La triste historia de un conflicto de interés que no fue

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Por Azul Alzaga

Hay periodismo que noquea poderes políticos corruptos y hay ridículos que aniquilan la credibilidad del mensajero

Hay periodismo que noquea poderes políticos corruptos y hay ridículos que aniquilan la credibilidad del mensajero. Estamos frente al segundo caso.

El muy cacareado y sobre analizado caso del “conflicto de interés”, en estos días pasó a ser como el amigo incómodo que uno no quiere reconocer. Hoy ni siquiera el titular de la investigación de MCCI, Raúl Olmos, puede sostener que hubiesen tenido en sus manos otra cosa que no fueran los dichos de un anónimo y muchas ganas de exponer lo que llaman “las contradicciones del estilo de vida del hijo del presidente y su discurso de austeridad”. O sea, nada. De la otra parte, una frenética crónica de las pesquisas de Peniley Ramírez, no quedó más que la exhibición del conjunto de supuestos que fueron cayendo uno a uno frente a la evidencia documental y podrían terminar incluso en una acusación penal por parte de los afectados.

¿Cómo, un reportaje que careció desde el principio de elementos mínimamente corroborables, se convirtió en un caso de relevancia en el debate público?, es algo que el lector debiera preguntarse. Empezó con la reproducción masiva de notas cuyos titulares no se sostenían en el contenido. La más penosa de la serie, por su desesperación fue aquella en la que Peniley Ramírez, el Reforma y MCCI aseguraban en titulares que “nunca hubo renta de la casa”, cuando el artículo de Ramírez apenas alcanzaba a esbozar que la ausencia del registro de la renta en un sistema de agentes afiliados “podría suponer qué”.

La difusión acrítica de las partes de la calumnia sorprendió, no por la ética de la mayor parte de espacios televisivos e impresos, sino porque no los detuvo ni el frecuente criterio de competencia que existe entre ellos. Hubo nado sincronizado. ¿Por qué? La campaña incluso logró atravesar el filtro de espacios cuya trayectoria los hacía merecer el beneficio de la duda, lo que abonó a la percepción de que algo de aquello, aún sin sustentarse, podría ser cierto. La punta de la narrativa coronó cuando, al ser expuestos los intereses económicos y políticos que hay detrás de MCCI y Latinus, estos fueron incluidos en el periodismo agredido por su labor.

Acostumbrados como están a la impunidad de sus publicaciones, no esperaron la evidencia frontal que desmentía cada punto de la construcción. Ahí se acabó. Todavía en los últimos días, derrotados, varios intentaron esconder información que exponía la mentira difundida, consignando sólo partes que trataron como dichos de los involucrados. Otros, los que han defendido su independencia como virtud impoluta, apenas atinaron a hacer un tibio deslinde explicando sus razones editoriales para encontrar interés periodístico en piezas como esas.

Difícil saber si recuperarán, lo que cada uno haya perdido. Como sea, la visible desbandada de una campaña de linchamiento que fue construida sobre la nada, queda como como testimonio de lo que será recordado como el Waterloo de la comunicación de golpeteo.

POR AZUL ALZAGA
PERIODISTA
@AZULALZAGA

 

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