Usos y abusos de Deschamps

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Por Jorge Zepeda Patterson

Uno tendría que preguntarse dónde está la sensibilidad política que se le atribuye a Enrique Peña Nieto luego de tomarse una foto tan amable con Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato de Pemex, a propósito del aniversario de la expropiación petrolera. Vamos, el personaje es impresentable por donde se le mire. Después de Elba Esther Gordillo seguramente constituye el actor político más criticado del hit parade de la corrupción en nuestro país.

La medallita que el Presidente se puso al pecho tras el derrocamiento de Gordillo y su autocomplaciente discurso sobre la limpieza sindical, ha quedado bastante abollada luego de estas obsequiosas actitudes frente a Romero Deschamps.

No fue casual que tras el encarcelamiento de la líder del magisterio, las redes sociales exigieran enjuiciar a este charro sindical. Los excesos de su hija (y sus perros) en aviones privados, el regalo de un Ferrari Enzo de más de dos millones de dólares a su hijo, la exhibición de los préstamos absurdos de Pemex al sindicato, entre otras cosas, han puesto en la mira de la opinión pública a este siniestro personaje.

Y el tema no sólo es de corrupción personal; las prebendas que gozan los dirigentes y el clientelismo con el que operan para mantenerse en el poder, explican en gran medida la ineficiencia de Pemex cuando se le compara con otras empresas internacionales similares. El daño a la Nación es incalculable.

¿Por qué lo consiente Peña Nieto? El Presidente obtendría un enorme bono popular si reemplazara a Romero Deschamps. Ni siquiera tendría que someterlo a juicio, habría bastado con forzar una renuncia “por motivos de salud”. Para sus intereses habría sido muy conveniente retirarlo del aparador, sacarlo de la escena pública.

Se podría argumentar que el PRI no es desleal con quienes le han sido fieles. Y es evidente que Romero Deschamps lejos de abandonar al partido, como lo hizo Elba Esther, ha sido instrumento para canalizar dinero del sindicato a las campañas electorales. Pero no me parece una razón de peso (por más $pesos que incluya). El Presidente tiene intereses, no amigos. Allí está el abandono en el que se encuentra Humberto Moreira, ex presidente del PRI, ex amigo y mancuerna de Peña Nieto al inicio de la campaña. Muy probablemente esos endeudamientos de Coahuila que ahora tienen a Moreira en la picota, sirvieron en parte como apoyo financiero en campañas del PRI federales. Y sin embargo, el Ejecutivo no ha tenido empacho en deslindarse de alguien que puede dañar su imagen, independientemente de los favores que se le deban.

Las razones para sostener a Romero Deschamps están en otro lado. No es materia de lealtades. Romero se queda por el momento porque la reforma energética requiere del máximo control posible de los trabajadores de Pemex. Recordemos que son ellos quienes en algún momento pueden ser afectados por las modificaciones en el contrato laboral o por la pérdida de áreas de operación que sean contratadas con la iniciativa privada.

La lucha por la reforma energética desembocará en una batalla narrativa y de movilizaciones en el que el discurso nacionalista y de izquierda podría encontrar oídos atentos entre los cuadros obreros en Pemex. Los paros o protestas dentro de la propia paraestatal podrían poner de rodillas la propuesta de Peña Nieto aún antes de que nazca. Buena parte de la estrategia de López Obrador seguramente estará encaminada a despertar la animadversión de los trabajadores a la apertura de Pemex que busca el gobierno.

De allí la importancia estratégica de los líderes que controlan a la planta laboral. Y en el vértice de esa pirámide está Carlos Romero Deschamps. En cualquier otra circunstancia el viejo y cuestionado líder habría sido jubilado (en una jaula de oro, por supuesto). Pero hasta que el equipo gobernante no se sienta en control de los cambios constitucionales (primero) y operativos (después) Romero Deschamps parecería intocable.

El grupo que está en Los Pinos es eminentemente práctico. No permiten que ideologías o convicciones estorben sus propósitos. ¿Democracia y combate a la corrupción? Sólo cuando sirve para marcar puntos. Para nuestra desgracia muy pocas veces los actos democráticos coinciden con sus metas. Lo de Elba Esther fue más una excepción que la regla. Por lo general son los actos antidemocráticos los que refuerzan su poder. Como sostener a Romero Deschamps, por ejemplo.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

Fuente: Sin Embargo

 

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