Tiempo de exorcizar los fantasmas de la economía

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Por Francisco Javier Pizarro Chávez

Las cifras

La semana pasada, hice referencia a la embestida emprendida por el Fondo Monterario Internacional, las calificadores financieras y las instituciones bancarias en contra del gobierno de la República, a quien acusaron de un mal manejo de la economía y las finanzas y le vaticinaron una caída significativa de la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto del 1.6% vigente en los dos primeros trimestres del año en curso, al 0.2%, lo que pondría a México en una “recesión técnica”, lo que llevaría a un incremento en los costos de endeudamiento del gobierno que pondría en riesgo la “calificación soberana”.

Una semana después, se quedaron con la boca abierta. La economía mexicana no solo no entró en recesión sino tuvo una tasa de crecimiento del 0.1 por ciento durante el segundo trimestre del año, de conformidad con la información oficial publicada por el Inegi.

No les quedó otro remedio a los analistas financieros y calificadoras, que reconocer que los “fantasmas” que propalaron a diestra y siniestra de la “debilidad” de la economía, la “incertidumbre” de las políticas económicas del gobierno, el deterioro de la “confianza” de los consumidores en ellas y desde luego, la “austeridad republicana” del actual gobierno, se toparon con pared con el informe proporcionado por Inegi, en el cual se desglosa sector por sector su aportación al PIB.

El primario integrado por la agricultura, ganadería, pesca, pesca y minería, fue el que menos puntos porcentuales aportó al PIB, con el 8%.

El secundario, en que se ubica al sector industrial, contribuyó por su parte con más del 30 por ciento del PIB.

El terciario, que corresponde a servicios como comunicaciones, comercio, turismo y  entretenimiento, aportaron mas del 60 por ciento al crecimiento del PIB.

El secundario en que se ubica al sector industrial, contribuyeron por su parte con mas del 30 por ciento del PIB.

Las controversias

El presidente de México, por su parte socarronamente se mofó de los pregoneros del desastre. En la conferencia mañanera del día siguiente dijo con sonrisa en boca: Falló la apuesta de las calificadoras de que la economía iba a caer en este trimestre y se entraría en una recesión técnica” y dijo que eso era muy buena noticia porque “Despeja el miedo, la intención de crear desconfianza…insistir tanto en la recesión si lleva a crear dudas, cierta incertidumbre”.

Como era de esperar, se desató una avalancha de cuestionamientos y controversias en medios de comunicación de especialistas y analistas en la materia, y por supuesto del sistema financiero, cámaras empresariales y políticos, que han vuelto a generar incertidumbre y una gran confusión para la mayoría de los mexicanos.

Y es que lejos de hacer un análisis objetivo de la situación económica que enfrenta el país, sus alcances y causas, de las políticas económicas que el gobierno de la República debe poner en marcha para impulsar el crecimiento económico y el desarrollo, el grueso de los “opinadores” de una parte y de la otra, se abocan a debatir si hay o no desaceleración de la economía, lo que es un absurdo grotesco.

Los ciclos económicos de antes y ahora.

Por supuesto que México enfrenta una situación de desaceleración y/o debilidad económica. Se ha mantenido como una constante desde que se impuso el modelo neoliberal.

En el ciclo económico del desarrollo estabilizador (1950-1981) hubo un despegue espectacular. La tasa de crecimiento del PIB real creció a razón 6.5% anual.

En cambio, la tasa promedio anual del PIB, del ciclo neoliberal se fue a la baja. En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, fue de 3.9%  Ernesto Zedillo, fue de 3.26%, la de Vicente Fox de 1.94%, la de Felipe Calderón al 1.70% y la de Enrique Peña Nieto 2.4%.

En este período neoliberal (1989-2018), la tasa promedio del PIB en México, ha sido de 2.6% en términos reales.

¿Por qué estas grandes diferencias entre estos dos ciclos económicos? Una de las razones fundamentales es que en el período del desarrollo estabilizador el Estado mexicano regulaba la economía y el desarrollo industrial y ponía particular énfasis en el mercado interno.

En cambio, en el periodo neoliberal se hizo todo lo contrario: se dejó en manos de las corporaciones empresariales y financieras nacionales y extranjeras el crecimiento económico, se desentendió el desarrollo social y del mercado interno con reformas estructurales impuestas por las grandes potencias.

