Firmar por la consulta: un acto de insumisión

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Por Epigmenio Ibarra

Yo no soy de aquellos que piensan que oponerse a cualquier tipo de gobierno, por el solo hecho de tratarse de un gobierno, aunque sea legal y formalmente constituido, es la obligación de quien se precia de ser libre. No todos los gobernantes ni todos los gobiernos son iguales. Hay quienes sirven al pueblo y quienes se sirven de él. A los primeros hay que apoyarlos, junto a ellos hay que luchar; a los segundos, en cambio, hay que oponerse. Con unos y otros, sin embargo, debemos ser implacables.

Considero uno de los actos de insumisión más radicales de mi vida el apoyar al gobierno de la cuarta transformación. Estuve con Andrés Manuel López Obrador cuando, como luchador social, recorría el país. Estoy con él ahora que es Presidente. Voté para que entrara a Palacio Nacional. Estaré con él, pase lo que pase, para garantizar que se quede ahí y cumpla con el encargo que le dimos hasta 2024.

Y como lo que le encargamos fue cambiar de régimen y transformar al país, asumo —sin pedir nada a cambio— la responsabilidad que me toca en esta tarea monumental que, para cumplirse, ha de ser obra de millones de personas. Por esto escribo, por esto confronto, con argumentos y firmeza pero con respeto, a los adversarios políticos, por esto asumo como causa personal, la causa colectiva, de llevar a juicio a los ex presidentes.

¿Y por qué a ellos? ¿Y por qué entre ellos —y principalmente— a Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto? Porque el primero, además de haber llegado a la Presidencia de manera fraudulenta, inauguró el saqueo a gran escala de la nación. Porque a Calderón (que se robó también la Presidencia) y a Peña Nieto (que llevó a niveles de escándalo la corrupción) los hermana la sangre inocente que derramaron y la guerra que uno impuso y otro continuó.

“El que castiga con razón —dice Sócrates en el Diálogo de los sofistas, de Platón— castiga, no por las faltas pasadas, sino por las faltas que puedan sobrevenir para que el culpable no reincida y su castigo sirva de ejemplo a los demás”. Si no queremos que a este país lo gobiernen de nuevo corruptos y criminales, hemos de conseguir que los ex presidentes sean sometidos al escarnio público, juzgados y castigados como se exhibe, juzga y encarcela a cualquier ciudadano que comete un delito.

Pacíficamente, con nuestros votos, se consiguió en 2018 la victoria. Para defenderla es preciso que actuemos hoy de la misma manera y cumplamos estrictamente con lo que establece la ley. Ya hicimos una petición al Congreso, buscaremos el aval de la Suprema Corte de Justicia a la pregunta que formulamos y las casi dos millones de firmas requeridas. Debemos presentar todo esto al Instituto Nacional Electoral, antes del 13 de septiembre, para que éste organice y celebre la consulta ciudadana y ésta tenga fuerza de ley.

Un crimen es eso: un crimen, lo cometa quien lo cometa. “No estamos preparados para estipular una norma de conducta criminal contra otros que no estemos dispuestos a invocar contra nosotros”, dijo en su alegato Robert H. Jackson, fiscal jefe en los juicios de Nuremberg. De esa enseñanza histórica hemos de abrevar. Hemos de ser implacables; juzgar a los mandatarios del pasado para establecer que se puede juzgar a los del presente y el futuro. Para que, como sucedió ya en 2018 con López Obrador, el que sea electo Presidente sepa que es solo el más humilde, el más obligado y el más vigilado de los siervos de la nación.

@epigmenioibarra

Fuente: Milenio

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