Internet y los libros

0

Por Víctor Orozco

Bueno es que se inauguren ferias de libros, porque éstas ayudan a que muchos los conozcan y eventualmente los compren y los lean. Y si lo hacen de seguro se darán cuenta que el libro es como abordar una máquina del tiempo, que nos lleva a todos los confines y a todas las épocas. Que conserva y trasmite los saberes viejos y trae noticia de los nuevos. Por eso, siempre han sido más fuertes y sólidos aquellos pueblos en los cuales se practica la lectura a todas horas y en todas partes.

Si pudiésemos hacer que la inmensa mayoría leyera, sobre todo los jóvenes, tendrían México y Chihuahua más ideas, más inspiraciones, un más potente cerebro colectivo para generar iniciativas, inventos, innovaciones. También, una sociedad segura de sus herencias e identidades, con ciudadanos participantes, amantes de sus derechos, en vez de súbditos inclinados.

En realidad, pocas aficiones y actividades pueden ser tan fructíferas como la lectura y también pocas pueden entregar a sus practicantes mayor deleite por tanto tiempo. Un buen libro, brotado de una pluma sabia y bien provista para elegir las palabras mejores y de mayor acomodo entre sí, es un venero que nunca se agota.

Está allí, permanece y nos convida agua fresca cada vez que regresamos. Puede ser una emoción, puede ser una inspiración, puede ser un conocimiento y también una buena dosis de gozo. Y recordemos, como decía Charles Chaplin que un día sin risa es un día perdido.

Pongo un ejemplo chispeante. Cuando cursaba la materia de literatura española, con Concepción Hayashi, una maestra de Chihuahua que condujo a muchos, al través de muchos años por los caminos de la lectura, nos hizo leer El Quijote del cabo al rabo. Recuerdo un pasaje que entonces provocó carcajadas en el puñado de adolescentes. Lo traigo ahora:

(Ubico solo el antecedente: Don Quijote regresa a casa apaleado y vapuleado, preso en una jaula en el que lo han puesto sus amigos el barbero y el cura, haciéndole creer que ha sido víctima del encantamiento de un genio maligno. Tras la carreta montan los dos personajes y Sancho Panza, el fiel escudero, quien no obstante su credulidad en las locuras de su amo, es al mismo tiempo el campesino taimado y socarrón de todos los tiempos. Ante sus quejas, recibe la reprimenda del barbero):

“—¡Adóbame esos candiles! —dijo a este punto el barbero—. ¿También vos, Sancho, sois de la cofradía de vuestro amo? ¡Vive el Señor que voy viendo que le habéis de tener compañía en la jaula y que habéis de quedar tan encantado como él, por lo que os toca de su humor y de su caballería! En mal punto os empreñaste de sus promesas y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis.

—Yo no estoy empreñado de nadie —respondió Sancho—, ni soy hombre que me dejaría empreñar, del rey que fuese, y, aunque pobre, soy cristiano viejo y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores, y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puedo venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula, y más pudiendo ganar tantas mi señor, que le falte a quien dallas. Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero, que no es todo hacer barbas y algo va de Pedro a Pedro. Dígolo porque todos nos conocemos, y a mí no se me ha de echar dado falso. Y en esto del encanto de mi amo, Dios sabe la verdad, y quédese aquí, porque es peor meneallo”.

Algunos dirán y ¿Para que los libros, si podemos teclear una pregunta y tenemos cien respuestas en un instante? Pues… para poder hacer las preguntas. La red está llena de contestaciones, pero sólo las entrega a los que tienen interrogaciones. Los otros, se quedan paralizados, allegándose apenas lo superficial, lo trivial o frívolo. Para aprovechar el internet, tenemos que leer.

Cierto es que hoy, sin salir de nuestra casa podemos consultar inacabables fuentes de información, que cada día crecen de manera exponencial.

No pasará largo tiempo, tal vez los de mi generación logremos verlos y aún usarlos, (he padecido siempre de un insensato optimismo) habrá sistemas electrónicos que nos permitan acceder a cada uno de los 25 millones de libros que alberga la Biblioteca Británica o los 30 millones de la Biblioteca del Congreso o quizá podamos ver en versión digital a los millones de documentos del Archivio Segreto Vaticano y de la Colección Lafragua de la Biblioteca Nacional.

Esto es, a nuestra disposición se encuentran miles o millones de ladrillos de las más variadas formas y contexturas para levantar la casa, pero el resultado último, su funcionalidad, su disponibilidad para acogernos y sobre todo su belleza dependen del genio del arquitecto-escritor.

Y tales virtudes sólo las encontramos en el libro, que venga con el atractivo de sus olorosas páginas en papel o con la velocidad del electrónico, seguirá siendo el gran acompañante de nuestras vidas, llevando a los demás avisos de nosotros mismos. Pues, así como se conoce a los individuos por sus amistades, también se les puede conocer por lo que leen.

Dime que lees es lo mismo que decir dime con quién te juntas, para saber quién eres.

Termino con unos párrafos de la “Oda al Libro” de Pablo Neruda:

“Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
¿Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria”.

————–

Palabras del doctor Víctor Orozco en la inauguración de la Feria del Libro de Ciudad Juárez 2012, el viernes 21 de septiembre de 2012 (texto tomado de su muro en Facebook).

Comments are closed.