Una carta al embajador Salazar

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Por Epigmenio Ibarra

Le veo y con mucha razón, Sr. Embajador Ken Salazar, muy preocupado “por la crecida de violencia contra periodistas en México”.

Yo, como usted considero, que esta nueva y atroz modalidad táctica del crimen organizado; el asesinato selectivo y en cadena de periodistas de medios locales agravia a toda la sociedad mexicana y constituye una amenaza para la democracia en nuestro país.

Coincido además en que, como lo ha escrito usted en twitter, esta crítica situación exige una “respuesta urgente”. Por eso le escribo.

Hemos sido, como decía Alan Ridding, “vecinos distantes”. Compartimos una larga, compleja y porosa frontera, una cicatriz, una herida común, qué, de alguna manera, se ha convertido en ese nuevo país “Trans América” del que hablaba Carlos Fuentes en Cristóbal Nonato.

Celebro su presencia en nuestro país, interpreto su designación -por sus raíces- como un gesto histórico de buena voluntad y quisiera pensar que ha llegado el momento, de asumir esa nueva realidad geopolítica que comenzó a gestarse en la frontera y que hoy se reproduce hasta los rincones más profundos de su país y del nuestro.

Estamos amalgamados, nuestras patrias se han fundido y deben, por tanto, responder unidas a los problemas comunes.

Solía decir Carlos Fuentes que Herman Melville tenía razón y que ustedes los estadounidenses necesitaban a Moby Dick.

Terminada la guerra fría, conjurada la amenaza del comunismo soviético busco Washington otra ballena blanca y declaró entonces la “guerra contra la droga”.

Pasamos los colombianos primero y los mexicanos después a sustituir a los espías soviéticos en el imaginario colectivo norteamericano.

Imposible sería entender la violencia demencial del narco en nuestros países sin esa “guerra” declarada por el gobierno norteamericano y en la que su país pone las armas y los dólares, en tanto que nosotros ponemos los muertos.

¿No hubiera sido más fácil y más efectivo -le pregunto con todo respeto- atender el consumo creciente de drogas al norte del Bravo como un problema de salud pública?

¿No hubiera sido más rentable -si ya habían tomado la decisión de actuar policiaca y militarmente- combatir en su territorio a los dueños de la “última milla”, a sus narcos locales Sr. Embajador, en lugar de imponernos una guerra sin perspectiva alguna de victoria, toda vez que la demanda y el mercado siguieron creciendo, en contra de los narcos latinoamericanos?

¿Por qué no sabemos de decomisos importantes de droga en Los Ángeles, Nueva York, San Francisco o Chicago?

¿Por qué no han desmantelado ni uno solo de los centros de distribución que atienden, con toneladas de droga, a sus grandes ciudades?

¿Y los grandes capos estadounidenses, los que mandaban sobre Escobar y el Chapo y mandan sobre el Mayo o el CJNG?

¿Y sus policías que les apoyan y sus jueces que les liberan?

¿Y las armas señor Embajador?

¿Cuándo van a marcarle un alto a los mercaderes que las suministran a carteles y sicarios en México?

¿Cuándo van a responder, por otro lado, quién, por qué y cómo ordenó el operativo “rápido y furioso”?

Ya tienen preso a Genaro García Luna. Encarcelen también a los oficiales que, en la DEA, eran sus cómplices.

Juzguen de una vez a quienes, a cambio de su sumisión a los designios de Washington, reconocieron a un gobernante espurio y criminal como Felipe Calderón a quien debemos la violencia que hoy sufrimos.

El fuego no se apaga con gasolina. No queremos más guerra; queremos construir la paz. No queremos combatir las consecuencias de la violencia; queremos acabar con las causas de la misma. Esa es, Sr. Embajador, la respuesta urgente que, juntos, los Estados Unidos y México, tenemos que dar.

@epigmenioibarra

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