Ponerse cera en los oídos

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Por Epigmenio Ibarra

Se nos acaba ya 2021. Tres años —con una pandemia de por medio y la crisis económica global que el virus trajo consigo— lleva ya de travesía Andrés Manuel López Obrador. Atado al mástil navega, con viento a favor y de tormenta en tormenta, pidiendo a la ciudadanía, a sus compañeras y compañeros de movimiento, a las y los funcionarios y miembros de su gobierno que hagan acopio de coraje, abran bien los ojos, se aseguren de no soltar los remos, de no perder el rumbo ni el ritmo y de ponerse cera en los oídos para no escuchar el canto de las sirenas.

Pese a sus muchos esfuerzos por provocar el naufragio del gobierno de la Cuarta Transformación, poco ha logrado la derecha conservadora. Miles de millones de pesos, centenares de miles de líneas ágata en la prensa, horas, días, semanas y meses enteros de comentarios, reportajes, montajes, entrevistas a modo en la radio y la tv, millones de mensajes en la red, todo les ha fallado.

Ahí sigue adelante, ampliando sus márgenes de aceptación ciudadana, el Presidente. Ahí vemos ahora a los rijosos del PAN, sentándose en la mesa a dialogar; y a los del PRI, renegando de su fe neoliberal. Ahí están también, haciendo el ridículo y malgastando el dinero que les da —a través de la USAID— la embajada de los Estados Unidos, las “agrupaciones de la sociedad civil” y los intelectuales orgánicos que hablan, sin que nadie los reprima y sin que nadie les crea —ni siquiera sus patrocinadores— de una supuesta dictadura.

En estos tres años se han sentado las bases para la transformación del país. Los programas del Bienestar comenzarán, en los próximos tres, a calar más hondo en la sociedad —ya, en medio de la crisis económica, salvaron del hambre a millones de familias—; al tener rango constitucional no podrán ser tocados por la oposición y la mayoría legislativa asegurará los recursos necesarios para su operación.

Pensiones para los adultos mayores, becas para personas con discapacidad y estudiantes de todos los niveles, apoyos directos a escuelas y programas como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro habrán de fortalecer en este país, al que el viejo régimen convirtió en una enorme fosa clandestina, el tejido social que, casi deshizo, la letal combinación de violencia, corrupción e impunidad imperantes en el pasado. No son limosnas, ni populismo; es justicia social, el único cimiento posible para la paz.

Desplegada por todo el territorio estará, antes de concluir el sexenio, la Guardia Nacional; y, ocupado en servir al pueblo con herramientas y no combatiéndolo con las armas en la mano, estará el ejército al que, más allá de los cambios profundos de mando, de misión, de doctrina, de composición de la fuerza y de orden de batalla que ya han ocurrido, habrá de transformar el haberse dedicado a construir algunas de las grandes obras de infraestructura, bienes de la nación de los que habrá de convertirse en guardianes.

López Obrador tiene perfectamente definida su hoja de ruta; por eso digo que se ha atado al mástil. No escatimará un segundo de su tiempo para hacer lo que las y los votantes le ordenamos en el 2018. Como salió del pueblo, al pueblo quiere cumplirle y luego al pueblo quiere volver al terminar su encargo en el 2024. (Lo hará antes, incluso, si los resultados de la consulta de revocación de mandato le son adversos.) ¿Y las y los ciudadanos que por él votamos? ¿Y quienes aspiran a sucederlo? ¿Seremos todas y todos capaces de acompañarlo en la travesía y de consumar, colectivamente, esta odisea ciudadana? Yo creo que sí. ¿Y tú?

@epigmenioibarra

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