La crisis del régimen

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Por Juan Antonio Molina

Curzio Malaparte escribió en 1931 un libro titulado “Técnica del golpe de Estado” donde sostiene que un golpe de Estado solo requiere la participación de “mil técnicos” que actúan bloqueando todas las capacidades del Estado al que se golpea y difundiendo noticias no siempre veraces que mantienen en la neutralidad a la mayoría de la población o las hacen aceptar pacíficamente la nueva situación como irremediable.

Es la estrategia de Milton Friedman para implantar el neoliberalismo económico: “… desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable”. Todo ello encaminado a someter el bien público a la almoneda controlada por la avaricia de unas minorías y que requiere anular todo instrumento de autodefensa social. Maquiavelo ya advertía al príncipe que para conquistar un nuevo reino había que arruinarlo previamente.

La derecha utiliza la crisis, esa necesidad de adaptación de las “democracias al mercado”, para imponer una profunda reforma ideológica del Estado. “Reformas estructurales” que no atacan las causas últimas desencadenantes de la crisis ni sus excrecencias indeseables sino que consolidan la desigualdad y el autoritarismo como formas permanentes del sistema.

Ya adelantaba premonitoriamente Norberto Bobbio que el Estado burgués supedita su capacidad de respuesta a ciertos límites económicos que presenta como “insuperables”: crisis fiscal, inflación, prioridad en obras, falta de recursos, endeudamiento externo, etc, cuya inercia servía al padre del neoliberalismo económico, Milton Friedman, para entender que la atmósfera de crisis a gran escala ofrecía  los pretextos necesarios para desestimar los deseos expresados por los votantes y entregar las riendas del país a los tecnócratas económicos.

La derecha, exultante, recuerda la famosa frase de Elías Canetti: “no se puede respirar, todo está lleno de victoria.” Se produce el gran fraude cívico de la ocultación: hacer lo que se dijo que no se haría y no hacer lo que se dijo que se haría. Y, sin embargo, en la crisis más aguda del capitalismo, la izquierda es débil porque su base social la percibe como una pálida variante del libretto de la derecha. Luciano Bardi, codirector del Observatorio sobre Partidos del Instituto Universitario Europeo, afirma que “los partidos progresistas sufren desde hace ya tiempo el conflicto entre tener una actitud considerada como responsable u otra que responda a las expectativas de sus bases electorales”.

Es el complejo tecnocrático de la izquierda que Marc Stears, profesor del departamento de política de la Universidad de Oxford, subraya cuando dice que “los partidos de izquierda se han desconectado de las bases. Se han quedado atrapados en una dimensión técnica que no moviliza a nadie.”

El concepto de “partido de gobierno” en la socialdemocracia ha llevado a un proceso de adaptación que consideraba como virtud dotarse de una gran dosis de inmunodeficiencia metafísica, de tal manera que su objetivo, más que transformar la realidad, fuera gobernarla sin gabelas ideológicas. Las ideas ya no fueron entendidas como principios que estuvieran presentes en la realidad asegurando la armonía y la coherencia del todo, configurando una racionalidad amplia y sistemática.

Esto conlleva que la crisis económica se haya convertido en una crisis sistémica en la que el régimen se refunda sobre una realidad impuesta que, a su vez, supone la fines realitas de la ciudadanía como portadora de derechos y libertades cívicas. Esta ciudadanía paulatinamente y como consecuencia, sólo podrá identificarse con propuestas políticas que surjan fuera de un régimen que limita su bienestar material y sus libertades democráticas y sociales. Y la izquierda no deberá estar en un lugar distinto al de la mayoría social.

Fuente: www.NuevaTribuna.es

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