Maquilla que algo queda

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Por Luis Javier Valero Flores

Pendientes aún los resultados de la estrategia de combate al crimen organizado y de fortalecimiento de la seguridad pública de la nueva administración federal, pareciera que su principal preocupación en esta materia es el mejoramiento de la percepción ciudadana sobre la inseguridad, para no hacer del tema de la violencia la parte central de las comunicaciones de su gobierno, y evitar que continuara como el problema número uno de las preocupaciones de los ciudadanos.

En realidad nunca lo fue; a lo largo del sexenio, si bien se mantuvo constantemente en el segundo lugar, el tema de la economía ocupó, por mucho, la principal preocupación de los mexicanos, en general, pero por lo menos en la mitad de las entidades las ejecuciones se convirtieron en el tema obligado de lo informado por los gobiernos estatales y el de Felipe Calderón, amén de que era el asunto más ventilado en los medios de comunicación, en aquellas localidades en las que el crimen organizado lo permitía.

Tal propósito se advirtió prácticamente desde el inicio de la administración. Por lo menos en el primer de gobierno las ejecuciones no formaron parte del discurso de ninguno de los funcionarios federales de primer nivel. La matazón continuaba en el país (debemos recordar que desde el 2012 la curva de homicidios en Chihuahua se mantiene a la baja, con picos alcistas, pero sostenidamente) y nadie del nuevo gobierno federal, para no romper su estrategia comunicacional, abría la boca para, por lo menos, darnos alguna esperanza y los medios de comunicación que llevaban la cuenta diaria de las ejecuciones la suspendieron.

La realidad se les impuso y a mediados de enero tuvieron que abordar el tema. Pero no se apartaron de su objetivo primario: Disminuir la percepción de inseguridad.

Así, la semana antepasada, en el Primer Encuentro Nacional de Comunicadores en Seguridad Pública, celebrado en Acapulco, con la participación de voceros y titulares de las secretarías de seguridad pública estatales y en el que participaron como oradores el asesor de la Presidencia Óscar Naranjo, el Subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de Gobernación, Roberto Campa y Eduardo Sánchez, Subsecretario de Normatividad de Medios, entre otros funcionarios, “sugirieron” que en los comunicados oficiales y en general en el discurso gubernamental, se evitaran términos como “ejecutado”, “capo”, “cártel”, “jefe de finanzas”, “lugarteniente”, “encajuelado”, “encobijado” y presentaciones en vivo de detenidos; y que, además, se trataba de evitar una percepción en la ciudadanía de “que los criminales son poderosos e incluso héroes imbatibles y al mismo tiempo generar más confianza en las instituciones de seguridad y procuración de justicia”. (REFORMA /Staff, 15 abril 2013).

Les pidieron que ya no mostraran a los detenidos junto a arsenales con una fila de policías encapuchados detrás, “que no aparezcan con chalecos antibalas, sino con uniformes más del diario”, les dijeron, así como evitar el uso de apodos y que los detenidos ofrecieran entrevistas a los medios de comunicación, porque, se dijo en la reunión, la estrategia de comunicación social en esta materia, aplicada por el gobierno calderonista, se le brindaba “más poder a los miembros del crimen organizado” pues se presentaban “como héroes ante sus propios cómplices o bandas criminales y es una estrategia que dificulta creer en los resultados que se tienen en el combate a la delincuencia organizada”.

Siendo correcta esta última parte, no porque se coincida en las razones, pues a los detenidos se les violan sus derechos cuando se les exhibe (y eso, eventualmente, puede ser la causa de que sean liberados, a pesar de ser responsables de los delitos que se les imputan), llama la atención a que crean que dejándole de llamar ejecución a un homicidio, o que ya se no diga a un cadáver encontrado que estaba “encobijado”, por esas razones se mejorará la percepción ciudadana acerca de la seguridad pública.

Esta mejorará cuando el número de “episodios homicidas, cometidos con armas largas, prohibidas para su uso por civiles” disminuya; y también cuando ya no encuentren “cadáveres, con evidencias de que la causa de muerte obedece a violencia extrema y se les haya descubierto envueltos en un tramo de tela usada cotidianamente para abrigarse en noches de mucho frío”.

O cuando ya no encuentren “cadáveres ocultos en la parte trasera de los automóviles, usadas preferentemente para trasladar equipaje, que generalmente se le llama cajuela”.

¿Qué les parece el nuevo lenguaje? ¿Habrá contribuido a la disminución de la violencia?

¡Qué cosas!

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