El desarrollo estabilizador tenía como base políticas fiscal y monetaria prudentes, que generaban un tipo de cambio fijo y tasas moderadas de incrementos de los precios. El crecimiento del ingreso y la estabilidad financiera propiciaron, a su vez, flujos ascendentes de ahorro interno, que se canalizaba al sistema financiero, lo que elevó la inversión en la economía.

Las importaciones básicas que se compraban del extranjero se solventaban con la exportación de productos agropecuarios y minerales.

Ese ciclo económico de mediados de los años cincuenta hasta 1970, fue tan relevante que se le asignó el epíteto de “el milagro mexicano”.

La política monetaria y fiscal del ciclo neoliberal, fue todo lo contrario: generó altos índices de inflación, devaluación del peso, crecimiento exponencial de la deuda interna y externa, caída de los salarios de los trabajadores y, por si fuera poco, un saqueo y derroche de las arcas públicas  mediante la condonación del pago de impuestos de “potentados”, como de la corrupción de funcionarios en los últimos cinco sexenios, esto es, de Salinas a Peña Nieto.

Ello está documentado. De 2007 al 2018, se condonaron y/o devolvieron a grandes potentados más de 400 mil millones de pesos en pago de impuestos.

Entre el cúmulo de contribuyentes que no pagaron impuestos se encuentra el ex presidente Vicente Fox, que según una investigación de la revista Contralíneas, tiene un adeudo de 15 millones de pesos al SAT.

Me explaye en estos dos ciclos económicos, con la finalidad de aportar  una perspectiva mas profunda de las causas del deterioro del crecimiento económico que enfrenta hoy México, pero también con el propósito de dejar en claro que es injusto y aberrante, que quienes a lo largo de muchos años lo han propiciado, le endosen ahora la culpa de esta delicada situación al Presidente de la República que apenas ha iniciado su mandato.

Parábola

Es como si usted mi estimado lector, sus abuelos ya fallecidos, en su testamento le dejaron una  mansión que vista por fuera es muy bonita, pero que en cuanto entra en ella se da cuenta que el techo gotea, no tiene medidor de la luz, no hay gas, el drenaje apesta, las paredes están cuarteadas, el piso desnivelado, el jardín y los arboles secos, el barandal oxidado, las puertas no tienen llaves y además su vecino es un patán que le exige levante la barda del patio, para que los vecinos de atrás, no se metan a la casa de él, que está enfrente de la suya, y como colofón, los que antes la rentaron a sus abuelos no quieren hacerse responsables de los daños causados a la mansión y lo culpan a usted de no tenerla en orden.

Crecimiento económico sí, pero también Desarrollo social

Para subsanar y arreglar la deplorable situación económica que enfrenta el país, se requiere indudablemente—desde mi humilde punto de vista—un verdadero cambio estructural pos neoliberal de la 4ta Transformación  y una política económica que le de sustento, tanto al crecimiento como al desarrollo social.

De entrada me parece bien, que el gobierno de la República ponga a la brevedad posible el Programa de Inversión de 485 mil millones de pesos para impulsar la economía mexicana y que las licitaciones programadas para el 2020, se implementen desde ya. Ello tendría un impacto positivo para estabilizar las inversiones públicas y privadas.

También aplaudo el que la Ley de ingresos de la Federación para el año próximo no contemple aumentos en el pago de impuestos, precio de gasolinas, ni deuda pública.

El crecimiento económico y el desarrollo, como lo señalé en mi artículo anterior, son contradictorios pero se presuponen uno a otro, aunque entre uno y otro hay una profunda desigualdad. Alrededor del 50 por ciento de la población mexicana está en una situación de pobreza y pobreza extrema.

La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares de 2018 del Inegi, dejó en claro que los más pobres perciben un salario de 101 pesos al día, en tanto que las familias con mayores ingresos ganan 18 veces más que las pobres. También puso en evidencia que hay una gran desigualdad de género, pues mientras que los hombres perciben ingresos de alrededor de 21 mil pesos por trimestre, las mujeres tienen un ingreso de 13 mil 400 pesos promedio.

En cambio, al sistema financiero y los bancos, no les  ha ido nada mal. En solo tres meses Citbanamex, Santander y Banorte, tuvieron una utilidad de 20 mil 843 millones de pesos, con lo cual lograron un crecimiento anual del 21 %. Espero que desistan de quejarse y fomentar su famosa incertidumbre de la política económica del gobierno actual con los fantasmas de la “recesión económica” y la rebaja de la “calificación soberana”.

Veremos y diremos.

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