El que con el régimen se acuesta

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Ha llegado la hora, si queremos sanar a esta patria herida, de refundar la oposición; de redirigir sus pasos. De constituir una “Autodefensa Ciudadana”. A nosotros nos toca asumir la tarea.

Por Epigmenio Ibarra

No hay vuelta de hoja: pactar con el régimen, en cualquier ámbito de la vida pública, es someterse a su enorme poder corruptor. Nadie sale incólume. Nadie limpio.

Solo los ingenuos o quienes, sin confesarlo, aspiran realmente a ser sus cómplices en la repartición del botín creen que pueden cruzar ese pantano sin hundirse hasta el cuello.

Este régimen engulle a quien pretende domesticarlo, a quien con él se asocia. Pervierte lo que toca, a su imagen y semejanza lo transforma.

Eso le pasó al PAN, al de Gómez Morín y Manuel Clouthier, cuando fue la primera concertación de Diego Fernández de Cevallos con Salinas de Gortari.

También al PRD de los primeros años, al de los 600 asesinados, al que fue resultado de una izquierda que, pese a todo, decidió unirse para transformar al país.

A triste rol de comparsas se han visto reducidos ambos partidos. Sometidos están a la extorsión del régimen que conoce sus corruptelas, que las promueve, las solapa y las expone cuando le conviene.

Ha llegado, para los militantes honestos y patriotas de las dos organizaciones políticas, la hora de la definición.

Seguir los pasos de sus dirigentes, atados a sus compromisos, habrá de convertirlos, necesariamente, en víctimas del chantaje del régimen y, ya sea por acción u omisión, en cómplices de la traición y el saqueo.

Deben, esas mujeres y hombres, en todas las trincheras donde se encuentran, decidir y hacerlo pronto.

Uno a uno caen los mitos. Se desbaratan las promesas y se deshacen las esperanzas. Pírricas resultan las victorias de quienes creyeron que habían arrancado, por la vía de la colaboración en las reformas de Peña Nieto, conquistas fundamentales.

Tontos útiles, compañeros de viaje resultaron.

El rostro del viejo PRI se revela amenazador y cínico. Se necesita estar ciego para no verlo.

Bajar la testa ante él, permitir que apueste, con perspectivas de éxito además, a perpetuarse en el poder es lo que han hecho quienes con el régimen han pactado.

Olvidaron que este régimen no negocia; no está en su naturaleza hacerlo. No sabe del toma y daca que puede hacerse sin deponer principios y valores.

El régimen transa, arrebata y, a veces, distribuye migajas.

El régimen no hace política; compra, prostituye, coopta.

Mentiras han dicho a su militancia esos que con el pretexto de la conciliación y la búsqueda de consensos pavimentaron el camino de la traición.

Operación de compraventa resultó la suya con el régimen.

Mintieron también aquellos que pensaron que podían gobernar a quienes nos gobiernan.

Siervos resultaron del régimen.

Ha llegado la hora, si queremos sanar a esta patria herida, de refundar la oposición, de redirigir sus pasos. Es el régimen con el que hay que terminar, del que debemos defendernos.

Ha llegado la hora de constituir una Autodefensa Ciudadana. A nosotros nos toca asumir la tarea. No es con el régimen; es contra él.

Nadie más habrá de ocuparse de la defensa de los bienes de la nación. Nadie de procurar la paz con justicia y dignidad, de detener la masacre. Nadie de garantizar libertades y conquistas ciudadanas hoy de nuevo amenazadas. Nadie de poner fin a la corrupción y a la impunidad.

Hablo solo de armarse de valor y dignidad. De organizarnos. De deponer protagonismos, de desechar dogmas. Pacíficamente pero firmemente hemos de actuar.

Si cada quien lo hace por su lado, si lo seguimos posponiendo indefinidamente, lo perderemos todo.

“La nada tiene prisa” decía el poeta español Pedro Salinas y justo, me temo, en esas circunstancias es que estamos.

Poco importa a estas alturas de la tragedia nacional la ideología. No es un asunto de izquierdas o derechas. Tan jodidos estamos que basta con ser decente para ser revolucionario.

Es preciso darnos cuenta de que las banderas ideológicas se destiñen con la sangre y, sobre todo, ser conscientes de que este régimen ya ha derramado demasiada sangre inocente. ¿Cuántos muertos más? ¿Cuántas injusticias? ¿Cuántos robos y traiciones? ¿Cuántas mentiras? ¿Cuántos agravios del poder toleraremos?

No permitamos que el régimen continúe colocándonos en compartimentos estancos. Solo a él le conviene la división de quienes estamos en este país por la paz, la democracia y la justicia.

Insisto: basta con ser decente; solo con eso para no quedarse en casa con los brazos cruzados y la boca cerrada.

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