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Por Misael Máynez

Recuerdo con mucha claridad cuando iba a ejercer por primera vez mi derecho al voto, era la elección de Presidente de la República y debí apresurarme a tramitar mi credencial para votar porque yo quería dar mi voto al entonces candidato Carlos Salinas de Gortari; de hecho, él como profesionista me inspiró a terminar mis estudios en economía; ser economista en aquellos años era la profesión presidencial.

Como usted lo sabe, de esos hechos hace ya algo de tiempo y los economistas no quedamos muy bien posicionados, pero le cuento esta historia personal por una simple razón: hoy estamos otra vez a punto de hacer una elección que nos dará resultados muy importantes en el futuro cercano, justo como pasó cuando voté por primera vez.

Hacer un proceso electoral tiene un altísimo costo en tiempo, dinero y personas para tener los preparativos necesarios y suficientes para llevar a buen término la justa democrática. En este momento ya tenemos listas las casillas y su personal que requerido a fin de dar certeza y transparencia, confiabilidad en los resultados; los diferentes equipos que buscan llevarse el triunfo tienen preparado un verdadero ejército decidido a velar por cada voto a favor y en la medida de lo posible anular los que se pueda del contrario.

Las personas que nunca se han inmiscuido en los procesos no dimensionan con mucha claridad todo el trabajo y esfuerzo invertido para tener las casillas listas; cada casilla representa millones de pesos, millones de horas trabajo por mucha gente que hizo propaganda, recorridos, volanteo, participó en eventos con los candidatos y muchas horas trabajo en computadora para hacer estrategias, análisis y pronósticos de cada una de las metas de la campaña. Todo eso no se ve, pero está representado en cada casilla. Las casillas son ese ejército que se estructuró durante campaña y en cada una de ellas se da una guerra para sacar adelante un proyecto, ideas, o simples deseos de gobernar para hacerse de dinero o para presumir en la historia de la familia, pero todo está ahí; eso y muchas cosas más representa cada casilla.

Imagine por un momento que usted quiere contraer nupcias; invierte mucho tiempo y dinero en conquistar al ser amado, hace lo que esté a su alcance para que sea recíproco el amor que le profesa; una vez que logra ese sentimiento, lo siguiente es hacer una vida juntos y usted empieza a construir su casa, hace un esfuerzo sobrehumano para juntar los recursos y construir ese anhelado nido de amor para que ustedes vivan esa maravillosa experiencia de construir un hogar.

Imagine que hace todo para que su amada o amado llegue a casa y comience esa maravillosa vida juntos. Imagínela terminada, ya logró poner la chimenea, los muebles que tanto le gustan, los toques en la decoración según su gusto y preferencias y definen una fecha para iniciar esa vida en pareja. El día llegó y usted tiene todo listo, hasta un gran moño en la puerta y para satisfacer los deseos románticos de las mujeres imagine que hizo un camino de pétalos de rosas desde la puerta hasta la habitación nupcial, donde les espera una luz tenue acentuada por las velas y su aroma enigmático, envolvente… ¡todo listo!… pero la novia o el novio, ¡nunca llegó!

Eso mismo ocurre en el proceso electoral, construirlo es todo un proceso que envuelve emociones, ideales, anhelos; se prepara con la idea que los votantes vayan y se entreguen en esa sublime soledad de la mampara electoral, donde Usted y sólo usted y su conciencia sabrán qué decidir y cuáles son las intenciones que haya para tal decisión.

No dejemos plantado al novio, aparezcamos y hagamos que los próximos años valgan la pena construyendo juntos nuestro futuro. Vale la pena, el gasto ya se hizo y el ejército está armado, sólo hay que dar la batalla, la buena batalla.

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