Sin reforma migratoria, granjeros de EU enfrentan incierto futuro

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Cuando los trabajadores hispanos de Mike McMahon necesitan ir al banco, la farmacia o la tienda de abarrotes, él se asegura de que alguien los lleve en vehículo al pueblo, los espere mientras hacen sus diligencias y luego los traiga de regreso a la granja lechera.

Aun así, no existe garantía de que los policías de su pequeña comunidad rural no vean a los trabajadores, les pidan identificación y después los remitan para ser deportados si no pueden probar que se encuentran legalmente aquí. Se trata de un riesgo que los propietarios de granjas lecheras de esta región agrícola llevan años afrontando, pero que los está afectando más mientras la reforma inmigratoria languidece en Washington y se dispara la demanda nacional de productos lácteos como el yogurt tipo griego.

“Es una locura”, dijo McMahon, quien tiene cientos de vacas en su granja situada más de 200 millas (322 kilómetros) al norte de la ciudad de Nueva York.

“Yo soy republicano de toda la vida”, dijo, moviendo de un lado a otro la cabeza. Pero hay días cuando pienso en cambiarme”.

McMahon y otros granjeros del centro y el norte del estado de Nueva York se hallan en un dilema. Por una parte, las granjas han prosperado debido a varios factores, incluyendo la popularidad que el yogurt ha tenido en los últimos años y a la sequía registrada en otros países productores de leche. Al mismo tiempo, están teniendo dificultades para encontrar la mano de obra confiable y disponible 24 horas los siete días de la semana que hace falta en las granjas lecheras.

Los habitantes de la localidad no quieren hacer las labores sucias y manuales, aseguran los granjeros, mientras que las leyes inmigratorias limitan a los granjeros a importar sólo trabajadores agrícolas de temporada. Lo anterior no ayuda a los productores de leche, quienes necesitan empleados para todo el año.

“El sistema alimentario del país se encuentra en peligro si no podemos solucionar esto”, dijo un helado día McMahon al tiempo que docenas de vacas yacían plácidamente en la sección donde son ordeñadas, la cual tenía un penetrante olor a estiércol. Unos trabajadores recorrían arriba abajo las filas, revisando para ver que las ubres de las vacas estuvieran puestas en los aparatos metálicos de ordeña.

El mes pasado, Dean Norton, un granjero lechero que dirige el Buró Granjero de Nueva York, viajó a Washington para abogar a favor de la reforma, y de que ésta incluyera un programa de trabajadores huéspedes destinado a las granjas lecheras. Sin embargo, debido a la división partidista que existe en Washington, por el momento poca gente espera ver pronto cambios.

“Menos de 15 por ciento, y probablemente ésa sea una cifra alta”, dijo Norton cuando se le preguntaron las posibilidades de que los legisladores ayudaran a las granjas lecheras.

Ultimamente los productores de leche han tenido cierto respiro gracias a la baja en la demanda de la leche. La atribuyen a varias cosas, como el dólar más fuerte, el cual vuelve la leche estadounidense más cara para los compradores extranjeros, y las existencias de leche china. Pero las fluctuaciones en los precios de la leche y la demanda son cíclicas, mientras que Norton dijo que mientras siga creciendo la popularidad de productos como requesón y yogurt, también aumentarán las atribulaciones de la mano de obra en las granjas lecheras.

Sin nuevas leyes de inmigración, dicen él y otros granjeros, el país perderá productores lecheros debido a que los granjeros optarán por dedicarse a cultivos cuyos trabajadores califiquen para visas temporales.

“Definitivamente la industria lechera de Estados Unidos no puede sobrevivir sin esto”, dijo Dale, granjero lechero que adoptó la ordeña robótica a fin de evitar problemas con la mano de obra. Lo mismo que muchos otros granjeros, no quiso que se difundiera su nombre completo ni el de su granja por preocuparle que funcionarios inmigratorios pongan en la mira a su negocio.

La robótica resulta demasiado cara para la mayoría de los granjeros; cada máquina cuesta alrededor de 250 mil dólares. Además los aparatos no pueden hacer las labores que según los granjeros deben realizar seres humanos, como limpiar las ubres y dar mantenimiento básico en la granja.

El problema lleva varios años viéndose venir, pero el auge del yogurt griego lo hizo más urgente desde que en el 2005 arribó a Nueva York el fabricante de yogurt Chobani. Siete años después, Nueva York es la capital del yogurt en Estados Unidos, rebasando a California para convertirse en el productor No. 1. Dicho éxito se debió en gran parte a la demanda del yogurt estilo griego, el cual es más denso y cremoso que el yogurt regular.

Hoy en día, Chobani es uno de los más de 40 productores de yogurt existentes en el estado, siendo con mucho el más grande. En el 2000, la entidad contaba con cerca de 14 plantas procesadoras de yogurt.

Los granjeros lecheros consideran que el auge del yogurt ha sido una bendición. “Pasó de la noche a la mañana”, dijo Dale, quien vio a la industria lechera estatal hundirse durante los años 80 y 90. “De repente, en Nueva York empezaron a pasar muchas cosas grandiosas con el yogurt”.

Dale y McMahon dijeron haber intentado limitarse a mano de obra local pero que sucumbieron a contratar trabajadores inmigrantes al aumentar su carga laboral.

Ambos, lo mismo que Norton, responsabilizan del problema más a las actitudes que a la economía. Por ejemplo, McMahon señaló que todos sus trabajadores empezaron ganando dos mil dólares mensuales y viviendo en una casa de tres recámaras con servicios y otras prestaciones incluidas. Aun así, McMahon señaló que han fracasado los intentos por contratar mano de obra de la localidad.

“Nadie quiere salir y manejar vacas y llenarse de estiércol hasta las mangas”, dijo McMahon, quien alguna vez se anunció tres semanas consecutivas para conseguir trabajadores. Presentaron solicitud tres habitantes locales, de los cuales sólo uno se quedó, explicó. Ahora McMahon depende de trabajadores hispanos, la mayoría de ellos pertenecientes a una sola familia mexicana.

Mantenerlos a salvo de la migración representa una inquietud constante. Cualquier persona obviamente extranjera sobresale en estas comunidades básicamente blancas. La región abarca alrededor de 100 millas (160 kilómetros) desde la frontera entre Estados Unidos y Canadá, habiendo un centro de detención inmigratoria de 360 camas en la zona.

“La mayoría de la gente piensa en la frontera y en los temas inmigratorios como algo que se da en el Suroeste, pero aquí es un problema serio”, dijo Mary Jo Dudley, quien dirige en la Universidad Cornell el Programa de Trabajadores Huéspedes de Cornell.

McMahon comentó sobre un confiable trabajador, Antonio, a quien su esposa le avisó desde México que su hijo pequeño tenía un tumor cerebral. Estaba desesperado por visitarlos, así que McMahon le dio algo de dinero, le deseó buena suerte y lo dejó ir. Antonio fue detenido en Brownsville, Texas. Para cuando lo deportaron, su hijo había muerto.

Desde entonces McMahon no ha visto a Antonio y no espera volverlo a ver debido al costo de contratar polleros para guiar a la gente en el cruce de la frontera sur.

“Rezo por que Jeb Bush sea nuestro próximo presidente”, dijo McMahon, “porque él está casado con una mexicana. El comprende”.

Fuente: Los Ángeles Times vía El Diario

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