¿Por qué la gente quiere, respeta y protege a Obrador?

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El pueblo quiere a AMLO, pero lo que verdaderamente apoya y defiende son sus políticas que buscan tener una sociedad más equitativa

Aclaro que no soy miembro de ningún partido político en México, no tengo una afiliación con ninguna ideología y en Estados Unidos siempre he sido independiente; si en algún momento me he cambiado al partido demócrata es porque las leyes lo obligan, si es que quieres votar por un candidato en las elecciones primarias.  Además,  tengo conflicto con las etiquetas que identifican a cualquier persona con una ideología, religión, nacionalismo o forma de pensar porque esto lo único que hace es dividir a la gente. Aunque si hubiera que elegir una, la que elegiría sería la humanista, pero sin dejar de lado la realidad, trato de apoyar los esfuerzos sinceros y legítimos de cualquier partido político o candidato que busquen hacer este mundo un lugar más equitativo para todos.

Y por lo que he visto, leído y escuchado, la política del presidente de México es lo que hace. Ayudar a equilibrar un poco la balanza entre los que tienen, los que tienen poco y los que nunca han tenido.

Es por eso que sus políticas tienen mucho eco en la clase pobre y trabajadora y un gran sector de la clase media como la que se generó con el General Lázaro Cárdenas durante su mandato (1934-1940), donde hasta los que no tenían nada ayudaron para apoyar el pago que generó la expropiación del petróleo. Ese nivel de apoyo es precisamente el que alcanzó a sentir y respirar a cada momento que habló con una persona que apoya al presidente Andrés Manuel López Obrador, o AMLO.

En la respuesta de estas personas siempre hay pasión y una sed de justicia que no han tenido en décadas, durante una política neoliberal que generalmente ayudaba a los de arriba y salpicaba a la clase media alta, pero que dejaba en apuros a la clase media baja y se olvidaba de los pobres.  Es por eso que ahora que  se dan a conocer los niveles de corrupción, algunas  detenciones de exfuncionarios o encarcelamientos, la gente casi brinca de algarabía, especialmente cuando se sabe que ese individuo, grupo o miembro de administraciones pasadas, robó y saqueó a la nación a manos llenas.

Desafortunadamente hablamos de un nivel de corrupción sin precedentes y que hacen ver a Donald Trump como un principiante. Simplemente recordemos casos como los de Odebrecht, la Estafa maestra, Andorra, AHMSA, empresas fantasma de Javier Duarte, César Duarte de Ochoa y el desfalco al gobierno de Chihuahua, facturas falsas cobradas en el sector salud, triangulación de dinero de la Conade,  y la cancelación de la mayoría de los fideicomisos que incluían grandes atracos. Y mucho más.

Para tener una idea más precisa del nivel de corrupción de la que hablamos entre corporaciones  (nacionales y extranjeras) y políticos, hubo negocios de venta de gas natural, del que México no genera lo suficiente. Estipulaban que en caso de no poder cumplir con la cuota establecida, el gobierno mexicano tenía que comprar ese producto más caro a Estados Unidos, subsidiarlo en un 75% y venderlo más barato, en uno de los casos a una empresa brasileña.

Este es solo uno de decenas de negocios corruptos en los que siempre había estafas de cientos o miles de millones de pesos, cifras que en muchas ocasiones son difíciles de procesar mentalmente, cuando más del 50% de los mexicanos vive por debajo de la pobreza. Es por eso que la gente celebra y le da todo su respaldo al presidente, porque podemos decir que la mayoría de la gente menor de 70 años actualmente, en su vida había experimentado un sexenio que tratara de recuperar lo robado por funcionarios y corporaciones en el pasado, generalmente entre el PRI y el PAN se perdonaban las deudas o le daban carpetazo a las investigaciones.

A esta situación, se tiene que agregar el logro de la actual administración que obliga a pagar impuestos y deudas atrasadas  a grandes corporaciones, nacionales e internacionales, lo que ha permitido el financiamiento de grandes proyectos para la juventud, para los pobres y la tercera edad, entre otros.

Es por eso que ante cada ataque al presidente a través de los medios de comunicación por parte de la oposición, la gente inmediatamente da la cara por AMLO, lo cuida, lo defiende, y está dispuesta a llegar a las últimas consecuencias con tal de proteger a ese líder que trabaja por ellos sin descanso y como ningún otro presidente en el pasado.

