Marcelo, a reinventarse

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Por Salvador Camarena

Marcelo Ebrard es un sobreviviente. Sobrevivió al manejo político del terremoto de 1985. Sobrevivió a la defenestración de su jefe y amigo Manuel Camacho Solís luego de que el ambiente se envenenara tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Sobrevivió a un oscuro partido satélite como lo fue el Centro Democrático. Sobrevivió a los recelos de la izquierda cuando se incorporó a ese entorno. Sobrevivió, por supuesto, al cese que le propinó Vicente Fox, luego de los linchamientos en Tláhuac. Sobrevivió durante un sexenio a la pugna entre López Obrador y Calderón. Y sobrevivió al News Divine, una de esas tragedias que en otros lados provocan la caída del Alcalde.

Hasta ahora, Ebrard siempre termina por “caer hacia arriba”; sin embargo, su nueva ruta requerirá de un arrojo que no mostró durante 2011, año en que permitió que Andrés Manuel se le impusiera, fecha en que quizá perdió su oportunidad para, más allá de sobrevivir, aspirar a tener un futuro por sí mismo.

Una de las claves de la supervivencia de Ebrard es que nunca ha jugado realmente solo. No se ha apartado de Camacho Solís, su maestro y tutor desde los tiempos de El Colegio de México, y en la carrera rumbo al 2012 supeditó sus intenciones a las del Peje, su ex jefe. Pero así como ante ellos ha jugado de manera leal, otros ex aliados le reprochan que los ha dejado colgados. A unos de esos, a “Los Chuchos”, quiere ahora enfrentar Marcelo en su intento por regresar al toma y daca político, en su nueva ruta hacia una supervivencia.

Ebrard era la carta de “Los Chuchos” en 2011 de cara a las elecciones del año siguiente. Rota toda interlocución entre Jesús Ortega y Andrés Manuel, desgastada también la relación del tabasqueño con otros como Zambrano, Carlos Navarrete y Graco Ramírez, el hoy ex Jefe de Gobierno llenaba el ojo de esta corriente del PRD en su intento de no dejar al Peje que se quedara de nuevo con la candidatura de las izquierdas.

Cuentan que el primer diferendo dentro de la alianza entre “Los Chuchos” y Ebrard fue cuando éste aceptó medirse a su antecesor en el GDF mediante una encuesta. Con todo, los líderes de Nueva Izquierda siguieron apostándole, al punto de que le organizaron un predestape y lo placearon todo lo que pudieron. Aunque con ventaja para AMLO, la encuesta arrojó resultados muy parejos. “Los Chuchos” presionaron para que Marcelo pidiera una nueva medición, y según ha trascendido éste accedió, pero al día siguiente, dicen unas fuentes, el entonces Jefe de Gobierno se echó para atrás y dejó de disputar la candidatura a López Obrador. Con eso, y con su decisión de no ir al Senado, se automarginó.

Ahora, con el reto a debatir que lanzó la semana pasada al Presidente Peña Nieto, Ebrard quiere posicionarse frente a su partido y ante la ciudadanía. El problema es que aunque es cierto que “Los Chuchos” han sufrido al interior del perredismo un desgaste por haber firmado el Pacto por México, también es cierto que la alianza de Nueva Izquierda con Miguel Ángel Mancera –juntos derrotaron a René Bejarano en el PRD-DF– puede galvanizarse precisamente ante el retorno de Ebrard.

Y por otra parte, Ebrard tendrá que batallar para reconquistar a sus simpatizantes, desencantados por la falta de decisión mostrada al no pelear más la carrera presidencial a AMLO.

Aunque tanto en el PRD como en el PAN las pugnas son ya un prólogo rumbo a las elecciones del 2018, no hay que olvidar que esa cita está muy lejos. Y que para llegar a ella se necesita de mucho tesón, aguante, astucia, de muchos y efectivos apoyos pero, sobre todo, se necesita mostrar decisión.

Marcelo ya tuvo hace tres meses una salida en falso en esta idea de regresar al protagonismo político. Tras sus críticas al Pacto por México surgieron cuestionamientos a las cuentas de la Línea 12 del Metro, obra emblema de su gestión. Si esos periodicazos eran fuego amigo o advertencia, no importa, lo relevante fue que Marcelo desapareció durante semanas luego de ese episodio. Signo desconcertante, sobre todo si recordamos que estamos ante un político que tendrá que rehacer su presencia mediática, pues lo suyo, a diferencia de Andrés Manuel, no es recorrer México de pueblo en pueblo.

Hoy, sin curul ni escaño ni puesto partidista, Marcelo quiere regresar a los reflectores. Es un superviviente, así que decretarle nulas posibilidades a su intento es además de miope un tanto mezquino. Sin embargo, es muy diferente el cálculo que alguien hace cuando quiere reservarse un plan B, al que se realiza al estar dispuesto a jugarse el todo por el todo.

Aunque en circunstancias completamente distintas, se puede decir que López Obrador y Felipe Calderón tienen en común el haber desafiado a Fox sin medias tintas. Uno enfrentó el desafuero, otro le renunció al Presidente guanajuatense. Lo que ambos lograron fue mucho más que sobrevivir. Con sus defectos o virtudes, terminaron por ser dueños de su destino. Lo hicieron sin padrinos, sin tutelajes y sin red de protección. Algo que hasta ahora no le hemos visto a Ebrard, quien sabe sobrevivir, pero que en esta ocasión, con un PRI que aprendió de sus errores, con un Miguel Ángel Mancera que no tiene por qué cederle el paso y con unos “Chuchos” que se quemaron la lengua con él, requerirá de mucho más que eso.

Fuente: Sin Embargo

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