Tercera llamada ¿Comenzamos?

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Por Martha Zamarripa

La pandemia se mantiene como oportunidad inesperada para quienes se niegan a aceptar que ya no pueden enriquecerse mediante corrupción. A nivel de obsesión el Covid-19 les hace imaginar que finalmente podrán aniquilar a su adversario, el Gobierno, porque no saben ¿dónde están los muertos? En la tercera fase arrecian los ataques. Y llega también la «tercera llamada» del sector privado al público.

La alianza de poderes político y económico como uno solo, enriqueció a la vista de todos a ambos bandos. Pero en los últimos años ganando terreno los segundos, llegaron a co-gobernar. Y fueron minando la investidura presidencial. Oprobioso papel para ex presidentes a quienes el cargo les quedó grande y «gobernantes» de la iniciativa privada mandando sin votos, con respaldo del capital.

En estos días de coronavirus los países destacan por su mal o buen manejo de la crisis. Mientras España, Italia, Francia y Gran Bretaña sucumbían contagiados, Portugal le enseñó al mundo que hay estrategias que funcionan. La unidad de una nación es fundamental.

Son aquellos países en que gobierno, ciudadanos y oposición política se estrechan la mano para echar de su tierra al mortal virus, enemigo común a derrotar. Portugal ha dejado al mundo sorprendido. A la pregunta de ¿Bueno y ustedes qué hicieron? Anticipación, disciplina y solidaridad, han respondido.

Portugal y México no podían ser más opuestos. No por sus respectivos gobiernos, por los sectores que están en la apuesta a favor o en contra en el caso de México. El gobierno socialista portugués del presidente Marcelo Rebelo de Sousa recibió lejos de una simulación un apoyo real de la segunda fuerza, la oposición de derecha. Al situarse del lado del gobierno, en automático han estado a favor de Portugal, el país de todos los portugueses. Ese frente común los fortaleció frente a la epidemia.

En México en cambio la campaña opositora no por fallida, no ha dejado de intentarlo todo. Provoca escalofríos saber que su única apuesta es «hay que destruir al gobierno de López Obrador». Los contagiados, los intubados, los muertos, el personal de Salud, la economía gravemente afectada, les son indiferentes. Su único propósito es acabar al gobierno porque ¿Cómo se le ha ocurrido a AMLO combatirles sus corruptos intereses?

Durante la crisis sanitaria se han quejado, urgido y presionado al gobierno para que actividades no esenciales, abran. Cerveceras, televisoras, maquiladoras, industria automotriz, o cualquiera de las grandes empresas. Les importa su negocio. Los muertos no les representan dividendos.

La pequeña oposición dedicada a atacar a diario al Presidente, ponerle trampas, lanzarle buscapiés, no advierte hasta dónde exhibe su mezquindad. Que el gobierno detenga sus obras, que se acabe el encierro, que les crean sus cifras no las oficiales, que los ex secretarios de Salud (incluido quien alteró su currículum académico e hizo desplomar de los rankings internacionales a la UNAM) lo desmientan todo aunque no tengan con qué. La confusión que deben aportar tal vez consiga el anhelado caos en el que trabajan.

Quizá por el agobio del encierro la gente aún no ha advertido que parte del sector económico que patrocina a la pequeña y ruin oposición, se ha especializado en pintar catastrófico escenario contra México y los mexicanos. Pero lo empiezan a notar. Ni modo que se ataque a un presidente sin afectar al país que gobierna.

El injustificable pasado del co-gobierno invirtió los papeles. Los ex presidentes una vez sometidos permitieron que la investidura presidencial fuera devaluada. Olvidaron que durante seis años el mandato presidencial es intransferible y corresponde al jefe del Ejecutivo. Y al sector empresarial la inversión, la creación de empleos y de riqueza.

Como por no dejar, de pasadita, el Presidente López Obrador invitó al Artículo 25 constitucional a darse una vuelta por la conferencia matutina para recordar lo que establece: la rectoría de economía y desarrollo es ámbito exclusivo del poder político. Entiéndase del Presidente.

Hoy en día ambos interlocutores: público y privado, recuerdan a la «Torre de Babel», al no encontrar la manera de comunicarse. En el segundo año de gobierno, las obsequiosas reuniones del primero, desde dos esquinas del cuadrilátero de poderes, el real y el fáctico, han quedado en el aire suspendidas. Cada quien en la suya mirando de soslayo al adversario, se habían despachado «modito mesurado», hasta que la crisis económica vino a dar al traste en las formas, con aquella aparente armonía apenas estrenada.

En la soterrada disputa por el supuesto derecho de que al sector empresarial corresponde definir el rumbo de la economía, –que invade al ámbito presidencial– fue por lo que el jefe del Ejecutivo sacó el 25 a relucir. Del todopoderoso Estado al posterior intocable e incuestionable mercado. Muchos mitos fueron derrumbados, otros nuevos nacieron. Pero fue inédito el golpe del mercado para empobrecer a los mexicanos, como no lo hizo en su tiempo el después desmantelado Estado.

