Se abrazan por la cintura, formando una cadena humana, para impedir que nadie se adelante en su desesperación por conseguir alguno de las pocas docenas de permisos de ingreso que conceden las autoridades estadounidenses todos los días a casi un kilómetro (media milla) de distancia.
Miles de haitianos han llegado a Tijuana en tiempos recientes, desbordando los refugios para migrantes y durmiendo a menudo afuera, con sus bolsos sobre cartones. Muchos viajaron 11.000 kilómetros (7.000 millas) desde Brasil, a pie, en taxi y en autobuses, cruzando ocho países en su afán por llegar a Estados Unidos. Son tantos que en agosto las autoridades mexicanas implantaron un sistema que requiere citas para evitar que los haitianos bloqueasen a otros visitantes en uno de los cruces fronterizos más activos del mundo.
La mayoría de los haitianos parecen no saber que el viaje, y sus desesperados esfuerzos en la frontera, son en vano.
El Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos suspendió el 21 de septiembre la práctica de conceder a los haitianos los permisos de ingreso humanitarios que comenzó a ofrecer tras el terremoto del 2010. En lugar de dejarlos en libertad en territorio estadounidense, los aloja en centros de detención mientras se prepara para enviarlos de vuelta a la tierra de la que escaparon.
Muchos de los haitianos llegados hace poco dicen que no estaban al tanto de ese cambio de política, mientras que los que sí lo sabían afirman que jamás les pasó por la cabeza regresarse.
Brasil le abrió sus puertas a miles de haitianos luego del terremoto que devastó su empobrecida nación, pero a la luz de la crisis económica por que atraviesa el gigante sudamericano, numerosos haitianos decidieron buscar fortuna en Estados Unidos.
Antonio Juneiro, de 40 años, es un caso típico. Dice que vivió en Sao Paulo cuatro años hasta que perdió su trabajo en una fábrica y se propuso ir a Miami, donde tiene familia. Gastó 4.000 dólares para llegar a Tijuana y sostiene que la perspectiva de conseguir empleo en Estados Unidos bien justifica el riesgo de ser enviado de vuelta a Haití.
“Cuando hay dinero, hay esperanza, hay salud”, expresó Juneiro en el refugio para migrantes Padre Chava, en Tijuana, donde permaneció un mes a la espera de su cita con las autoridades migratorias estadounidenses del cruce de San Ysidro, en San Diego.
El éxodo desde Brasil se incrementó en mayo y no hay signos de que vaya a ceder. Las autoridades estadounidenses estiman que unos 5.000 haitianos se presentaron en San Ysidro entre octubre del 2015 y septiembre de este año, y la directora del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas Sarah Saldaña dijo en una reciente audiencia legislativa que sus agentes le dijeron durante un viaje a América Central que 40.000 más estaban en camino. La Comisión de Derechos Humanos de México indicó esta semana que un promedio de 300 haitianos y africanos están cruzando la frontera a diario.
Cientos, tal vez miles de hombres, mujeres y niños haitianos pasan la noche frente al cruce fronterizo y las autoridades mexicanas han tomado medidas para restablecer el orden. Conceden permisos para que permanezcan en México 20 días y tratan de ayudar a conseguirles citas con las autoridades migratorias estadounidenses del otro lado de la frontera.
El Servicio de Protección de Aduanas y Fronteras puede recibir unas 75 personas diarias en San Ysidro y a las autoridades mexicanas no les gusta nada la idea de tener multitudes de personas del lado mexicano de la frontera, ilusionadas con ser recibidas. Fue así que funcionarios mexicanos comenzaron a distribuir papeles en los que se fijaban fechas para que una persona se presentase en San Ysidro. Pero esos papeles fueron copiados. Ahora, tres días a la semana, sellan los permisos de 20 días que reciben los haitianos para permanecer en México y fijan fechas para la presentación.
México también concede permisos de 20 días a una pequeña cantidad de africanos de Ghana, Senegal y otras naciones que quieren ingresar a Estados Unidos.
Una mañana la semana pasada, 50 personas que tenían citas para ingresar a Estados Unidos formaron una fila en el cruce. Un funcionario mexicano anunció que podían ingresar cinco más y un centenar de personas se le vinieron encima. Un agente los guió mientras cruzaban un puente y los entregó a un inspector estadounidense, que los hizo pasar a un salón donde serían interrogados.
Una vez dentro de territorio estadounidense, los haitianos no podían ser devueltos a México. Pero tras anularse las políticas vigentes desde el terremoto, son retenidos en centros de detención mientras se tramita su deportación y su envío a Haití.
La oficina de Tijuana del Instituto Nacional de Migración de México distribuyó citas para 766 personas el lunes, uno de los días más ajetreados desde que comenzaron a llegar los haitianos. Todas las personas en la fila recibieron citas y algunas deberán esperar hasta el 10 de noviembre en Tijuana, más de cinco semanas.
Padre Chava, uno de diez refugios de Tijuana que albergan haitianos, rechazó a cientos durante el fin de semana, por lo que los haitianos durmieron en la calle, sobre cartones. El refugio acomodó a 271 personas el sábado, la mitad de ellas mujeres, algunas embarazadas, y a 34 niños. Muchos durmieron en el piso, sin colchones, y estallaron algunas peleas.
“Estamos agotados, completamente agotados”, dijo la administradora del refugio Margarita Andonaegui. “Cuando tenemos más de 200 personas perdemos el control”.
Rosario Lozada, directora de asuntos migratorios de la ciudad, se mostró exasperada luego de que los últimos arribos hiciesen que subiese a 2.000 la cantidad de haitianos que esperan ser atendidos por las autoridades migratorias estadounidenses. La mitad de ellos se alojan en refugios y la otra mitad en hoteles o en la calle.
“Ya son cinco meses que no hemos parado. Las 24 horas del día”, manifestó.
Es demasiado pronto para saber si los haitianos dejarán de venir ante el cambio de política de Estados Unidos, pero de todos modos hay muchos retos por delante.
Haití recibió solamente 433 personas que fueron deportadas en el año fiscal del 2015, antes de que comenzase al actual éxodo, de que Estados Unidos cambiase su política y de que el huracán Matthew causase grandes daños. Y no está claro cuánta gente está dispuesta a recibir la nación. Estados Unidos, por su parte, tiene una capacidad de alojamiento limitada en sus centros de detención donde los migrantes esperan que se consigan vuelos y se resuelva el papeleo de su deportación.
El Departamento de Seguridad Interior dijo en un comunicado que está siguiendo de cerca el huracán y que “analizará su impacto en las actuales políticas cuando sea apropiado”. El Departamento de Estado, por su parte, informó que consulta con otros gobiernos para ver cómo se resuelve el tema de los migrantes haitianos.
Wilfred Jean-Luis, quien llegó a Brasil en el 2014 y se fue cuando se terminó el trabajo en la construcción, dijo que se siente optimista de que podrá reunirse con sus primos en Miami tras un tormentoso viaje durante el cual le robaron en Nicaragua, algo que le ha sucedido a muchos haitianos.
“¿Cómo hará Haití para recibirnos como deportados?”, preguntó tras pasar una noche en las calles de Tijuana. “No están en condiciones de hacerlo”.
Fuente: AP