Políticos homosexuales

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Por Marta Lamas

El avance de una comprensión distinta sobre la sexualidad humana se expresa en la cada vez mayor visibilidad social de lesbianas y gays. No sólo hay más presencia pública de las personas homosexuales, sino que día con día en programas de televisión y películas aparecen representaciones de los gays y las lesbianas como personas “comunes y corrientes”. En el campo jurídico fue crucial la resolución sobre igualdad ciudadana que la Suprema Corte de Justicia de la Nación hizo en 2015 respecto a que el matrimonio puede ser también la unión de dos mujeres o dos hombres. Sí, todas las personas, independientemente de su orientación sexual, tienen derecho a casarse y formar una familia.

Por todo eso en la actualidad se cree que la aceptación social de la homosexualidad es una cuestión de tiempo, ya que la evolución de las mentalidades parece inevitable. Sin embargo, algo que todavía no ocurre en México es la presencia de personas homosexuales en altos puestos gubernamentales. ¿Qué significa su notoria ausencia en el campo de la realpolitik? ¿Por qué, a diferencia de los países europeos, donde personas asumidamente homosexuales ocupan altos cargos, en México no hay un solo gobernador o secretario de Estado que se asuma públicamente gay? Esta falta de funcionarios de alto rango abiertamente gays es muy significativa, y tiene relación con el peso de las iglesias (la católica y las evangélicas) en la política nacional.

Las iglesias rechazan la homosexualidad por “antinatural” y alegan que sólo la heterosexualidad es “natural”, por la complementariedad procreativa entre mujeres y hombres. Si bien la procreación de un ser humano requiere insumos femeninos (óvulos) y masculinos (espermatozoides), una cosa es la fisiología procreativa y otra es el deseo sexual. Los seres humanos han rebasado con creces las limitaciones de su fisiología y nadie protesta porque lleven a cabo actividades tan “antinaturales” como volar por el espacio o comunicarse por teléfono. Al contrario, éstas se consideran un avance de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, no se visualizan otros avances científicos, en especial el conocimiento sobre la sexualidad humana y las técnicas de procreación asistida.

Ahora bien, es importante que altos funcionarios salgan del clóset, pues para combatir toda violencia física, moral y simbólica relacionada a la orientación sexual es necesario mostrar que la homosexualidad simplemente es otra vertiente del deseo sexual, que no impide ocupar las responsabilidades públicas más altas.

En México la homofobia persiste, y aunque el debate en torno al matrimonio igualitario y las familias homoparentales continúa, cada vez hay más claridad sobre algo básico: todos los seres humanos deberían tener los mismos derechos humanos, y uno básico es el de elegir pareja y formar una familia.

Expertos con una práctica clínica con familias homoparentales descartan que el supuesto daño psicológico que las criaturas podrían sufrir si se crían en ese tipo de hogar sea mayor que el que podrían padecer en una familia de progenitores heterosexuales. Además, pensar que la orientación sexual paterna y materna es garantía de salud mental es, precisamente, desdeñar muy convenientemente el hecho innegable de que familias con padres y madres heterosexuales también han estado produciendo psicóticos, criminales y personas con todo tipo de trastornos de la conducta.

Algo que los expertos psi (psicología, psiquiatría, psicoanálisis) sostienen es que la orientación sexual en sí misma no es buena ni mala. Que existan violadores de mujeres no significa que la heterosexualidad en sí misma sea patológica, y que existan curas pedófilos tampoco implica que la homosexualidad en sí misma lo sea.

La heterosexualidad no es garantía de nada, ni de funcionalidad familiar ni de salud mental, de igual manera que la homosexualidad tampoco es garantía de nada, ni de disfuncionalidad ni de patología. Lo ético en una relación sexual no radica en los órganos y orificios que se utilizan, sino en la relación de consentimiento y responsabilidad de quienes eligen relacionarse sexual y amorosamente. Igual, lo ético al formar una familia no es la orientación sexual de sus integrantes, sino las prácticas responsables y afectuosas que desarrollen.

Cada día hay más personas preocupadas por las repercusiones negativas que tiene la homofobia en la convivencia democrática. La visibilización de figuras públicas que se asumen como homosexuales contribuye a erosionar prejuicios. Aunque lentamente, ya algunos empresarios importantes empiezan a salir del clóset, sin embargo brillan por su ausencia los altos funcionarios gays.

Algo que ha sido estudiado mundialmente es que la orientación homosexual se encuentra repartida en todas las nacionalidades, todas las clases sociales, todas las religiones, todas las profesiones. Resulta muy sospechoso que en México no esté presente en el grupo de los altos funcionarios. ¿Será por el miedo a que la embestida eclesiástica trunque su carrera política? Todavía falta que se den cuenta de que asumirse públicamente les podría ganar el apoyo –y los votos– de muchísimas personas. ¡Cuánto nos falta todavía para, como ocurrió en Islandia, tener una presidenta lesbiana casada con su mujer!

(Este análisis se publicó en la edición 2116 de la revista Proceso del 21 de mayo de 2017)

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