La importancia de llamarse México

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Por Gerardo Lozano
“En los asuntos de suma importancia, el estilo y no la sinceridad, es lo esencial”.— Óscar Wilde

No hay encuentro más importante para la diplomacia mexicana que el de esta semana, cuando el presidente en turno se reúne con los embajadores y cónsules de México en la Cancillería para dictar los lineamientos de política exterior del año que empieza.

La reunión anual de embajadores y cónsules sirve no sólo para que éstos regresen a México y se empapen de lo que sucede en el país, sino también para revisar el trabajo que nuestros diplomáticos de carrera y los de “a la carrera” han hecho en las misiones que dirigen y, claro, para ventilar diferencias entre los excancilleres, el plato fuerte de estos encuentros.

 

Mucho ha acontecido desde que en enero de 2013 Peña Nieto se reuniera con los embajadores y cónsules de México, aún todos nombrados por Calderón. Hace un año, Peña Nieto debía explicar qué significaba el regreso del PRI. La misión para los embajadores era transmitir al mundo que había un “nuevo PRI” en el poder, uno democrático, uno que había aprendido en la oposición y que regresaba a gobernar un México distinto, con oportunidades. Un año después, en el 25 encuentro anual hay un nuevo panorama.

El 2013 fue un muy buen año para Peña Nieto, lo cual no equivale a decir que haya sido un muy buen año para México. El presidente podrá decirle a los embajadores que el primer año de su gobierno sí fue el “Mexican Moment”: el año de las reformas que parecían imposibles, el año de las “grandes transformaciones”, el año en que, como dice el mensaje de fin de año del gobierno federal, “México se atrevió a despegar”, aunque aún falte ver cómo será el aterrizaje. El año de la comunicación, de la propaganda, pero el año que necesariamente necesita contrastarlas con la realidad.

En su mensaje a los embajadores, Peña Nieto no podrá hablar de buenos resultados económicos. Todo 2013 la economía mexicana tuvo un pobre crecimiento de apenas 1.2%, mientras que las economías de países similares tuvieron un buen año, como Chile (4.8%), Brasil (2.3), Argentina (5.5) , India (4.8), China (7.8). Incluso Estados Unidos cerró con un 2%. Por ello, el mensaje del presidente a los embajadores deberá llevar las palabras “confianza” y “paciencia”. Confianza y paciencia porque hay que esperar a que las reformas aprobadas surtan efectos y hagan que la economía mexicana crezca en 2014. Un voto de confianza nada fácil, pues el presidente tendrá que pedirle a nuestros diplomáticos que el optimismo que transmitan en el exterior omita la frase “leyes secundarias”, que todavía falta aprobar para que reformas como la energética o la de telecomunicaciones sean instrumentadas, o palabras como “imperio de la ley”, para que reformas como la hacendaria y la fiscal rindan lo esperado.

El presidente también omitirá hablar de temas concretos y explicar por ejemplo por qué el Secretario de Hacienda ha decepcionado a propios y extraños, por qué se esperaba tanto de Luis Videgaray y éste no ha podido demostrar el porqué de su nombramiento. En temas de política exterior, tampoco podrá explicar hacia dónde va la relación con Estados Unidos, ni cómo podrá relanzarse la imagen de México en el exterior con tan deficientes resultados en la política cultural desdibujada y sin rumbo que dirige Rafael Tovar y de Teresa.

El presidente tampoco podrá decir mucho sobre el objetivo que se propuso en enero de 2013: lograr un México en paz. La violencia continúa y la estrategia de combate al narco sin cambios sustanciales. La Policía sigue siendo ineficiente y con redes de corrupción en los estados, la confianza ciudadana en las instituciones de seguridad persiste, salvo para el Ejército como revela Latinobarómetro, el sistema de procuración de justicia se reforma lentamente y en concreto México sigue siendo el mismo país violento que en 2012, aunque se haya logrado que la prensa mexicana y la internacional dejasen de hablar del tema como antes.

Los medios internacionales aman hablar del “país del momento”, el país que pueden pregonar con el poster boy, como receta de desarrollo. Los medios también aman los comebacks. México está de moda y el regreso del PRI ha construido hasta ahora una narrativa de novela.

Como en la comedia de trivialidades “La importancia de llamarse Ernesto”, de Óscar Wilde, el presidente Peña Nieto, como Gwendolyn, pedirá que el nombre de México sea sinónimo de formas, de mentiras piadosas, de falta de sinceridad, todo sea por la importancia de llamarse México.

Fuente: El Siglo de Torreon

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