2012.

¿Otra profecía maya incumplida?

El caso es que Don Héctor atraviesa por un trance muy sensible para su colosal ego político.

Ya es tiempo de poner orden en Juárez, ha dicho María Antonieta, quien seguramente no dejará pasar la privilegiada oportunidad de montar una dura campaña sobre las espaldas de Teto. ¿Le alcanzará la abundante leña del árbol caído para encender el fuego de la victoria? Es posible, pero no probable. No al menos todavía…

Y es que don Enrique Serrano, el candidato del tricolor a quien en los grandes medios, y en los chicos cuantimás, ya se le presenta como el indisputado sucesor de Teto, ha salido más sagaz de lo que se vio en sus días de presidente del Congreso estatal.

Cierto, no se necesitaba de mucho cacumen para adivinar por donde iban a venir los tiros de María Antonieta, ante quien hizo un contraste en su primer espot, saliendo acompañado de su esposa y haciendo alarde del modelo de familia tradicional, cuando la panista, como se sabe, es mujer soltera.

Pero Serrano hubo de hacer un obvio deslinde de la figura del alcalde, como también es lógico y usual que ocurra si lo que se trata es de construir una candidatura exitosa. Aunque si le preguntas, como ha hecho El Diario esta mañana, si se deslinda o no de Teto y de su obra, por supuesto te va decir que no. ¡Nunca-mente!

En sus primeras declaraciones de prensa, Don Enrique, empero, hizo precisiones que si no son un deslinde se lo parece un montón.

1. Dijo que no se iba a vivir a El Paso, se queda en Juárez. Teto vive en El Paso.

2. Aseguró que las obras públicas serán asignadas a constructoras locales. El plan de movilidad urbana de Teto fue entregado a una misteriosa constructora de la Laguna o vaya a saber usted de dónde y de quién es.

3. Afirmó que no permitirá ningún tipo de violaciones a los derechos humanos por los agentes municipales. Para Teto los derechos humanos constituyen una suerte de estorbo en las tareas policiales, no exclusivamente.

4. Prometió que no hará cruzar ninguna arterial vial por sus propiedades, ya que carece de terrenos, sólo tiene su casa y su negocio. Teto quiso que el Camino Real cruzara por terrenos que se le atribuyen como suyos aunque estaban a nombre de su cuñado o algo así.

5. Serrano se comprometió a no construir obras sin otro propósito que el de colocar placas con su nombre. ¿Ya vieron la enorme placa de la espantosa equis que mandó hacer Teto sin preguntarle a nadie nada?

6. Por último, don Enrique empezó su primer acto a tiempo, duró cosa de 33 minutos y se lanzó un discurso breve. De Teto es harta sabido su proclividad al verbo generoso y cansino.

Serrano, con todo, jura que no se deslinda. Sea, pues.

Podrá alegarse que todo esto es pura mala leche de la prensa. Pero el buen Teto no puede quejarse de los medios de comunicación que en Ciudad Juárez lo tienen en muy alta estima, grado tal que ninguno sacó lo del monumental abucheo de la X.

Lo del deslinde, ahora, casi todos los dieron. ¿Otro deslinde?

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