Siempre mueren: en la frontera o el mar

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Miles de inmigrantes pobres mueren tratando de salir de sus infiernos. Tantas muertes de seres humanos que huyen de sus países por guerras y la miseria, se han convertido en moneda corriente. La humanidad debe dar una respuesta porque el capitalismo no la tiene. O peor aún, es la causa de esas tragedias.

Por Emilio Marín

Los muertos inmigrantes que buscan escapar de sus países agobiados por guerras y la espantosa miseria, vuelve a los medios de comunicación. Conmueve saber que centenares de personas se ahogaron en el Mediterráneo tratando de salir de una África empobrecida.

Y no se trata sólo de morir por asfixia en un mar que irónicamente se llamaba “mare nostrum”; “nuestro” quiere decir “europeo” y no de los africanos que componen su otro litoral. También son conmovedoras las historias de centroamericanos que fallecen por centenares cada año al emigrar a Estados Unidos. Las elites estadounidenses, con diferencias de matices entre republicanos y demócratas, convirtieron ese paso con México en una casi inexpugnable “línea Maginot”. También se conocen los infortunios de quienes buscan llegar al norte de Europa vía los Balcanes, Serbia, Bulgaria, etc, con más detenciones y deportaciones que buenos resultados.

Incluso aquellos que habían logrado poner un pie en destino europeo, no pueden estar seguros. Es que de pronto uno con presidente seudo-socialista, como Francia, los termina expulsando, como ocurrió con una escolar de origen gitano, que terminó echada a Kosovo.

Esta breve presentación permite sacar una primera conclusión. Los dramas de los inmigrantes no se reducen a una frontera ni a un determinado mar. Son globales y si se autorizaran límites esquemáticos para esbozarlo, habría que decir que cortan al planeta entre Norte y Sur. Una parte, desesperada por las paupérrimas condiciones de vida, e incluso el serio peligro de muerte por conflictos bélicos, y que habita algún país del Sur, decide, perdida por perdida, subir a precarias barcazas o encomendarse a mafias organizadas que por 1.200 euros dicen que la pondrán del otro lado de la frontera. Pero ese “sueño del pibe” termina en el fondo del mar, o muriendo de sed en el desierto de Arizona o preso en algún establecimiento policial hasta la inevitable deportación. O en una situación de esclavitud laboral o explotada por una red de trata. El final del viaje no es de sueño. Es pesadilla.

Lampedusa y Malta

Las por ahora “últimas” tragedias -ya habrá más noticias para futuros boletines- se produjeron el 3 y el 11 de octubre cerca de la isla de Lampedusa, próxima a Sicilia. Esa y también la cercana Malta son escenarios habituales de estas catástrofes humanitarias. En la primera fallecieron ahogados 359 personas y en la segunda otros 50, procedentes de Eritrea y Somalía, dos de los países más empobrecidos de África. Su aspiración de máxima era hacer pie en Italia.

En 1935 el fascista Benito Mussolini invadió Etiopía, para hincar sus dientes en alguna porción africana, repartida como pizza por ingleses, holandeses, franceses, belgas y alemanes. Ese saqueo europeo fue brutal y el continente rico en recursos naturales fue devastado. Hoy sus hijos se juegan la vida por escapar rumbo a Italia.

Según la ONU, en todo el Mediterráneo, no sólo alrededor de Italia, mueren 1.500 personas por año y tiene contabilizadas 20.000 víctimas de los últimos años. Quiere decir que no es una tendencia puntual o coyuntural sino sistémica y de largo plazo.

Además del vaciamiento de esos países, hay factores que aceleran más esos intentos de éxodos, arrojando más culpa sobre los países imperialistas. Por ejemplo, el barco que llevaba más de 500 inmigrantes y que se hundió el 3/10 había partido de Trípoli, capital de Libia. Esto demuestra que la guerra de agresión organizada por EE UU y la OTAN, y que concluyó con el asesinato de su líder Muammar Khadafy, convirtió a ese país en un lugar mucho peor que antes. En Benghazi mataron al representante diplomático de Washington. Y en Trípoli las mafias arman los viajes de los inmigrantes como un vergonzoso e inhumano negocio. Si esto hubiera ocurrido con Khadafy como presidente lo habrían esgrimido como causal de una invasión contra Libia…

Otro foco de promoción de viajes hacia la muerte es el conflicto en Siria, donde los grupos terroristas ponen bombas con plata y explosivos (y hasta armas tóxicas) provistas por EE UU y Europa. Miles de sirios emigran, vía el mar o bien desde la fronteriza Turquía, hacia Grecia o escalando por Bulgaria y Serbia, en la ruta de los Balcanes. Cada año son más los migrantes sirios. ¿De quién es la culpa? De la administración Obama y sus socios de la Unión Europea (UE) que quieren derrocar a toda costa al gobierno legítimo de Bashar al Assad.

