¿Qué está en juego en 2021?

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Por Epigmenio Ibarra

No tienen otra propuesta que volver al pasado. Llevar al país de regreso a donde, según ellos, todo era mejor; salvarlo así de la destrucción, y para lograrlo sacarse de encima a Andrés Manuel López Obrador y a esa, su cuarta transformación, que tanto temen y aborrecen y a la que, por todos los medios, intentan revertir.

Creen —y esa creencia la comparten con muchos columnistas y presentadores de radio y Tv— que unidos representan a una enorme masa de votantes y tienen posibilidades de derrotar a Morena y al PT o de, al menos, arrebatarles la mayoría y tener así un poder de veto que conduzca al fracaso primero y a la defenestración después del Presidente.

La elección, desde su punto de vista, expresará a un país escindido irremediablemente entre los que están a favor de López Obrador, que según ellos cada vez serán menos, y los que votarán por la alianza PRI-PAN-PRD, que cada vez serán más. Viviremos en 2021, según sus cálculos (más bien sus deseos), un verdadero “choque de trenes”.

Mienten a las y los mexicanos y se mienten a sí mismos quienes esto creen y más todavía quienes, desde los medios, difunden esta especie. México no está dividido en dos mitades.

Confunde la derecha conservadora sus deseos y obsesiones con la realidad política y estadística del país y se olvida de los catastróficos resultados que, por separado, obtuvieron sus partidos y de la cantidad de votantes universitarios y pertenecientes a los estratos altos de la sociedad que votaron por López Obrador y aún lo apoyan.

Sostener seriamente la idea del “país partido en dos” sería tanto como pensar que las clases media y alta —en el supuesto de que todos sus integrantes fueran en efecto antiobradoristas— no solo representarían a 50% de la población, sino que, además, se habrían visto beneficiadas por el régimen neoliberal y estarían dispuestas a pugnar, en las urnas, por su retorno.

Ciertamente no puede afirmarse que todas aquellas y aquellos que pertenecen a las mayorías empobrecidas están a favor de López Obrador o están conscientes de que votar por los partidos que lo apoyan en una elección intermedia es crucial para el gobierno de la cuarta transformación.

Si bien ser pobre no quiere decir, necesariamente, ser progresista sí significa que tarde o temprano, y en la medida que los Programas del Bienestar tienen ya rango constitucional, esas personas, están recibiendo ya, o habrán de recibirlas pronto, una o varias becas (dependiendo de la edad o la escolaridad de las y los hijos), la pensión para los adultos mayores o para las personas discapacitadas, podrán participar en programas de empleo como Jóvenes construyendo el futuro o Sembrando vida y tendrán acceso a créditos y beneficios directos.

Contra estos programas, a los que tildaron de “populismo”, a los que calificaron de “limosnas”, votaron los representantes de los partidos que hoy “unidos” apuestan a quitar la mayoría parlamentaria a López Obrador. No se dieron cuenta al hacerlo —no se dan cuenta ahora, que están empeñados en un esfuerzo suicida por revertirlos—, que el verdadero “choque de trenes” vendrá si triunfan y detienen o cancelan la transformación.

Es la paz, que es fruto de la justicia social, y no el destino de un hombre y su gobierno, lo que en 2021 estará en juego. Regresar a la mayoría a la situación de indefensión a la que estuvo sometida durante 36 años sería negarle, otra vez, el derecho a una vida mejor y provocar el estallido que el ejercicio democrático de 2018 logró —apenas a tiempo— desactivar.

@epigmenioibarra

Articulo publicado originalmente en Milenio

 

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