La razón de la sinrazón

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Por Epigmenio Ibarra

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé.”
César Vallejo

Una nueva masacre, más horrorosa aún que las últimas que han ocurrido en este país herido, han perpetrado en Bavispe, allá en la frontera entre Sonora y Chihuahua, grupos armados del narco. Mataron a mujeres. Mataron a niños. Civiles indefensos fueron el objetivo. Los mataron a tiros, los calcinaron; solo por matar lo hicieron. Solo porque pueden, lo hicieron. No eran “enemigos” de nadie, no tenían valor táctico ni estratégico. Matarlos no tenía sentido. Detrás de esta locura, de esta sinrazón aparente, hay una razón: con el terror pretenden doblegarnos, imponernos la guerra como destino.

Me rehúso a borrar la memoria que tengo del pasado sangriento de este país. A pensar, como otros, que la violencia no tiene raíces. En estas mismas páginas advertí que ese despliegue masivo de tropas, que la letalidad de sus acciones, su brutal falta de respeto por la vida sumados a la vesania del crimen organizado, a su capacidad de reposición de bajas y la de fuentes de financiamiento nos conducirían a la barbarie. Lo dije entonces y lo reafirmo: aquí un hombre, que de manera fraudulenta se hizo del poder, fue el que desató la locura. Digo su nombre: Felipe Calderón Hinojosa. Y sostengo que el terror recorre el territorio nacional a causa de su infame cruzada.

No esgrimo el pasado como pretexto. No pretendo justificar ni defender a nadie. Trato de explicar lo que sucede sin caer en la trampa de la propaganda, de ese clamor histérico por que se actúe con “mano firme” y se intente apagar el fuego con el fuego. Conozco la guerra y sus entrañas. He visto cómo antes de terminar se recrudece; sus últimos coletazos son brutales. Cómo sus partidarios, que son legión, intentan continuarla porque la guerra es para ellos fuente de poder, influencia y riqueza. Sé que sus heridas tardan generaciones en cerrarse y que en México habremos de seguir sufriendo sus secuelas porque es “un monstruo grande y pisa fuerte” que se acostumbró a vivir entre nosotros.

El crimen organizado ha escalado sus acciones. Busca descarrilar el proceso de construcción de paz, porque teme la paz por sobre todas las cosas. La guerra de Calderón y Enrique Peña Nieto, que jamás afectó su negocio —la droga nunca dejó de pasar al norte; los dólares y las armas, al sur— le dio un poder que se rehúsa a perder. Paradójicamente, lo mismo sucede con fuerzas políticas y sectores de la milicia a los que la violencia del Estado dio posición y fortuna. A los estadunidenses, en tanto que ellos ponen las armas y no los muertos, la guerra también les conviene.

A fuerzas poderosas e históricamente antagónicas las une hoy un mismo propósito: imponernos la guerra, sin importarles el dolor que provocan. Por los 250 mil muertos, por los 60 mil desaparecidos, por la víctimas inocentes de Bavispe, por las que desgraciadamente faltan por caer, es que AMLO debe persistir en su plan de paz y los ciudadanos no debemos doblegarnos. Solo habrá paz si se impone la razón sobre la fuerza, si de raíz se combaten las causas de la violencia.

@epigmenioibarra

Fuente: Milenio

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