La Europa cretina

Los 27 socios de la UE no son el paraíso que pueden imaginar parte de aquellos viajeros. Muchos saben que está en crisis desde 2008, con caída de niveles de bienestar, aumento del desempleo y otros aspectos negativos para sus ciudadanos y más para los inmigrantes. Al calor de la crisis han madurado partidos neonazis y xenófobos, en alza electoral en Grecia con “Amanecer Dorado”, en Francia con el Frente Nacional de Marie Le Pen y otros por el estilo.

Hablando de decadencia europea, se publicó una dura estadística por parte de una organización de la iglesia española. “Según un informe de Cáritas, con el 6,4 por ciento duplica la cifra del 2007; España duplicó su cantidad de pobres”, se lee en Página/12 del 11 de octubre. En la misma nota, pero citando la última Encuesta de Población Activa (EPA), del segundo trimestre del año, se informa: “el desempleo de España se eleva al 26,26 por ciento, es decir, 5.9 millones de personas”.

Sin embargo, esos países, con matices de ajustes en Francia, Italia, Reino Unido, Portugal, obviamente Grecia, etc, siguen siendo el norte de la masa de inmigrantes que procede de África pero también de ex países socialistas de Europa oriental. Allí la restauración capitalista tomó una forma especialmente cruel para poblaciones que antes tenían asegurados servicios básicos de salud, vivienda y educación.

También sucede que todo ser humano hace comparaciones con lo peor. Para los españoles el límite de pobreza es un ingreso de 15.000 euros al año. Para muchos inmigrantes esa suma sería una delicia. Antes de morir en un atentado con coches bombas en Damasco, pasar unas semanas en un instituto correccional de Italia puede ser visto casi como una vacación.

La Europa capitalista es, por esa misma condición, cretina. Una vez producidos los dos naufragios con centenares de muertos cerca de Lampedusa, en vez de discutir un refuerzo de los planes para ayudar a los inmigrantes y facilitarles su arribo e inserción, creó una fuerza militar “humanitaria”, con barcos, helicópteros, drones y vigilancia en esa zona marítima. El Papa Francisco se compadeció de los muertos y dijo que esas situaciones eran “una vergüenza”, pero no excomulgó a Enrico Letta, el primer ministro italiano, ni a ninguno otro de los creadores de esa fuerza armada interceptora de pobres.

Yanquis xenófobos

No vaya a creerse que sólo en Europa los inmigrantes se encuentran con un paredón y rebotan en su intento de acceder a vivir en el supuesto paraíso de la libertad de movimiento de las personas y bienes del comercio. Éstos pasan, aquellas no.

EE UU, como primera potencia mundial, por ahora, sólo por ahora, fue de antaño la mayor ciudadela fortificada contra el paso de los inmigrantes. Las “espaldas mojadas” que entran por la frontera de México, suelen morir por centenares cada año, en una línea militarizada, con vigilancia, policía de frontera, muros electrificados e incluso milicias paramilitares que consideran al extranjero humilde como sinónimo de delincuente, además de un gasto inútil para su gobierno federal y de los estados más reaccionarios, como Arizona.

Que la situación allí es grave para los indocumentados lo acreditan esas historias y también datos muy frescos y presentes. El 8 de octubre pasado hubo en Washington un acto y festival musical para reclamar por la reforma migratoria. Se piden papeles de residentes para 11 millones de migrantes a los que se niega, en algunos casos, incluso la asistencia médica y la escuela para sus hijos.

La actividad fue frente al Capitolio, siendo detenidos “por desobediencia civil” muchos manifestantes e incluso una decena de legisladores demócratas afroamericanos y de origen latino.

Como suele ocurrir, en esta materia los republicanos son los más reaccionarios. Los demócratas habían logrado a mediados de este año que se votara en el Senado un módico proyecto de ley, con apoyos incluso en el partido opositor, para que ese contingente de 11 millones de personas lograran regularizar su situación legal en un plazo de… ¡trece años! La mayoría republicana de la Cámara de Representantes bloqueó esa iniciativa pese a que era muy poco generosa.

Esa fue una nueva demostración de que los defensores del imperio pueden hablar mucho sobre el ser humano, su progreso y bienestar, el respeto a la ley, la igualdad de oportunidades y los derechos humanos, etc. Sin embargo, al fin y al cabo se confirma lo acertado que estuvo Fidel Castro cuando definió a ese sistema capitalista como “plutocracia”, o sea el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos.

Fuente: La Arena

 

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