¿Qué somos sin memoria?

0
Por Epigmenio Ibarra

“Somos la memoria que tenemos
y la responsabilidad que asumimos,
sin memoria no existimos y sin responsabilidad
quizás no merezcamos existir”.
José Saramago

Esos que niegan que sufrimos los terribles coletazos de la guerra impuesta por Felipe Calderón, o esos que despotrican por la situación económica pero no reconocen que dejaron a este país hecho pedazos. Olvidar sería rendirse ante ellos, permitirles volver para que continúen con la masacre y el saqueo…

Conocí a Saramago una noche de diciembre de 1998 en casa de Carlos Fuentes. Aún lo recuerdo, sentado al borde de una cama y llorando a mares, mientras miraba, junto a Gabriel García Márquez y el propio Fuentes, el documental que con Verónica Velasco hicimos en el funeral de las víctimas de la masacre de Acteal. Me dijo: Esto no hay que olvidarlo jamás. Le tomé la palabra.

En la pantalla, el llanto sereno de los deudos, su crónica detallada de esa noche ensangrentada en la que los asesinos interrumpieron a tiros la vigilia de oración por la paz, el doloroso recuento de los familiares que habían perdido: yo, a mi hermana; yo, a mis padres; yo, a mi mujer; yo, a mis hijos; yo, a mi abuela. La lista de los que habían sido masacrados parecía interminable. Era la memoria viva y doliente de un pueblo. Una memoria que hirió a Saramago como debe herirnos a nosotros.

¿Qué somos sin memoria?, me pregunto y te pregunto a ti. ¿Qué, si olvidamos de dónde venimos? ¿Cómo a golpes ha debido hacerse esta nación? ¿Qué somos, insisto, si olvidamos los muchos agravios sufridos, y si de nuestra memoria se borran súbitamente las masacres, el saqueo, los atropellos del pasado?

Yo no olvido. Tengo una memoria puntual de los crímenes del régimen corrupto. La tengo también de sus víctimas y de la lucha de quienes contra él se alzaron. Me sé nombres y fechas; soy de esos tercos que en estas páginas y en las redes sociales no deja de recordar, de tener cerca del corazón —porque eso es recordar— y siempre presentes en mi pensamiento —porque eso norma mi acción— a quienes nos fueron arrebatados.

No pertenezco a ningún partido, pero si se trata de conquistar la paz que merecemos y de tener la justicia que se nos ha negado por décadas, no temo tomar partido. La memoria me sirve para saber junto a quién he de luchar y me sirve también para saber contra quién he de alzarme y por qué he de hacerlo. De la memoria saco el coraje necesario. La memoria alimenta mi esperanza, dirige mis pasos, me consuela, me sana, me permite también tender puentes —sin que eso implique rendición alguna— con aquellos que han sido mis adversarios.

Soy de esos tercos —afortunadamente somos legión— empeñados en preservar la memoria colectiva. Por eso ando, con la cámara al hombro desde hace tantos años, entre las correntadas de los movimientos sociales; recogiendo esa historia como antes registré la de la guerra; atesorando esa memoria de derrotas y victorias de la que estamos hechos.

Soy lo que recuerdo y, para merecer existir —como dice Saramago—, asumo la responsabilidad de construir, junto a muchas y muchos ciudadanos más, un futuro de paz, justicia y bienestar para México. Por eso me empeño —y te invito a que hagas lo mismo— en la férrea defensa de la memoria frente a aquellos que buscan provocar la amnesia colectiva: esos que niegan que sufrimos los terribles coletazos de la guerra impuesta por Felipe Calderón, o esos que despotrican por la situación económica pero no reconocen que dejaron a este país hecho pedazos. Olvidar sería rendirse ante ellos, permitirles volver para que continúen con la masacre y el saqueo.

@epigmenioibarra

Fuente: Milenio

Comments are closed.