Cuando el PRI tiene miedo

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¿Por qué el PRI teme a la reelección inmediata de legisladores?

Por Fernando Dworak

Las reglas políticas funcionan mejor cuando se conciben como neutrales. Es decir, en la medida que deben proveer garantías para la transmisión pacífica del poder donde nadie va a ganar o perderlo todo o para siempre, no se pueden hacer normas concebidas para favorecer a una facción o diseñadas para arrojar un resultado determinado. Hacer eso significaría darle ventajas a una facción sobre las demás.

Por otra parte, y en la medida que su modificación depende de una supervisión permanente entre los actores públicos con base en la prueba y el error, se necesita de una clase política que pueda acumular experiencia para saber qué modificar, en lugar de pretender reinventar el sistema político cada tres años, como ha sido el caso.

Si revisamos la gran mayoría de las propuestas de reforma política que se están discutiendo veremos los intereses y expectativas de quienes los presentan, los cuales además carecen de un ejercicio serio de prospectiva, antes de un arreglo neutral. Por ejemplo, hay quienes creen que la segunda vuelta le daría la ventaja a un candidato no-priista, asumiendo que panistas y perredistas votaran por el contrincante. En realidad es difícil imaginar cómo los partidos de izquierda y derecha no voten por el partido que les queda en el centro si su opción quedase fuera, salvo que hablemos de algún energúmeno antipriista a ultranza –y de esos al parecer quedan cada vez menos–.

Otra reforma que aparece una y otra vez en el debate es la reelección inmediata de los legisladores. El PAN dice apoyarla desde 1965, aunque nunca hizo algo serio para impulsarla en los 12 años que estuvo en el poder. El PRD prefiere no hablar del tema abiertamente. Y el lunes pasado, César Camacho Quiroz, presidente del CEN del PRI, dijo que su partido se oponía porque quitaría movilidad a la clase política y restaría posibilidades al surgimiento de nuevos cuadros. ¿Se sostiene esa afirmación?

Antes de comenzar conviene ver a la prohibición a la reelección inmediata de legisladores y autoridades municipales como lo que fue: uno de los pilares de la dominación del PRI. Es decir esta reforma aprobada en 1933 y que nunca le pasó por la cabeza a Francisco I. Madero, quien se opuso textualmente a la reelección de Porfirio Díaz, hacía que toda la clase política le debiera el puesto a una persona, frente a la cual le debían lealtad incondicional: el Presidente de la República.

Si era un arreglo vital para la supervivencia del sistema, el propio régimen se encargó de convertirla en un tema tabú. Como todo arreglo institucional, la posible restauración de la reelección inmediata de legisladores y autoridades municipales arrojará efectos esperados e inesperados, pudiendo los últimos ser accidentes afortunados o generar problemas. Eso es ineludible, toda vez que hablamos de una sociedad plural y compleja donde no todo se puede prever. Sin embargo, ninguno de los argumentos en contra se sostiene tras un análisis detenido. Veamos bajo esta óptica los argumentos de Camacho Quiroz.

¿Quitaría la reelección movilidad a la clase política?

La no reelección ha hecho que los partidos administren las carreras políticas, de tal manera que son ellos quienes determinan la rotación o no de los cuadros. De hecho alrededor del 88% de los legisladores que han ocupado una vez su puesto desde 1934 nunca vuelven a serlo: hablamos de una considerable pérdida de talento. Esta rotación imposibilita el seguimiento de las políticas públicas y la vigilancia al gobierno a lo largo del tiempo, dado que todo empieza desde cero cada tres años.

Hay quienes piensan que el paso de una Legislatura a otra, tanto federal como local, haría una carrera partidista. En primer lugar, las agendas son distintas en el nivel federal y el local, por lo que no hay seguimiento de los asuntos públicos. En el mejor de los casos, un Diputado o Senador que pasa por varias cámaras de manera continua puede especializarse en temas como la conducción de mesas directivas o quizás desarrollar más habilidades como operador. Tampoco puede haber especialización si, como sucede a menudo, pasan varios años en los que un legislador puede serlo.

En realidad, hay personas que han sido legisladores en varias ocasiones, pero representan una minoría poco significativa. Además, si un Diputado o Senador no sabe cuál será su próximo puesto sino hasta los últimos meses de su mandato, no tiene por qué dar valor a las actividades que conlleva su puesto –salvo, como en ocasiones sucede, que su partido lo haya puesto en ese cargo por su expertise técnico–. Por lo tanto, se preocupará más por mantener el apoyo de sus jefes políticos al ser disciplinado.

Para decirlo de otra forma, las carreras políticas basadas en pasar de una Cámara a otra no contribuyen a la institucionalización de las asambleas, a generar memoria histórica, a una especialización en el trabajo de comisiones o a establecer un vínculo electoral permanente entre votantes y representantes.

¿Restaría la reelección posibilidades al surgimiento de nuevos cuadros?

Con el argumento anterior esta pregunta casi se resuelve por sí sola: son los partidos quienes determinan quién va a entrar y no los ciudadanos.

En cualquier otra democracia un joven con ambiciones políticas sabe que tiene que hacer trabajo de campo y articular su liderazgo si desea que su partido lo voltee a ver. Ya de ahí tiene que competir constantemente para tirar a su rival en el distrito. Hoy un joven sabe que tiene que ser disciplinado hasta que le toque su turno –si a sus jefes políticos les interesa–.

Todos los políticos del mundo esperan permanecer el mayor tiempo posible en sus puestos. La diferencia que tenemos con otros países es que, si los representantes desean hacerlo, deben demostrar que son aptos para su puesto al competir repetidas veces por el mismo.

Entonces, ¿cuál es el problema del PRI?

El PRI nació y se mantuvo como un partido centralizado que administraba las carreras de sus miembros a través de la no reelección. Esa es la base del desmedido poder que hoy tienen gobernadores y algunas otras cúpulas partidistas. Eliminar esta prohibición hará que algunos tengan que ser más competitivos para permanecer. Otros desaparecerán. Por eso su interés en convertirlo en un tema tabú.

De ahí la necesidad de informarse y debatir sin prejuicios históricos. Si lo desean, pueden descargar un libro gratuito orientado a la divulgación sobre el tema aquí.

http://www.la.fnst.org/index.php/biblioteca-de-la-libertad/biblioteca-de-la-libertad-en-america-latina/item/51-para-que-se-queden-los-que-sirven-2da-edici%C3%B3n

Fuente: Sin Embargo

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