Una derecha acorralada

0
Por Epigmenio Ibarra

Les ha fallado todo. Con el alud de amparos no pudieron detener las grandes obras de infraestructura emprendidas por esta administración. En el Congreso fracasó su intento de impedir que los Programas del Bienestar adquirieran rango constitucional y pasaran a ser así prácticamente irreversibles. En las urnas y a pesar de haber formado una gran alianza opositora obtuvieron muy pobres resultados. Morena los borró del mapa en el Pacífico y, además de retener la mayoría en la Cámara de Diputados, tiene ahora 17 gubernaturas y 19 legislaturas locales.

Perdieron también la batalla del descrédito. Pese a que a ningún presidente se había linchado mediáticamente de manera tan constante, masiva y feroz como a Andrés Manuel López Obrador, las últimas encuestas muestran que su aprobación pública ha crecido. Casi de nada han valido las miles de columnas que, en su contra, se publican en la mayoría de los periódicos todos los días. Muy poco les han redituado las horas y horas de ataques diarios en las estaciones de radio y tv, el haber tomado las redes sociales para convertirlas en un ariete contra la 4ª Transformación y quienes la apoyamos. Han gastado miles de millones de pesos prácticamente en vano.

En las calles, su derrota es evidente. No han logrado una sola movilización importante en lo que va del sexenio. Menos todavía -y a pesar de sus provocaciones constantes- han conseguido que las fuerzas del Estado les repriman como ellos hacían cuando estaban en el poder. Pueden llegar al zócalo cuando les dé la gana pero han mostrado ser incapaces de llenarlo y sobre todo de plantarse en él. Su “ofensiva final” contra López Obrador fracasó antes de comenzar: esas caravanas automotrices y los profetas apocalípticos que las convocaban han desaparecido de la escena nacional.

El discurso cada vez más radical, autoritario y oscurantista de la derecha conservadora vuelve casi imposible que militantes del PRI, el PRD o incluso las corrientes moderadas dentro del PAN se mantengan en la alianza que formaron para la pasada campaña electoral. A punto de quedarse sin compañeros de viaje y sin perspectivas inmediatas de victoria, los conservadores están en un callejón sin salida y pueden sentirse obligados a dinamitar a cualquier costo el proceso democrático.

La derecha no tiene paciencia, no sabe construir consensos, no acepta la derrota en las urnas, no quiere aprovechar la consulta de revocación de mandato para intentar deshacerse de su enemigo y sabe ya que, en 2024, le será casi imposible vencerlo. ¿Qué les queda? “La nada tiene prisa”, decía el poeta español Pedro Salinas, y en este caso esa “nada” tiene un rostro muy bien definido: el de la violencia (cuyo advenimiento ya preparan, escalando el nivel de la violencia verbal en todos los medios), y tiene un instrumento muy eficiente para ponerla en práctica: el crimen organizado.

He sostenido que el narco y el viejo régimen corrupto, en el que la derecha conservadora tenía la posición dominante, son dos caras de la misma moneda. Indistinguibles son los funcionarios que roban y traicionan a la nación de los capos que asesinan a mansalva. He insistido en que no debemos descartar la existencia de al menos un cierto nivel de coordinación entre ambas fuerzas y he hablado de la extraña sincronía que hay entre acciones violentas con alto impacto político-mediático del narco y fechas emblemáticas de la Cuarta Transformación.

Atentos, serenos y confiados hemos de estar. “La violencia -decía Gandhi- es el miedo a los ideales del otro”. La derecha conservadora acorralada no puede con la democracia, pero la democracia sí puede con ella.

@epigmenioibarra

Fuente: Milenio

Comments are closed.