Y Carlos Slim dijo “no”

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Antes del recurso desesperado de actuar como hacendados y “tirar línea a sus empleados” para votar en contra de “un populista”, algunos de los empresarios más encumbrados de México agotaron todas sus cartas en la partida por evitar la posible llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia en las próximas votaciones del 1 de julio. Primero financiaron un larga y sostenida “campaña negra” contra el tabasqueño, que no logró bajarlo en las encuestas; luego impulsaron la alianza PRI-PAN con Ricardo Anaya como candidato único, pero se toparon con el rechazo del presidente Peña, que el 17 de mayo pasado les dijo “no” y con la negativa de José Antonio Meade a declinar; y en su última mano, el grupo de empresarios, del Consejo Mexicano de Negocios, formado por nombres como Alberto Bailleres, Claudio X. González, Alejandro Ramírez y Eduardo Tricio, junto a las cámaras y consejos empresariales, buscaron al ingeniero Carlos Slim para que aceptara lanzarse como candidato de una gran alianza antilopezobradorista.

Fuentes que conocieron de primera mano la propuesta empresarial y también cercanas al Grupo Carso, confirman que hubo un encuentro, hace un par de semanas, en el que representantes de esas cúpulas empresariales le pidieron a Slim Helú que se enfrentara a López Obrador en la contienda presidencial como abanderado de una coalición de varios partidos. “Usted es el único que puede ganarle, ingeniero, y el único por el que aceptarían declinar otros candidatos”, le dijeron al hombre más rico del país, en la idea de que antes del 31 de mayo pasado aún podía darse la sustitución legal de candidatos de los partidos políticos.

Aunque Slim escuchó tranquilo la propuesta, su primera reacción fue casi parecida a aquella pregunta con la que el presidente Vicente Fox respondió en enero del 2003, cuando le preguntaron los periodistas si no intervendría en el secuestro de la estación transmisora del antiguo Canal 40 en el cerro del Chiquihuite por parte de Televisión Azteca: “¿Y yo por qué?”, contestó el entonces mandatario, y algo similar debió haber dicho Carlos Slim ante la petición de que se lanzara como “candidato presidencial emergente” en contra de López Obrador.

Sus compañeros empresarios y dirigentes de organismos cúpula le explicaron que su nombre y su imagen era la única que tenía en esos momentos el tamaño para detener el fenómeno lopezobradorista, que era casi un tema “patriótico” y que él como empresario podía defender los intereses y negocios de la clase empresarial que se sentía amenazada por un proyecto como el que enarbola el candidato de Morena. Pero otra vez el ingeniero se negó, adujo razones de edad y de salud que le impedían asumir un reto físico de esa magnitud, faltando poco más de un mes para las elecciones y agradeció la confianza que le mostraban sus colegas. “No se preocupe —le dijo entonces uno de los enviados para convencerlo— sólo necesitaríamos que usted cumpliera los dos años en la Presidencia y a partir de ahí nosotros nos encargaríamos de nombrar a un presidente sustituto que terminara el sexenio”.

De ese tamaño fue la insistencia, declinada una y otra vez por Carlos Slim, y también a ese nivel de desesperación y de alteración al que llegaron los empresarios mencionados en su intento de definir el sentido de la próxima elección presidencial de acuerdo con su visión particular y la defensa de sus intereses económicos.

Gobernadores del PAN, última carta del PRI. Las encuestas que esta semana se conocieron en los medios, tanto en prensa nacional como extranjera y que apuntalaron la idea de un crecimiento del puntero en la carrera presidencial, López Obrador, por arriba de la barrera del 50% de intención del voto, después del segundo debate presidencial, cayeron como balde de agua fría en los cuarteles de campaña del priísmo. Y a pesar de que hacia afuera el discurso sigue siendo de negación y no aceptación de las encuestas, y de que el PRI y su candidato, José Antonio Meade, siguen jugándose su resto y seguirán hasta el día de la elección, hacia adentro, en los cuartos de guerra de la campaña y del partido, cada vez está más clara la idea de que el “esfuerzo final” es más para salvar votación y presencia priísta en el Congreso y en los estados, que para un triunfo en la Presidencia, que ya se ve muy lejano.

En esa lógica, según afirman en la sede nacional del PRI, se preparan varios “golpes de efecto” en contra del Frente por México y de su candidato, Ricardo Anaya, con la idea de que Meade y los candidatos priístas aún pueden quitarle votación a la desdibujada coalición PAN-PRD-MC, y que la migración de votantes panistas que apoyaban a Margarita Zavala, que ya han documentado varios encuestadores hacia Morena, también podría beneficiar en parte al Revolucionario Institucional.

Por eso el llamado que ayer lanzara abiertamente en las páginas de El Universal  Aurelio Nuño, coordinador de la campaña priísta, quien “invitó” a Anaya a sumarse a Meade, y a los panistas les abrió las puertas del PRI, algo que también hiciera ayer desde Aguascalientes el dirigente nacional priísta, René Juárez Cisneros, forma parte de esa estrategia que en la recta final de la campaña tiene como objetivo prioritario elevar la votación del viejo partido y garantizar su permanencia como fuerza política importante en las próximas bancadas del Congreso y en los estados del país, independientemente de lo que suceda en la elección presidencial.

Y hacia allá irían también las operaciones que, se insiste en Insurgentes Norte, “están en marcha” y que podrían concretarse en los próximos días para que “varios gobernadores del PAN” —se habla de al menos tres— operen en las votaciones a favor de los candidatos priístas en sus estados, en algo que no precisan si sería solo una operación política subrepticia o si también incluiría un pronunciamiento público abierto de los mandatarios del PAN a favor de Meade y del PRI.

En todo caso, la única pelea real que seguiremos viendo en las tres semanas y media que le quedan a estas campañas, con todo y la estrategia del “miedo” que seguirá arreciando en contra de López Obrador con spots cada vez más grotescos y tenebrosos de la mano del publicista Alazraky, será el pleito a muerte entre Anaya y Meade, entre el PRI y el PAN, por ver quién se queda con los “votos útiles”, de los indecisos y antilopezobradoristas, para ver para qué tanto les alcanza esa votación que, según las últimas encuestas, ya no podría revertir la tendencia de la carrera presidencial, pero sí puede incidir en la conformación del Congreso, en las gubernaturas en disputa, y en los montos de votación nacional que definirán las condiciones futuras y de supervivencia de varios partidos políticos.

Fuente: El Universal

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