MARGARITA NOLASCO ARMAS, UNA ANTROPÓLOGA DE FRONTERA

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En la historia de la antropología mexicana del siglo XX, pocas figuras encarnan con tanta intensidad el espíritu crítico, el compromiso social y la excelencia académica como Margarita Nolasco Armas (Orizaba, Veracruz, 1932 – Ciudad de México, 2008). Su vida y obra trazan un mapa intelectual que combina la investigación rigurosa, la docencia apasionada y el impulso constante por renovar las instituciones dedicadas al estudio de la diversidad cultural.

Margarita Nolasco. Cortesía: José Carlos Melesio Nolasco.

No solo describió la pluralidad étnica de México, pues también cuestionó las narrativas que pretendían subsumirla bajo una errónea idea de homogeneidad. Su visión fue la de una antropología de fronteras: geográficas, sociales, disciplinarias y, sobre todo, epistemológicas.

Formación académica y labor docente

Su camino hacia la antropología comenzó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), donde se graduó como etnóloga, en 1957. Allí se formó en un ambiente intelectual dominado por el debate entre la tradición indigenista oficial y las corrientes críticas emergentes. Posteriormente, obtuvo la maestría y el doctorado en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y complementó su formación con otros estudios de posgrado, especializados en etnobotánica.

Esta combinación de enfoques —la etnografía cultural y la comprensión de las relaciones entre el ser humano y su entorno natural— sería clave en su aproximación a los estudios regionales y en su sensibilidad hacia los sistemas de conocimiento indígena.

Junto con la práctica antropológica, comprendió a la docencia no solo como un oficio, sino como un acto de transmisión de herramientas críticas. Enseñó en la ENAH, la UNAM y en la Universidad Iberoamericana, así como en centros de estudio extranjeros como las universidades de California, en San Diego, Estados Unidos, y la Complutense de Madrid, España.

Nolasco fue una antropóloga que supo desenvolverse lo mismo en el aula que en el campo, el archivo y la asamblea. Foto: Mauricio Marat, INAH.

En el INAH, institución a la que se incorporó como investigadora, en 1961, ocupó cargos estratégicos: jefa del Departamento de Investigaciones Antropológicas, coordinadora de Proyectos Especiales y responsable del posgrado de la ENAH. Desde esos espacios, promovió una formación que vinculaba el trabajo de campo con la reflexión teórica y el compromiso social.

Su capacidad de gestión se reflejó también en la museografía: participó en la creación de secciones etnográficas para museos regionales, en la reorganización del Museo Nacional de Antropología y en el diseño de exposiciones que mostraban la vitalidad de los pueblos originarios.

Aportes académicos e investigativos

Margarita Nolasco escribió más de un centenar de obras, entre libros, artículos y ponencias, que abarcan desde la etnografía de grupos otomíes, seris, pimas bajos y pápagos, hasta el análisis de procesos macrohistóricos como la migración, el indigenismo y el cambio cultural.

En sus textos la descripción etnográfica no era un fin en sí mismo, sino una vía para interrogar las condiciones históricas y políticas que modelan la vida de las comunidades. Estudios como De eso que llaman antropología mexicana (1970) o De nómadas cazadores y recolectores a aldeas agrícolas (1982), revelan su interés en pensar la disciplina desde dentro, analizando sus supuestos y limitaciones.

Asimismo, su atención al fenómeno migratorio, especialmente en la frontera sur, la llevó a documentar el impacto de las políticas estatales, los desplazamientos transfronterizos y las redes de supervivencia económica, anticipando problemáticas que hoy ocupan un lugar central en los debates académicos y sociales.

Importancia y legado

El INAH fue el escenario de su labor. No solo desarrolló investigaciones pioneras, sino que también impulsó proyectos colectivos que articulaban trabajo de campo, análisis interdisciplinario y difusión del conocimiento.

Su visión del instituto como un espacio de articulación entre investigación, educación y museografía, contribuyó a que la antropología mexicana ganara proyección internacional y fortaleciera sus vínculos con organismos académicos y culturales de América Latina y Europa.

Margarita Nolasco dejó un legado que combina producción intelectual, renovación institucional y formación de generaciones de antropólogos. Fue reconocida como investigadora emérita del INAH y alcanzó el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores. Recibió la Medalla Ignacio Manuel Altamirano, en 2000, y de manera póstuma, el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en 2008.

De manera póstuma, en 2008, fue galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Foto: Mauricio Marat, INAH.

Más allá de los reconocimientos, heredó lecciones invaluables a la antropología mexicana, como la noción de que esta disciplina no puede ser neutral ante la desigualdad social, ni ante los intentos de borrar la diversidad cultural. En su pensamiento, la investigación rigurosa se entrelazaba con una ética de la responsabilidad y una convicción de que el conocimiento debe estar al servicio de las comunidades estudiadas.

Su vida es testimonio de que la antrología no solo describe, sino que transforma el mundo. Cortesía: José Carlos Melesio Nolasco.

Como puede verse, la de Margarita Nolasco es una trayectoria de intelectualidad que supo moverse con agilidad e igual solvencia en el aula, el archivo, la asamblea y la sala de museo. Su vida es testimonio de que la antropología, cuando es practicada con rigor y compromiso, no solo describe el mundo: lo transforma.

En tiempos en que las identidades culturales son objeto de disputa, su obra sigue ofreciendo herramientas para comprender, defender y celebrar la pluralidad que constituye a México.

Su legado, vivo en las bibliotecas, en los museos y en la memoria de sus discípulos, es también una invitación a seguir pensando la antropología como un campo de resistencia e imaginación crítica.

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