El modus operandi de la corrupción política en México

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Por José Gil Olmos

El escándalo de la investigación administrativa del gobierno de Chihuahua en contra del exgobernador César Duarte por el desvío de recursos públicos a las campañas del PRI en 2016, marcó el arranque de la guerra de lodo de la contienda por la presidencia este año, de la cual ningún candidato y ni ningún partido se habrán de escapar.

Todos los partidos políticos, sin excepción, tienen en su historia casos de corrupción dentro de sus campañas electorales imposibles de borrar, a pesar de las millonarias campañas para lavar su imagen y que han comenzado a desplegar en medios y redes sociales con la intención de impactar en el ánimo del electorado.

La investigación que realiza el gobierno de Javier Corral sobre el desvío de 250 millones de pesos de las arcas del gobierno de Chihuahua en la administración de César Duarte para apoyar campañas políticas del PRI en 2016, mediante un esquema de simulación a cargo del empresario Alejandro Gutiérrez, operador financiero de Manlio Fabio Beltrones cuando dirigía el PRI, ha expuesto una estrategia que todos los partidos han implementado con distintas modalidades y de manera subrepticia para apoyar financieramente a sus respectivos candidatos.

No hay que olvidar los casos del Pemexgate, Amigos de Fox, las ligas de Bejarano y Monex en los cuales PRI, PAN y PRD usaron complejas triangulaciones de recursos públicos para sus respectivas campañas electorales que fueron denunciadas e investigadas en su momento.

El modus operandi de la corrupción política en México no es exclusiva de un partido político, sino que forma parte de la cultura política que comparten todos los partidos en sus estructuras, aunque con diferentes niveles de sofisticación y de cinismo.

Por ejemplo, la diferencia entre el Pemexgate y las famosas ligas de Bejarano fue que en el primero no hubo una videograbación que constara la entrega de más de mil 100 millones de pesos en cheques de la paraestatal a la campaña presidencial del PRI en el 2000; mientras que a René Bejarano si lo grabó el empresario argentino Carlos Ahumada recibiendo fajos de billetes supuestamente para la campaña de Andrés Manuel López Obrador.

En tanto que con los Amigos de Fox el entonces Instituto Federal Electoral (IFE) presidido por José Woldenberg tuvo que acreditar la compleja triangulación de millones de dólares desde Estados Unidos para la campaña de Vicente Fox pero sólo impuso una multa de 360 millones de pesos al PAN por incurrir en el rebase de topes de campaña.

Una operación similar tipificada como lavado de dinero se realizó en 2012 en la campaña de Enrique Peña Nieto a la cual se le inyectaron al menos 70 millones de pesos por medio del Grupo Financiero Monex y la cadena de tiendas Soriana para comprar votos.

Hoy que estamos en las postrimerías de la elección presidencial, la investigación que lleva a cabo el gobierno de Chihuahua sobre el presunto desvío de recursos estatales para las campañas del PRI hace dos años, confirman que sigue vigente esta práctica que comparten todos los partidos políticos en México y que para la elección de este año seguramente la habrán de implementar, aunque cada uno de una manera distinta.

Por cierto… La conferencia de prensa que dio el lunes el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, pareció más un acto político que una rueda de prensa pues muchos de los reporteros se quedaron sin poder hacer sus preguntas ante la retórica imparable del panista que no los dejó hablar y que terminó de manera unilateral.

Fuente: Proceso

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