¿Y nuestro Debate?

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Por Misael Máynez*

Debatir no puede ser una opción en una democracia que se jacte de serlo. Toda base de pluralidad encuentra sustento en debatir ideas para que las mejores salgan a la luz y se lleven a cabo. Debatir es el antídoto del control de ideas e información; debatir es la opción ideal para presentar propuestas, aunque hablar siempre abre flancos de ataque; no hablar amplía la brecha entre la realidad que tenemos y la que podemos tener: ¿por qué abríamos de dejar de debatir?

Aunque recién se llevó a cabo un debate entre los contendientes por la presidencia municipal de Juárez —y este sábado vendrá el de candidatos a gobernador—, debo manifestar mi descontento por el formato y la poca oportunidad de presentar propuestas. ¿Si lo realmente importante es conocer lo que cada candidato trae en sus planes, no es acaso lo más importante generar espacios donde nos hagan la presentación lo más profusa posible de las ideas?

En otras ocasiones he comentado que el debate es opacado de inicio al designar los candidatos por unidad en todos los partidos y no dar espacio al debate interno. En el proceso electoral la lógica del árbitro debe ser asegurarnos a los ciudadanos un contraste de propuestas tal, que nos ayude a dilucidar bien entre ellas.

Debe realizarse un debate menos rígido con tiempo suficiente para cada tema, ¿por qué no dar espacio a que hablen sólo del crecimiento económico, por ejemplo? ¿Cómo aceptar que los candidatos lleguen al debate y con desfachatez digan que mejorarán los salarios?, eso merece que se debata a fondo el cómo lo harán porque entre los mismos candidatos hay empresarios y no veo que ellos les dupliquen el salario a sus trabajadores. ¿Por qué habrían de hacerlo otros empresarios? ¿Qué incentivos tendrían? Insisto: Falta debate.

Entre los multicitados temas es la infraestructura urbana y el PMU, transparencia, rendición de cuentas y un largo etcétera que solo nos quedaremos con las ganas de saber cómo pueden responder en caso de ser electos a tan diferentes problemáticas.

Al no debatir todos esos temas asumimos un altísimo costo: quien resulte electo va a resolverlo como Dios le de a entender (o como más convenga a sus intereses) y nadie sabremos como lo hará hasta que esté sentado, lo cual será demasiado tarde si sus decisiones son contrarias al sentir de las mayorías.

Es en el debate donde debe decirnos cómo responderá a cada tema de la administración para evitarnos sorpresas posteriores, para tener elementos de evaluación, seguimiento, etcétera, pero parece que ese costo no lo entendemos, no lo alcanzamos a dimensionar o de plano ni nos interesa. Creo es muy arriesgado no tener idea a quien le damos las riendas de nuestro destino personal, familiar y social.

¿Ya todo está perdido? ¡Estoy seguro que no! Como en muchas otras entregas esta ocasión le reitero que por ahora lo que corresponde hacer es salir a votar y participar para que en siguientes procesos podamos exigir mayor debate al interior de los partidos y entre candidatos. O dígame usted, ¿no le gustaría saber cuál es el plan para atender a tanto ni-ni? O que le digan ¿cómo van a fomentar el deporte, qué apoyos van a recibir los angustiados padres de familia que tienen que financiar las competencias de sus hijos y para lo cual nunca de los nunca hay recursos? Insisto: Falta debatir.

Y si me paso a las campañas de diputados la carencia es la misma; no encuentro ni una sola propuesta digna de ser discutida. Todos se concretan a ofrecernos ser gestores para que arreglen los parques o las lámparas. Triste.

¿No hay acaso lucidez en la separación de poderes y entendimiento que deben proponernos cosas que desde ese poder ayuden a mejorar la calidad de vida?

Estoy ansioso por ver que la sociedad se involucre.  Con la mitad de la pasión con que se hacen filas por ir a ver el juego de los Bravos, lo cual sólo les dejará unos minutos de diversión; con la mitad de esa pasión en las urnas podemos construir un mejor presente para todos. ¿De plano no nos dará para entender eso? O “pior” aún, ¿tan desconectados estamos que de plano no importa el presente y mucho menos lo que pueda venir a nuestras próximas generaciones? Usted dígame, o no me diga nada. Mejor dígalo, grítelo, en la urna.

* Misael Máynez. Maestro de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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