Dilma encara, Peña omite

0

Por Darío Ramírez*

La Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, estaba enojada durante el pronunciamiento de su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas. La mandataria tenía una mirada seria y postura rígida, mientras llevaba a cabo su participación. Desde el lugar que albergaba a la delegación de Estados Unidos, Barack Obama escuchaba con rostro serio uno de los discursos más fuertes que jamás le haya escuchado a un Jefe de Estado.

La diplomacia empleada por Rousseff se basaba en un ataque frontal como reacción al espionaje de las telecomunicaciones (como correo electrónico, teléfono, mensajes de texto) de la Presidenta brasileña, de sus interlocutores políticos y de Petrobras. La mandataria tomó la decisión –debido a la severidad del tema– de encarar a Obama y pedirle una explicación detallada de los actos de espionaje. Aseveró: “Gobiernos y sociedades amigas, que buscan consolidar una asociación efectivamente estratégica, como es nuestro caso, no pueden permitir que acciones ilegales, recurrentes, ocurran como si fueran normales”. Antes de su participación en la ONU, Rousseff había comunicado a Estados Unidos que cancelaba su visita de Estado programada para octubre.

El enfriamiento de las relaciones bilaterales entre Brasil y Estados Unidos se da después de las revelaciones en el programa de televisión “Fantastico”, de la cadena O Globo, de material que indicaba lo extensivo del espionaje de norteamericano a autoridades brasileñas. El material mostrado era parte de lo filtrado por el whistleblower, Edward Snowden.

Durante el citado programa, también se dio a conocer que el espionaje abarcaba a México. Se afirmó que la National Security Agency (NSA) había espiado las comunicaciones del entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto. La defensa vehemente de la soberanía brasileña contrasta con la tibieza mexicana. Apenas le alcanzó al gobierno mexicano para mandar una nota diplomática pidiendo explicaciones. Inverosímil la reacción de México. Como si el tema fuese menor, como si el quebranto de principios internacionales por el vecino del norte fuese algo que debemos de soportar sin reacción alguna. La ira brasileña contrasta con la debilidad mexicana.

La evidencia de las dos reacciones diplomáticas es un elemento más para el análisis sobre el desarrollo internacional de las dos economías más grandes de América Latina. Brasil apuesta por mandar un mensaje de independencia y defensa de su soberanía. Demanda respeto. México opta no encarar para no hacer olas. La soberanía puede esperar. Brasil opta por buscar respuesta a la pregunta ¿socios o rivales? México ni hace la pregunta.

Agradecer otra vez a Snowden no está de más. Su valentía de filtrar documentos clasificados ha servido para advertirle al mundo sobre el espionaje masivo de Estados Unidos. Actores como Brasil piden cuentas. Otros, como México, evaden encarar el tema.

El discurso de Dilma Rousseff en la ONU fue más allá de únicamente defender la soberanía de su país. Gracias a su visión de estadista, la Presidenta, identificó con claridad el tema central que se debía discutir: la regulación de Internet. Apeló a la neutralidad de la red. Demandó una protección irrestricta de la libertad de expresión. Exigió un régimen dónde se respete el derecho a la privacidad y otros derechos humanos en la red. Defendió el Internet y llamó a que no se convierta una herramienta de guerra. Esto respondiendo a la visión norteamericana que sugería que el espionaje era para la protección del pueblo norteamericano contra el terrorismo. Rousseff cerró afirmando: “no se puede violar derechos (como lo ha hecho Estados Unidos) para proteger derechos”.

* Darío Ramírez es director de Artículo 19, organización defensora de la libertad de expresión.

Fuente: Sin Embargo.

 

Comments are closed.