El poderoso sector empresarial no está de acuerdo con la nueva realidad, pero ni es uno solo, ni están unificados. La molestia abarca desde no haber obtenido en el sector energético lo pactado con Peña Nieto. Hasta la negativa más reciente de contraer deuda pública. Apostando a «mover» al Presidente ahí la fueron llevando con muchas reuniones y pocas inversiones. Hasta que al diálogo lo absorbió el impass.

Si la crisis sanitaria les dio nuevos bríos en medios y redes para tambalear al adversario que combate sus corrupciones, la crisis económica abrió la esperanza de entrar de lleno a los temas serios, que son los del dinero. Necesitan con urgencia una recesión del tamaño de la misma pandemia.

Representantes de parte del sector empresarial llegaron a Palacio Nacional con plan bajo el brazo para reactivar la economía. Fueron escuchados más no secundados. Expresiones largas contrastaron en la puerta de salida con las de la llegada, nada ha cambiado, ni se avizora se vaya a modificar. Pese a todo no es buena noticia.

La teatral «tercera llamada» llega a Palacio Nacional a través de 68 propuestas para acompañar al Presidente en la reactivación de la economía.

Pero la tercera fue interpretada igual que la segunda y la primera. Recordó el primer mandatario que, en resumen, pidieron al gobierno posponer pago de impuestos y contraer deuda. Desde la conferencia matutina se escuchó aquel «modito constitucional» del 25, y todo quedó igual. ¿Ayuda tal grado de franqueza? Quizá no.

En Portugal los ciudadanos se encerraron antes de que lo ordenara el Presidente Revelo de Sousa para sacarle la vuelta al Covid-19, son buenos ciudadanos. La oposición, consciente y responsable, dejó de actuar como adversario político para ser sólo portugueses respaldando a su gobierno. Las empresas acataron los cierres sin reclamos. Nadie se inconformó. Entendieron que tenían que sumar.

En México se ocupan de restar no pocos sectores. La pequeña oposición incluso ha convocado a medios internacionales a descalificar la estrategia mexicana frente a la pandemia. Su nuevo slogan dice que “¿Dónde están los muertos?” Ni a Ágatha Christie se le habría ocurrido sembrar semejante sospecha para sumar más angustia a los atribulados ciudadanos.

Sus refuerzos de sobra conocidos, replican lo antes publicado por diarios mexicanos. El New York Times, el Wall Street Journal y El País también saben nadar sincronizado. Luego los usan para decir: “Miren, hasta ellos coinciden con nosotros. Esto es un desastre”.

Hay una realidad: pese a los abusos del pasado permitidos sobre la vapuleada investidura y a la actitud voraz de un sector del empresariado, a nadie conviene que gobierno y empresarios se hallen distantes. Un acuerdo nuevo nacional con reglas diferentes sería de enorme utilidad.

En la polarización, al asomarse la mínima oportunidad debe tomarse. Y si no se avizora hay que ir por ella y sentarla en el centro de la mesa de negociación. Dejar afuera de las reuniones en Palacio Nacional, los prejuicios de uno y otro lado. Privilegiar las más pequeñas coincidencias y empezar a acordar. México no puede darse el lujo de permitirse una ruptura. Necesita el gobierno con grado de urgencia, alianzas que sumen y lo fortalezcan. Que de una buena vez desactive al grupo de la pequeña oposición empeñado en ahondar la adversidad de las crisis sanitaria y económica, en descarrilar al gobierno que tanto detestan.

Algo hay que tener claro. La ruptura entre sector público y privado no es opción. Si no se detiene sería mala noticia para todo el país, más para los pobres que finalmente tienen una oportunidad de salir de la miseria a la que fueron  condenados. Este es un gobierno para todos. Lo que incluye a la iniciativa privada.

El Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) se quieren sumar desde su ámbito. Hay que tomarles la palabra. Mientras Andrés Manuel López Obrador sea el Presidente, no habrá otro Fobaproa. Hay que ir por un poco de mutua confianza.

No se trata de ultimátums ni plazos fatales. Ni del número de llamadas. Sino de pensar en el país. Si el sector público y el sector privado se proponen, fortalecerán a México. Obviar discrepancias, pactar las reglas, respetar los propios espacios y trabajar juntos, es la mejor posibilidad de conseguir superar también la crisis económica que no eximirá a ningún país. Si diferencias y prejuicios mutuos se colocan en la papelera, y sobre la mesa se exhiben las coincidencias, se logrará la tan ansiada unidad nacional en bien de México. Y eso es lo único que nos debe importar.

Fuente: El Soberano

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