Usa líder sindical un auto de 2 millones

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Todos los días, al salir de las instalaciones del sindicato de trabajadores de la CFE a bordo de su automóvil de dos millones de pesos, el dirigente del gremio Víctor Fuentes del Villar es esperado por decenas de personas, especialmente mujeres, para pedirle empleo o alguna ayuda
En un par de segundos Paloma se pone de pie, yergue su espalda, acomoda su diadema coronada con un par de orejitas rosas de conejo y se impulsa hacia el vehículo Audi modelo 2013 que acaba de salir del zaguán del sindicato de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Su objetivo es que Víctor Fuentes del Villar, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), y quien conduce el automóvil, la identifique o por lo menos le regale una sonrisa, un gesto de aprobación.

Cada semana, al igual que Paloma, decenas de chicas ataviadas con minifaldas entalladas, escotes, zapatillas de tacón y exagerado maquillaje repiten la rutina: llegan a la calle Lerma, frente a las instalaciones del SUTERM, ensayan su mejor sonrisa y aguardan durante la mañana la salida del líder gremial.

Esta tarde de agosto no es la excepción. Después de haber esperado más de cuatro horas, y al ver que el hombre que dirige las riendas de uno de los sindicatos más grandes del país sale de sus oficinas, Paloma y el resto de las chicas se lanzan en busca de su mirada.

La escena dura unos cuantos segundos, pero no es nada sencilla: cuando el carro avanza, la joven aguanta la sonrisa hasta que es rebasada por el coche. Luego da media vuelta, se quita los tacones y los sustituye por un par de sandalias para correr furiosa detrás de “don Víctor”, como se le conoce al dirigente. Dos cuadras adelante lo alcanza, y de nuevo se yergue, acomoda una sonrisa y lo saluda, como lo hacen las reinas de belleza en una pasarela al extender sus brazos: corto, corto, largo, largo.

—¡Adiós, chiquitooo! —le grita otra mujer.

Pero a Fuentes del Villar nada lo inmuta. Al contrario, les responde con indiferencia: ni siquiera las ve y continúa su ruta.

Este hombre delgado, de más de 80 años, de vestir elegante y cabello cano, sabe el poder que ostenta: dirige a 74 mil 655 trabajadores sindicalizados y controla un presupuesto promedio anual de 63 mil millones de pesos.

Esta cantidad representa la mitad del costo estimado para la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, de 120 mil millones de pesos.

Documentos obtenidos por El Universal por medio de la Ley de Transparencia, revelan que el sindicato ha gestionado tan sólo en cinco años —2008 a 2012— 318 mil 238 millones de pesos como parte de las prestaciones enlistadas en el Contrato Colectivo con la CFE.

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Que los voltee a ver, el reto

El Audi A8L 2013 color gris —impecable, brillante— que conduce Víctor Fuentes avanza lento ante una multitud desbocada compuesta por decenas de personas que gritan su nombre y le hacen caravanas con miradas embelesadas.

“Esto así es. No hay de otra”, dice Paloma mientras relaja la respiración, regresa a su postura desenfadada y camina hacia el lugar donde abandonó sus zapatillas.

Estas personas depositan su esperanza en Fuentes del Villar, un obrero que lleva 68 años en la CFE y que actualmente ostenta el cargo de “analista administrativo”, con un sueldo de 27 mil 542 pesos al mes, incluyendo el pago que le dan por su puesto sindical.

Un trabajador al que su sueldo no le impide conducir un coche de 10 cilindros, con placas mexiquenses MMP-41-56, que tiene un valor de dos millones de pesos, según se puede constatar en el sistema de pago de tenencia y control vehicular del Estado de México. Dicho de otra forma, un auto que equivale al total de su percepción salarial durante más de seis años.

Desde agosto de 2005, Fuentes del Villar está al frente del sindicato. Sus adversarios acusan que heredó el puesto de su tío, el histórico líder cetemista Leonardo Rodríguez Alcaine, conocido como La Güera.

Desde entonces, Fuentes del Villar es quien decide quién entra y quién sale de su gremio. Por eso, todos los días decenas de desempleados se reúnen afuera del SUTERM con una consigna: ser identificados por “don Víctor”. La visualización del líder los llevará a que algún día los reconozca y les dé empleo, no importa de qué, lo relevante es entrar al sindicato de la CFE.

