Sin dirección, la Inteligencia federal

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Por Jorge Carrillo Olea

Tarea fundamental en toda actividad es la debida dirección del empeño. También es verdad que hay temas que son lanzados en busca de un destino y eventualmente hasta llegan a alcanzarlo. Los de importancia vital para el interés nacional es imposible aventurarlos a una eventualidad. Demandan de la certidumbre que da una conducción profesional, experimentada y perspicaz, dueña de un enorme sentido de formalidad. Así es la demanda de la dirección de la inteligencia estratégica (IE) para la seguridad nacional.

Se habla cotidianamente de un gobierno eficaz, de una gestión segura, pero es escasa la referencia a una de sus materias primas: la inteligencia acertada, suficiente, precisa y oportuna. Sin ella aquel propósito es imposible. Por eso y por más de eso, su dirección apta es un imprescindible condicionante del buen gobierno. La IE permite la percepción temprana de lo que podría suceder, lo describe y ofrece campos de conocimiento para su mejor gestión. El universo de acción de la IE es amplísimo, como resulta su oferta de colaboración. Sus áreas son el devenir universal con especial interés a los centros de influencia sobre nuestros intereses y la vida nacional en sus expresiones políticas, sociales, económicas y de desarrollo.

La complejidad de la IE hace evidente que no se puede confiar esta gravísima responsabilidad a desconocedores de un quehacer que es una ciencia. Sólo debe ser concedida a profundos conocedores de las ciencias políticas y sociales, o a poseedores de una amplia experiencia de gobierno, pero sobre todo confiarla a quien posea una vastísima emoción por el Estado y que no pretenda el interés partidario, sectario o individual.

México, o mejor citado, su gobierno, está enredado en una inmensa confusión. Lo acosa el crimen y le urge conocerlo en su magnitud, potencialidad, formas y métodos, y como una incongruencia absurda simultáneamente desestima lo que sería el gran paraguas de los más de sus problemas: la seguridad nacional y su gemela siamesa, la IE. Con una actitud inexcusable les da una interpretación de beneficio partidista y no atinan ni a una ni a otra.

El Cisen ha sido semitransformado en una especie de Quasimodo. Un ser bueno, fuerte, sordo, confundido y frustrado en su destino existencial. Fue creado para menesteres superiores, por eso se debate en una crisis de identidad de no ser lo que debe, ser a medias lo que quieren que sea y acabar reducido a ser sólo una agencia de colocaciones, refugio de acreedores políticos, cuates y paisanos. Existen generaciones de colaboradores bien formadas, de talentosos y ya experimentados funcionarios, ¿por qué el desprecio?

Pero hay algo más serio: a escala nacional nadie dirige la producción de IE. En un marco universalmente aceptado, el Cisen debería ser el auxiliar central para cargar con esa responsabilidad; no lo es, no lo es nadie. De las varias instituciones con vocación de inteligencia, es la única a la que le está obligada una visión global. El resto tienen preocupaciones sólo sectoriales.

La dirección de la inteligencia, como toda ciencia, demanda de conocimiento, perspicacia y trabajo. No es una materia a improvisar, y menos si al mismo tiempo se desnaturalizan las instituciones que podrían contribuir a un ineludible deber común. La dirección de la inteligencia no pretende simplemente responder bien a lo momentáneo. No, es la conducción de un esfuerzo compartido para poder alcanzar lo previsible a largo y mediano plazos sin menosprecio del presente, todo ello con oportunidad, certidumbre y confianza, características que deben tener todas las decisiones, y más las de la alta política.

La dirección de la IE requiere órganos de planeación, guía y control que concentren la responsabilidad en ella. Debe sostener siempre la divisa de actuar con legitimidad, con adhesión a la ley y en democracia. Sus órganos deben ser perspicaces, conocedores, seguros de sí mismos y, sobre todo, poseer una profunda visión de futuro. Estas cualidades deben encontrar complemento en una alta experiencia y conocimientos específicos sobre una gran variedad de disciplinas, pero principalmente un juicio atinado sobre las realidades universales y una acertada interpretación de la vida nacional.

Apostar, como se está haciendo en tantas áreas de gobierno, por la vinculación personal y no por el conocimiento y experiencia de los colaboradores es todo un riesgo que trasciende a los espacios de discrecionalidad del Ejecutivo. Los gobiernos del PRI alardeaban de ser constructores de instituciones. Hoy las están adulterando. Los altos intereses nacionales están a cargo del gobierno pero no son de su propiedad.

hienca@prodigy.net.mx

Fuente: La Jornada

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