Un país sin oposición y sin memoria

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Por Alejandro Páez Varela

Los jóvenes no lo recuerdan pero hace 20 años, los mexicanos vivimos días parecidos a los de hoy. Cantábamos el Himno Nacional para celebrar el fin del subdesarrollo; festejábamos el trato de “potencia global” que nos brindaba la prensa extranjera gracias a nuestro reformador, salvador y gran guía: Carlos Salinas de Gortari; nos bebíamos gustosos un país en paz y caminando (como encabezado de cualquiera de los diarios de Mario Vázquez Raña).

Y en eso, llegó a la catástrofe.

Apenas nos quitábamos las lagañas cuando empezaron los despidos masivos y una gran devaluación hizo pedazos los salarios de los que seguíamos trabajando. El Ejército Zapatista (EZLN) se levantó en armas por la injusticia y el abandono, mientras que las mafias en el poder acababan (o esa es mi tesis) con la vida de Luis Donaldo Colosio y luego ejecutarían a Francisco Ruiz Massieu. Miles de millones de dólares a la basura; la esperanza y las ganas, también. Más pobreza, más deuda. Desesperación y zozobra.

Carlos Salinas había llegado al poder robándose las elecciones con ayuda de los poderes fácticos: los medios masivos, los empresarios, la clase política gobernante. Y apenas cinco minutos después, el Partido Acción Nacional (PAN) ya se había sentado con él para validarlo. Después del primer año, todos comían de la mano del ahora ex Presidente y la prensa internacional lo alababa, y no se diga la nacional. Los intelectuales se tomaban la foto con él; los intelectuales de izquierda, además, se metían en su cama.

Y luego, la zozobra.

Llama la atención porque ahora, en este país sin memoria y sin oposición, Enrique Peña Nieto ya cumplió parte de su agenda salinista sin que nadie recuerde qué significa. Como su antecesor con Joaquín Hernández Galicia y Jonguitud Barrios, ya metió a prisión a Elba Esther Gordillo. Como Salinas con Miguel Ángel Félix Gallardo, el capo de capos en aquellos años, Peña tiene detenido a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera. Como el ex Presidente a partir de 1988, ya impulsó reformas para reacomodar los poderes económicos. Aquél privatizó los bancos y desincorporó grandes empresas paraestatales para dar paso a los Carlos Slim Helú, los Roberto Hernández o los Ricardo Salinas Pliego; este ha condenado Pemex a hundirse en las deudas para permitir que nuevos tiradores creen fortuna con los recursos del rico sector energético.

Así como Salinas acercó a amplios sectores de la izquierda y de los intelectuales mexicanos, Peña ya tuvo en sus manos y a su antojo al Partido de la Revolución Democrática (PRD), que no esperó siquiera a que se enfriara el cadáver de la elección presidencial de 2012 y ya estaba de luna de miel con el PRI y el PAN. Y así como Carlos lanzó su programa clientelar, Pronasol, Enrique tiene su Cruzada contra el Hambre.

Con este ritmo y en este punto de su propia campaña de posicionamiento, lo que seguiría es que ganáramos el Miss Universo o el Miss Mundo; falta maquillar la economía, porque Luis Videgaray no es Pedro Aspe, por más buen alumno que sea. Falta que lleguemos a cuartos de final en la Copa Mundial y que nos pongan a cantarle a la Patria. En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari fue con “Solidaridad”; los actores del monopolio Televisa prestaron sus rostros para elevar una plegaria a su redentor, el que había llegado para traer justicia e igualdad social. Peña no tiene muy contentas a las televisoras y es posible que no las convenza por las buenas para que le canten loas, pero para eso es el dinero: día y noche somos bombardeados con campañas que ya no se centran en la televisión y se detonan en medios de comunicación a modo, en Google, Youtube, Facebook y Twitter. Ahora somos multicanal, entonces no vemos una campaña obvia por televisión; sin embargo, la campaña va.

Con la lección del salinismo aprendida, también sigue posicionar a Peña Nieto como líder latinoamericano. Ya se retomó la agenda México-Cuba; Peña y el dictador Castro ya se tomaron la foto, que es clave para dar señales de distanciamiento a una América Latina que odia a Estados Unidos. Ahora falta un acercamiento mayor con el resto de la región y, sobre todo, falta que el Presidente mexicano firme un acuerdo importante con potencias extranjeras para sentarnos en su mesa. Como Salinas, que nos metió en el TLCAN y en la OCDE, Peña debe avanzar con socios estratégicos para subirse al banquito de los estadistas.

Los más jóvenes no recuerdan, sin embargo, que después de estas fiestas viene, siempre, el cabronazo.

Contar el por qué nos dejamos engañar una y otra vez podría ser tesis de doctorado; qué flojera. Pero influye mucho el rol que juegan los medios masivos mexicanos, por supuesto, que ayudan al gobierno a generar una burbuja de bienestar que luego se desinfla. Ayuda la prensa internacional, que aplaude con gran facilidad. Influye la cascada de aplausos que viene desde la iniciativa privada. E influye, sobre todo, la falta de una oposición real.

Así como los líderes del PRD y del PAN le aplauden a Enrique Peña Nieto, así le aplaudieron sus antecesores a Carlos Salinas de Gortari. Y así como acuden a sus citas y se sientan con él y le sonríen en el podio, así lo hicieron en el pasado. ¿Qué hace un ciudadano cualquiera? Pues se une a las loas. Si ellos, que son los catalizadores; si ellos que son la oposición aplauden, ¿qué le queda a un ciudadano? Aplaudir, y regalar sus votos. Ya verán cómo llega el PRI en 2015.

Ahora es previsible lo que viene: cuando el barco se esté hundiendo, esos mismos opositores le darán la espalda al Presidente en turno y gritarán indignados después de que fueron parte de la simulación.

Lástima que debamos repetir estos ciclos penosos. Pero así somos: Un país sin oposición y sin memoria.

Fuente: Sin Embargo

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