Este rito prelaboral obliga a los varones desempleados a acudir de forma vistosa, con prendas que puedan ser recordadas por Víctor Fuentes. Por eso, afuera de las oficinas, se identifica a la gente como “el de la sudadera con plantas de mariguana”, “el de la mochila con una rana pintada”, “las chavas que cargan listones de color violeta” o “el de la peluca de rastas”.

Los hombres deben de esperar a que Prisciliano, el poderoso asistente de Víctor Fuentes —que en ocasiones hace las veces de chofer— les recoja una ficha con sus datos personales.

“La tarjetita debe de estar enmicada, si no, se enoja Prisci”, dice Juan, un hombre que ronda los 45 años y que lleva tres meses yendo a las afueras de la oficina en busca de que el líder lo identifique, o que Prisciliano le recoja la tarjeta.

La recepción de fichas no sucede a diario, ni hay una convocatoria pública; se realiza cuando Fuentes lo ordena. Él escoge a las personas que hayan pasado más días afuera de las instalaciones del sindicato en espera de una oportunidad para trabajar.

Los hombres que esperan afuera de las oficinas comentan que una vez le dio empleo a un joven que dominaba muy bien un balón y que vestía playera de las Chivas de Guadalajara, el equipo favorito del líder sindical. Desde entonces es común ver a gente que hace suertes con la pelota.

Las mujeres también deben de demostrar constancia, pero el proceso de selección es diferente al de los hombres. Y como las más guapas corren con mejor suerte, optan por usar prendas ajustadas con las que pueden lucir su físico, explica Roberto, otro de los aspirantes a un puesto.

También hay chicas que visten playeras entalladas de las Chivas.

Jesús Navarrete Castellanos, disidente fundador de la Coordinación Nacional de Electricistas, por muchos años un dolor de cabeza para Víctor Fuentes, y a quien ha despedido en cuatro ocasiones, lo recuerda así: “Todas sus trabajadoras eran las más bonitas”.

Explica que, desde hace décadas, él y sus antiguos compañeros comparaban a Víctor Fuentes del Villar con Fantomas, la amenaza elegante, porque les recordaba a ese personaje de historieta que siempre aparecía acompañado de mujeres hermosas.

De tal palo… tal sobrino

Víctor Fuentes es un priísta que se ha sabido adaptar a cualquier partido político en el poder. Al igual que Romero Deschamps, el líder del sindicato petrolero, no opuso resistencia a la reforma energética que impulsó el gobierno de Enrique Peña Nieto. Fue fiel y leal.

Con la escuela de su mentor, su tío Leonardo Rodríguez Alcaine, Fuentes mantiene un pacto con el Ejecutivo y su patrón directo, la CFE, a cambio de enormes beneficios orientados a la cúpula sindical, sin transparencia ni rendición de cuentas, acusa Navarrete.

En la actualidad, el disidente sindical se halla en la cuarta batalla por la restitución de su puesto. De su movimiento también han corrido a 16 electricistas; todos han sido reinstalados, menos él.

Esto es posible porque el poder de contratación y de despido no radica en la CFE, sino en el sindicato. La cláusula 37 del Contrato Colectivo de Trabajo (CCT) advierte que serán despedidos los empleados que propicien la “división” sindical o quienes hayan “atacado o desconocido los estatutos del SUTERM o la autoridad del Comité Ejecutivo Nacional [que recae en el líder]”.

El primer despido de Navarrete fue en 2003: “Cuando me despidieron la primera vez, [Víctor Fuentes] llevó como a 15 delegados y me agredió físicamente: me dio una patada y levanté una demanda; aunque lo citaron [a declarar], se ‘perdió’ el expediente”, afirma el dirigente disidente.

A Rodríguez Alcaine y a Fuentes del Villar les encolerizó que Navarrete Castellanos iniciara, junto con otros compañeros, un movimiento de resistencia interna que buscaba la democracia sindical y que se oponía a las reformas energéticas.

Unos años atrás, el simple hecho de asistir a conferencias de ideólogos de izquierda merecía despido.

Navarrete no sólo se decidió a apoyar un movimiento crítico, también fue el único que se atrevió a pelearle a Rodríguez Alcaine la dirigencia del gremio por medio del voto. Eso, y su apoyo a dos grupos de trabajadores que iniciaron una huelga, provocó su despido.

“Cuando murió Rodríguez Alcaine [y asumió Fuentes], pagó a tres ex judiciales para que me persiguieran día y noche. Se metieron a mi casa, me robaron una credencial y algo de dinero… Es un autoritario. Una vez me dijeron que a mí no me han matado nomás porque salgo en los periódicos”, advierte.

Fuente: El Universal

 

 

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