El bloqueo de EU golpea la salud de los cubanos

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Por Blanche Petrich 

Cuando la pandemia del Covid-19 empezó a golpear duramente en Cuba, el gobierno intentó adquirir vía la comercializadora china Alibaba 100 mil cubrebocas y 10 mil paquetes para diagnóstico del virus. Debido a las leyes del bloqueo estadunidense que datan de los años 60, la compra de materiales tan básicos no se pudo realizar y el país caribeño tuvo que recurrir a otros vendedores, a precios más altos.

Sólo en este tipo de materiales la nación tuvo una afectación de mil 670 mil dólares, al tener que adquirir estos insumos a mayor precio, según una investigación de Lisset Robaina, citada en un estudio de reciente publicación de Oxfam.

Equipo médico y ventiladores para la atención de pacientes en terapia intensiva de las fabricantes suizas IMT Medical y Acutronic Medical Systems no pudieron llegar a la isla luego de ser adquiridas por la estadunidense Vyaire Medical Inc. Otros aspectos extraterritoriales de la sanción impidieron hacer transferencias monetarias a Cuba, lo que imposibilitó la colaboración de MediCuba-Suiza y la asociación Suiza-Cuba con entidades médicas del país caribeño.

Pero este castigo a todas las adquisiciones de insumos para la salud se mantienen invariables desde hace décadas. “El embargo contra Cuba –lo describe el mismo gobierno estadunidense, en un documento de su contraloría– es uno de los conjuntos más completos de sanciones impuesto a cualquier nación, incluidos los demás países designados por Washington como promotores del terrorismo”.

Generaciones enteras de cubanos han vivido dentro de este cerco comercial y económico que Dwight Eisenhower imaginó como un plan eficaz para doblegar a la revolución cubana mediante el hambre, pero sin resultados hasta la fecha ni en el transcurso de las administraciones de 13 presidentes sucesivos en la nación del norte del continente.

El bloqueo no perjudica únicamente en la alimentación y en los insumos fabriles, tecnológicos y científicos. Golpea, y muy duro, a las personas enfermas.

En 2008 se informaba que cuatro niños cubanos, María Fernanda, de 5 años; Cyntia, 3 años; Mayuli, 8 años y Lianet, 5 años, esperaban ser operados del corazón en Cuba. Pero su hospital, el Cardiocentro Pediátrico William Soler, fue clasificado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos como “nosocomio denegado”, por lo que no pudo adquirir un dispositivo estadunidense llamado Amplatzer, vital para evitar el rechazo orgánico y efectivo para eludir intervenciones más riesgosas.

En la investigación publicada por Cubadebate no se informa qué sucedió con esas niñas, pero se enumera una fracción apenas de lo que son las gigantescas dificultades del sistema hospitalario cubano frente a las reglas del ya conocido como “el bloqueo más largo de la historia” y que hoy, en 2021, continúan sin cambio alguno.

Además, se describe cómo el Instituto de Oncología y Radiobiología no puede usar placas de yodo radiactivo en el tratamiento de mil 600 niños y adultos que padecen retinoblastoma (tumor congénito que crece en la retina). Tampoco tienen acceso al medicamento Temozolamide (temodar), citostático específico para el uso en neoplasias del sistema nervioso central que afecta aproximadamente a 250 pacientes cada año, de los cuales 30 suelen ser niños.

El Hospital Hermanos Ameijeiras no puede hacer tomografías a más de 5 mil pacientes, particularmente el angio-TAC, imprescindible ante patologías cerebrovasculares. Y así, la lista es interminable y crece con los años.

Mañana, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas discutirá y votará nuevamente la propuesta cubana a favor de poner fin a la política de ese bloqueo. Esta misma declaración se ha presentado ya 29 veces antes (desde 1992) y en todas las ocasiones ha ganado el apoyo de una gran mayoría de países, pero fuera del gesto diplomático, nada ha sucedido.

Fuente: La Jornada

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