Chávez y Fox, las Antípodas

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Por Jenaro Villamil

Llegaron al poder casi al mismo tiempo: Hugo Chávez lo asumió en 1999 y Vicente Fox en el 2000. Ambos triunfaron electoralmente frente a la crisis de sus sistemas políticos: el chavismo venció al bipartidismo de COPEI y AD, el foxismo se alzó como el primer Presidente no priista en décadas. Y los dos eran populistas, término que generalmente sólo se utiliza para describir a los regímenes de izquierda.

El populismo de Chávez fue evidente. Fue un líder carismático en la clásica definición de Max Weber. El era el medio, el mensaje y el proyecto. Tomó la bandera de Bolívar y construyó un proyecto que llamó socialista, nacionalista y redentor de los más necesitados. Los formulismos democráticos lo incomodaban, pero venció en todas las elecciones y refrendos que promovió. Supo articular alianzas regionales y se convirtió en un nuevo eje sudamericano con Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay y Ecuador como principales aliados.

Aunque ahora lo niegue, Vicente Fox fue el prototipo del líder populista de derecha para México. El populismo de derecha también confía en el carisma del líder, por encima de las instituciones, y utiliza los medios y los desplantes del poder para generar consenso. Utilizó los símbolos religiosos en un país constitucionalmente laico y quiso extender su poder más allá de su sexenio. Bravucón, irreverente, Fox prometió acabar con las tepocatas y “las víboras prietas”, presumía su machismo, se burlaba de Salinas (recordemos cuando se colocó las orejas del ex mandatario priista en la Cámara de Diputados) y despreciaba a los priistas.

La gran diferencia entre Fox y Chávez no sólo fue ideológica o programática. La diferencia está en los resultados del liderazgo de cada uno y en los efectos sobre los sistemas políticos de México y Venezuela.

Fox fue bravucón en campaña e incapaz en el gobierno. Chávez no dejó de ser rebelde, irreverente y muy audaz en su enfrentamiento con los poderes regionales, pero se creció al castigo de sus adversarios.

Fox acabó secuestrado por los poderes fácticos y los cacicazgos que prometió combatir. En el 2002 cerró cualquier posibilidad de democratizar los medios con el “decretazo”, se hizo de la vista gorda ante el asalto de TV Azteca a Canal 40 en el episodio del Chiquihuitazo (“y yo por qué”), en el 2003 cedió ante el avance de los priistas, pactó con Elba Esther Gordillo a quien ya no defiende como su amiga, en el 2005 fue activo promotor del desafuero para evitar la candidatura de López Obrador, y en el 2006 acabó promulgando la Ley Televisa y consintiendo la polarización y la guerra sucia electoral de este año para frenar el avance de la izquierda.

El liderazgo y populismo de Fox se fueron diluyendo en la decepción generalizada por su incapacidad y la corrupción que afloró en su sexenio. Quiso ser el nuevo Madero mexicano y terminó siendo un empleado del Grupo Atlacomulco.

Chávez no democratizó el régimen de Venezuela, pero defendió un proyecto social y económico que benefició a la sociedad andina. La CEPAL reconoció que el chavismo disminuyó de 49.4 por ciento a 27.8 por ciento la pobreza de Venezuela entre 1999 y 2010.

Sus críticos dicen que tuvo suerte por el elevado precio internacional del petróleo. Lo mismo sucedió en México, pero los resultados fueron muy distintos. El panismo empoderó a 14 empresarios y a un capo del narcotráfico que se incorporaron a la lista Forbes. El chavismo rompió con la oligarquía blanca que mantuvo índices de pobreza y desigualdad enormes en uno de los países más ricos de América Latina.

El liderazgo de Chávez no se diluyó. Por el contrario, se fortaleció a pesar de los intentos golpistas reiterados, como el del 2002 o la huelga petrolera que paralizó el país. Chávez dio lugar al chavismo, un movimiento social que tendrá el reto de sobrevivir ahora a la muerte de quien concentró el poder en estos últimos 14 años.

No fue casual que Fox y Chávez se enfrentaran abiertamente. Ambos representaron las dos vías de desarrollo social, económico y político para América Latina.

Fox se subió varias veces al ring para pelear contra Chávez. Y éste no rehuyó a la provocación. “Cachorro del imperio” le llamó el venezolano al mexicano en el desencuentro de la Cuarta Cumbre de las Américas sobre el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en Mar de la Plata, Argentina.

En noviembre de 2005 las relaciones bilaterales estuvieron al borde de la ruptura. Fox llamó a cuentas al embajador venezolano en México, Vladimir Villegas Poljok. Y Chávez hizo lo mismo con el diplomático mexicano en Caracas.

El punto más álgido ocurrió en las elecciones presidenciales del 2006. Fox y la derecha empresarial mexicana metieron a Chávez en la contienda interna. Utilizaron abiertamente la guerra sucia mediática y el pánico moral para estigmatizar a López Obrador como un “peligro para México” utilizando el espantajo del chavismo.

No fue casual esta estrategia. Tanto los consultores españoles, vinculados al Partido Popular, como los norteamericanos contratados por el panismo tenían una obsesión ideológica: desaparecer la posibilidad de que la izquierda ganara electoralmente en México para evitar el “contagio” sudamericano.

Los resultados están a la vista. La presidencia de Felipe Calderón fue menos rijosa con Hugo Chávez, pero acabó retornándole el poder a los priistas en 2012. Del foxismo ya no quedan rastros ni siquiera en el PAN. Y el chavismo emerge ahora como un movimiento popular que deberá sobrevivir ante la incertidumbre de la sucesión presidencial en Venezuela.

Fuente: www.homozapping.com.mx

 

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