Francisco, ¿un fenómeno mediático?

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Los expertos dirán que en las cuestiones de fondo, en los pronunciamientos doctrinales poco y nada ha cambiado respecto de sus antecesores. A pesar de ello, Francisco se ha ganado el favor de los medios y de los periodistas y, por añadidura, de grandes masas.

 

Por Washington Uranga*

La revista Time dedicó su portada a Francisco y lo declaró personalidad del año. La publicación norteamericana justificó su elección “por haber trasladado el pontificado del palacio a las calles, por comprometer a la mayor religión del mundo a enfrentar sus necesidades más profundas y equilibrar el juicio con la misericordia”. ¿Es el Papa un fenómeno mediático?  Lo qué se puede afirmar sin temor es que el argentino Jorge Mario Bergoglio, en menos de un año de pontificado, ha tenido la capacidad de poner a la Iglesia Católica en el centro de la escena comunicacional y los temas eclesiásticos en la agenda de los principales medios de comunicación del mundo.

 

Francisco es muy distinto de Juan Pablo II, quizás el primer Papa que irrumpió como “star” en el tiempo de la comunicación globalizada. Karol Wojtyla apoyó su resonancia popular en la religiosidad de masas y en el hecho de ser originario de un país periférico de la órbita comunista en un tiempo en que apenas se descongelaba la situación del mundo bipolar. Bergoglio en cambio, es un papa “venido del fin del mundo” –como a él mismo le gusta decir– pero que vive a pleno y con inteligencia el mundo de la comunicación global.

 

Francisco, que es un estratega de la Iglesia y de la política, sabe manejarse con los medios de comunicación, aunque durante todo su ejercicio episcopal en Argentina ha sido reacio a relacionarse con la prensa. Ahora, en la condición de máximo líder de la Iglesia Católica –lugar en el que confiesa estar “alegre”– selecciona los interlocutores y, como se lo reconocen varios, es un hábil constructor de mensajes en pocas palabras, como si estuviera elaborando frases para el mundo digital o titulares para la prensa.

 

Para ello elige utilizar el lenguaje sencillo y directo en sus manifestaciones públicas. Habla de manera que pueda ser entendido por las grandes mayorías y, al mismo tiempo, aborda temas que están en el rango de preocupaciones de las personas sencillas, así sea para oponerse en algunos casos al criterio que parece instalado en la sociedad. Quienes se manejan a su lado reconocen que el Papa asume que sus mensajes a través de los medios son una herramienta de evangelización. Lo demostró en su visita a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud, donde se dio un “baño de masas”, pero también en sus periódicas alocuciones en el Vaticano.

 

Lo señala también el teólogo y ex sacerdote católico Leonardo Boff cuando afirma que “su discurso es directo, explícito, sin metáforas encubridoras como suele ser el discurso oficial y equilibrista del Vaticano, que pone el acento más en la seguridad y en la equidistancia que en la verdad y en la claridad de la propia posición”(1). A quienes lo conocieron y lo trataron en Buenos Aires, todavía les resulta difícil comprender la transformación del adusto y hasta por momentos triste cardenal Bergoglio, que también usaba un lenguaje poco menos que indescifrable, para convertirse en este Francisco directo y alegre.

 

Pero a esta comunicación de cara a las masas, el papa Bergoglio le agrega también otras formas complementarias. Sus documentos son sólidos y doctrinariamente consolidados. Sin rupturas tampoco con la ortodoxia doctrinal. Entre el mensaje por momentos intrincado de los documentos y la comunicación dirigida a las grandes masas se ubica también una instancia intermedia: los reportajes concedidos a la prensa, algo poco habitual en los pontífices romano católicos. Un buen ejemplo de ello son las entrevistas concedidas a Andrea Tornielli del diario italiano La Stampa y del sitio Vatican Insider, o la ofrecida al sacerdote y periodista Antonio Spadaro, de la revistaLa Civiltà Cattolica, o la primera otorgada al director del diario La Repubblica, Eugenio Scalfari, después de un intercambio de cartas entre ambos. Todas ellas son ejemplo de un lenguaje cuidado, que tiene en cuenta los detalles, que no elude los temas y en los que el Papa pone en evidencia su capacidad dialéctica para salir de cuestiones intrincadas, responder a las preguntas, pero al mismo tiempo no apartarse de aquellos temas que son permanentes en su agenda.

 

Parte esencial de los mensajes de Francisco son también sus gestos que repercuten en los medios y en los comunicadores, muchos de ellos acostumbrados a una ritualidad eclesiástica demasiado instalada en las formas y anclada en moldes del pasado. A la vez que seduce y entusiasma, Francisco comunica con la austeridad de su vida y la sencillez de sus gestos. De cara a la sociedad el Papa ha manifestado su rechazo a una “iglesia autorreferencial”.

 

Prefiere, afirmó, una iglesia que corra riesgos, que se equivoque, pero que esté abierta, en diálogo y al servicio de la sociedad. Y ha insistido en la necesidad de la “opción por los pobres”, la versión latinoamericana de la lectura del Evangelio. Genera acontecimientos para remarcar esa opción. Fue a Lampedusa a encontrarse con los inmigrantes ilegales y en su visita a Brasil privilegió a los pobres y a las expresiones de religiosidad popular. “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo geográficas, sino también las periferias existenciales”, dijo. A los obispos les pide que sean austeros y construyan una “iglesia pobre”. Todo esto es parte integral de su estrategia comunicacional.

 

Los estudiosos de sus mensajes dirán, sin embargo, que en las cuestiones de fondo, en los pronunciamientos doctrinales poco y nada ha cambiado respecto de sus antecesores. A pesar de ello, Francisco se ha ganado el favor de los medios y de los periodistas y, por añadidura, de grandes masas.

 

Pero ¿Francisco es solo un fenómeno mediático?  Todo indica que no. El papa Bergoglio parece decidido a cambiar la relación de la Iglesia Católica con la sociedad, así sea retomando los principios fundamentales del Concilio Vaticano II. Se manifiesta también dispuesto a modificar las formas de gobierno de la propia Iglesia, avanzando hacia una perspectiva más sinodal y asamblearia. Desde una perspectiva “pastoral” quiere una “Iglesia pobre y para los pobres” con “obispos con olor a ovejas”. Estas manifestaciones y sus propios gestos preocupándose por los excluidos de todo tipo o participando activamente en las negociaciones por la crisis en Siria, son parte de una estrategia de acción que incluye lo comunicacional, pero que va mucho más allá del simple fenómeno mediático.

 

Todavía no se ha cumplido un año de pontificado. Habrá que seguir aguardando entonces los nuevos movimientos y el desarrollo de la acción papal para sacar conclusiones definitivas. ¿Seguirá Francisco siendo un “fenómeno mediático” si su discurso entra en contradicción con los intereses económicos, políticos y culturales de las grandes corporaciones mediáticas globales?  ¿Hasta cuándo?  ¿Dónde está el límite?

 

* Washington Uranga, periodista argentino, es docente universitario e investigador de la comunicación. Editorialista del diario Página 12 (Buenos Aires, Argentina), director de la Maestría en Comunicación Institucional (Univ. Nacional de San Luis, San Luis, Argentina).

 

Nota:

(1) http://leonardoboff.wordpress.com/2013/12/31/el-papa-francisco-y-la-economia-politica-de-la-exclusion/ 31.12.2013.

 

* Este texto es parte de la Revista América Latina en Movimiento, No. 492 de febrero de 2014, sobre el tema “Francisco y los signos de los tiempos” –http://alainet.org/publica/492.phtml

 

 

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