Los XV Años de Rubí: cuando la viralización mata al periodismo

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Por Jenaro Villamil

El 2 de diciembre pasado Crescencio Ibarra grabó un video en Facebook para invitar al festejo de los 15 años de su hija Rubí, al lado de su esposa Anaelda García en la agreste comunidad de La Joya, San Luis Potosí. En menos de un minuto, Crescencio lanzó una invitación abierta para la celebración del 26 de diciembre, dio a conocer las amenidades y la participación de grupos de música de banda como Los Cachorros de Juan Villarreal, Los Indomables de Cedral y el Grupo Innegable.

“Habrá una chiva de creo que de 10 mil pesos, el primer lugar, y otras dos, por ahí nos acomodamos. La misa es a la una y media de la tarde, en Zaragoza de Solís. Quedan todos cordialmente invitados” dijo don Crescencio. Y los usuarios de las redes y no pocos “cazadores” de videos para viralizar, lo captaron.

El video se subió a la plataforma de YouTube y la naturalidad se transformó en curiosidad, escarnio o comentario de millones de usuarios. El video original alcanzó más de dos millones 800 mil reproducciones y otro video con los memes y el mame para burlarse o compartir el relajo alcanzó más de tres millones y medio de reproducciones.

Los XV años de Rubí se volvieron Trending Tópic en Twitter, se abrieron más de 10 páginas en Facebook para promover a las “celebridades” que serían los chambelanes de la joven y a través de distintas plataformas digitales se “autoinvitaron” más de un millón 300 mil personas.

Mitad ficción, mitad realidad, los XV Años de Rubí devinieron en profecía autocumplida cuando se colgaron del fenómeno viral todos aquellos que ya “no conectan” o están hambrientos de la popularidad instantánea surgida en las redes: el gobernador mexiquense Eruviel Avila aprovechó el viaje para ofrecer “vacaciones pagadas” a la joven en Valle de Bravo, antes de que se autograbara presumiendo sus obras tras la tragedia de Tultepec; el mandatario de San Luis Potosí.
Juan Manuel Carrera López (de quien se sabe más por sus ausencias que por sus intervenciones) se ofreció para estar presente en el evento; Televisa y TV Azteca se pelearon por tener a los padres y a la niña en sus estudios y lanzaron “coberturas especiales” hasta la saciedad.

La empresa Meganet se autopromovió para instalar tres antenas y ofrecer el servicio de telecomunicaciones inalámbricas por la “módica” cantidad de 100 pesos por usuario; el alcalde de San Blas, Hilario Ramírez, Layín, se sintió Santa Clos y le ofreció un automóvil Smart Chevrolet a Rubí; y todas las marcas posibles, desde cosméticos hasta estilistas, peinadores, cantantes, conductores y diseñadores de modas de las artistas se colgaron del evento de Rubí para recordar que “nosotros ahí estaremos”.

El caso de Rubí, hasta hace 15 días, era muy similar al video de Paco Orihuela, el joven vendedor de empanadas de Acapulco, que atrajo la atención de las televisoras, de Grupo Carso y de todos quienes quieren colgarse de estos fenómenos de carisma para tener sus 15 minutos de rating.

Sin embargo, los XV Años de Rubí se volvieron algo más aparatoso cuando prácticamente todos los medios, desde los televisivos, los digitales, los impresos hasta los radiofónicos sacaron el caso de una cobertura menor para darle un tono periodístico sobredimensionado.

Supe del fenómeno cuando dos televisoras de Estados Unidos me llamaron a los dos días del video original para dar “mi punto de vista”. “Disculpen, creo que no es un asunto de interés periodístico”, les comenté. “¿Cómo no? Si se ha viralizado”, me replicó uno de los productores.

En efecto, ahí está el detalle del caso Rubí, pensé. La confusión entre viralización y ponderación periodística. La transformación de todos nosotros en paparazis de lo efímero. La pobreza de los contenidos informativos suplida con la cargada multimediática, ahora que ya todo se combina entre lo analógico y lo digital.

El punto delicado del caso Rubí no es la fiesta masiva sino la ausencia de un autocontrol mínimo del papel del periodismo frente a los fenómenos digitales ¿Todo aquello que se vuelve “viral” en las redes sociales tiene un interés periodístico? ¿Todo aquello que es objeto del morbo masivo, de la burla o del insulto en nuestro circo mexicano es asunto informativo? ¿No estaremos cayendo también en la trampa de buscar el “tráfico” en los medios digitales a como dé lugar? ¿Cambiamos la tiranía del rating por el hambre de los likes?

Algunos comentarios en las redes señalan los XV Años de Rubí como una “cortina de humo”, “una caja china” de las televisoras, “un distractor” planeado maléficamente por el gobierno. Sospecho que no es ni caja china, ni matriushka rusa ni cortina de humo ni distractor de nada. Simplemente es el signo de la confusión de los tiempos. Es una demostración más del hambre de fama y del oportunismo mediático. Es una “no-nota” transformada en nota por el interés súbito y masivo de los propios medios informativos.

Es una especie de nihilismo digital inducido por la propia falta de ponderación periodística para valorar y diferenciar entre lo noticioso y lo viral, entre lo sustancial y lo anecdótico. Es la sociedad del espectáculo llevada a viralización de lo cotidiano.

Por supuesto, el “cuento de hadas” de los XV Años de Rubí se transformó en una aglomeración masiva, desbordada y autorreferencial, donde los propios medios celebrábamos la importancia de nuestra propia presencia en el evento. Hubo un muerto, hubo reclamos. Ahí se “dio la nota”. Y hubo no pocos comentaristas que le pedían a la niña actuar y sonreír como si fuera Galilea Montijo o La Gaviota.

Cuando la farándula devora la naturalidad de lo cotidiano y absorbe lo periodístico corremos siempre el riesgo de viralizar todo hasta encumbrar a quienes hacen de nuestro analfabetismo emocional una forma de vida y de poder.

Fuente: Homozapping

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