Y, ¿por qué no desarman a narcos?

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Por José Gil Olmos

Según medios afines a las fuerzas armadas, en sólo cinco días el Ejército Mexicano impuso la calma en la zona de Tierra Caliente, Michoacán, donde Los Caballeros Templarios instalaron un imperio de terror que provocó, en tres municipios aledaños a Jalisco, una rebelión popular.

Pero esa información no es del todo cierta, pues la situación en esa zona sigue siendo tensa y los habitantes de Buenavista Tomatlán, Coalcomán y Tepalcatepec no han entregado sus armas a los militares, de quienes dijeron desconfiar porque no conocen la región y menos a Los Caballeros Templarios, quienes se han adueñado prácticamente de toda la zona, rica en la producción de maderas, limón, aguacate y minerales.

Al hablar con habitantes de los tres municipios –productores de ganado, agricultores, comerciantes, autoridades y padres de familia–, lanzaron una pregunta directa: “¿Por qué desarman a los grupos de autodefensa ciudadana que sólo quieren dar seguridad a la gente, y no a los criminales que andan sueltos en ciudades como Apatzingán?”.

La pregunta repiqueteó en todos los poblados de Tierra Caliente donde hicimos largos recorridos y donde el Ejército llegó para desarmar a la gente, instalar retenes en las carreteras y hacer labores de seguridad pública, sin que hasta el momento se vean resultados tangibles, es decir, no hay un solo detenido de Los Caballeros Templarios, grupo que domina y controla la zona desde hace mucho tiempo.

Cansados de las extorsiones, secuestros y amenazas de muerte, los habitantes de Tierra Caliente cuestionan las acciones del gobernador interino de Michoacán, Jesús Reyna, y del presidente Enrique Peña Nieto, quienes dieron la orden para desarmar a los grupos de autodefensa ciudadana, que en los últimos días y meses han logrado expulsar de sus pueblos a los integrantes del crimen organizado, algo que en seis años no pudieron hacer policías estatales ni federales, y mucho menos el Ejército o la Marina.

Con toda legitimidad preguntan por qué las autoridades la emprenden contra ellos, que lo único que hacen es defenderse, en lugar de combatir a los criminales que todos los días les exigen el pago de cuotas por sus actividades económicas, entre ellas la cosecha de limón y aguacate, la extracción de minerales y la venta de carne.

Pareciera, dicen, que para las autoridades y el Ejército los malos son ellos y no los grupos criminales que están fuertemente armados y se andan paseando por las poblaciones, luciendo su dominio en las calles, plazas, cerros y montañas.

“¿Quién es el malo y quién es el bueno”?, inquieren cuando ven llegar a los soldados para quitarles las armas que los mismos pobladores han decomisado a los integrantes de Los Caballeros Templarios y que ahora usan para protegerse.

En los retenes instalados en los accesos de las tres cabeceras municipales y en algunos otros puntos, puede observarse a muchos jóvenes que participan en los grupos de autodefensa ciudadana. También hay adultos, sobre todo padres de familia, que tomaron la decisión de defenderse ante la ineficacia de los gobiernos municipal, estatal y federal para garantizar la seguridad que por ley están obligados a dar.

Algunos traen armas de alto poder que se niegan a entregar al Ejército. Dicen que si los desarman, los sicarios llegarán a matarlos con toda impunidad, porque los militares no son capaces de reconocer quiénes son los integrantes del crimen organizado y tampoco de identificar los lugares donde están escondidos. Además, desconfían de la “honestidad” de las autoridades que han sido infiltradas o están coludidas con el crimen organizado.

Ellos, los pobladores, saben quiénes son los halcones, sicarios y cabecillas de las células de la delincuencia organizada, y aunque los han denunciado, no han visto, hasta ahora, que se instrumenten operativos para desarmarlos, detenerlos y llevarlos ante la justicia.

En Tierra Caliente no ha habido, ni hay paz desde hace mucho tiempo. Con su sola presencia el Ejército no ha logrado bajar la tensión en esa zona, eso no basta, es necesario detener a los cabecillas de las bandas criminales y también a policías y autoridades municipales que están con ellos.

La pregunta de los habitantes de esa región es más que justa y va al corazón de todo gobierno y al mismo Estado. A quién desarmar primero: ¿A los ciudadanos que se auto protegen ellos mismos y a sus familias, sus casas y sus negocios legalmente establecidos, o a los grupos criminales que han impuesto su propio gobierno de terror a través de las armas?

Twitter: @GilOlmos

Fuente: Apro

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