En estos días se acaban de rebasar las 555 conferencias de prensa desde el inicio de su mandato (2018), sesiones de información donde se expone los proyectos y logros, pero al mismo tiempo funcionan de plataforma de denuncia donde la gente y pueblos que antes no tenían voz, ahora se les da la palabra; inclusive para denunciar a funcionarios de la actual administración que no se resignan al cambio.

Considerando lo anterior, me cuesta trabajo pensar que una persona que es corrupta, se levante diario a las 5 a.m. para tener una junta con sus secretarios y así informar a su pueblo a las 7 a.m. O utilizar el fin de semana para recorrer el país y supervisar e inaugurar obras o programas que respaldan sus compromisos con la Cuarta Transformación (4T), nombre que lleva su principal proyecto de trabajo.

Como AMLO dice, no se busca venganza, sino cambiar ese modus operandi que prevalecía hasta sexenios pasados. Eso sí, que los funcionarios que robaron y saquearon a la nación, por lo menos regresen parte o todo lo que se llevaron ilegalmente. Claro, si la justicia es para todos igual, entonces, la gran mayoría de los mexicanos creo que están de acuerdo en que esas personas paguen por sus delitos, así como lo hace la gente común y corriente cuando violan una ley y tienen que pagar, por lo menos la infracción o ir a la cárcel.

Sin embargo, el pueblo no es tonto y sabe que en la actual administración todavía está muy lejos de ser un sexenio incorruptible y perfecto. Se sabe que todavía hay muchos abusos de funcionarios, a todos los niveles, que no se acostumbran a las nuevas reglas, pero a pesar de todo, la gente está contenta que desde la cúpula del gobierno ya se han dado los primeros pasos hacia una gobernabilidad más honesta y en pro de los mexicanos. No como antes, que era en pro de unos cuantos y del corporativo nacional o internacional.

De ahí viene la urgencia de la oposición y los medios de comunicación de hacer ver a AMLO como un político corrupto como todos, que dice una cosa y hace otra. Ellos alegan que las nuevas medidas llevarán a México al peor comunismo y socialismo que se haya practicado sobre la faz de la tierra.

Afortunadamente, los mexicanos ya no se creen esa táctica, misma que fue utilizada por Estados Unidos durante todo el siglo pasado, no solo en campañas nacionales, sino para quitar y poner dirigentes en Latinoamérica a su gusto; incluso.

Recordemos que recientemente, Donald Trump trató de asustar a los estadounidenses diciéndoles que Joe Biden era un socialista y que llevaría al país a ser como Venezuela. Si hay un político en Estados Unidos más defensor del neoliberalismo es Biden, pero eso no importa, lo importante es asustar a la gente para levantar sospechas y con un poco de suerte ganar el voto.

Por otro lado están los YouTubers, canales de comunicación que le han hecho el contrapeso a los medios de comunicación masiva. Es por eso que ha sido complicado convencer al pueblo de que AMLO es un político más. Con todas sus críticas y propaganda no han logrado que la popularidad del presidente baje a pesar de un año de pandemia, crisis económica y sin endeudarse con el Fondo Monetario Internacional como un gran número de países lo han hecho.

Lo triste de todo esto sobre la oposición política, los medios y articulistas en México, es que no se dan cuenta que la actual administración gobierna para todos, para tener un mejor México, con menos desigualdad para disminuir la violencia y de paso, lejos de regalar la riqueza a corporativos internacionales, que la riqueza se quede en México, con inversionistas que produzcan, inviertan y ganen, pero con un sistema capitalista más social, y no tan perverso y salvaje como el que se vive actualmente en muchos países, incluyendo Estados Unidos, que lo han llevado a crear monopolios donde el 1%  multiplica su riqueza, mientras 40 millones de estadounidenses viven en la pobreza y la pandemia orilla a la clase media al borde de la pobreza.

Y eso que no mencionamos el medio millón de personas que viven en sus calles; si, en la potencia más rica del mundo. Eso es lo que ha generado el neoliberalismo sin conciencia, y eso no lo queremos para México.

Aunque tampoco cierro los ojos y me olvido, pensando que con la Cuarta Transformación todo será mejor. No, es momento de seguir cuestionando, denunciar todo lo malo de pasadas y la actual administración, pero en forma legítima y no solo golpetear con un beneficio político.

Es importante aprovechar su lucha contra la corrupción, un lema de su sexenio, para verdaderamente cambiar esa cultura de abuso que se nos había marcado como un tatuaje en la piel. Esta situación es tan grave, que no es raro escuchar que ‘la corrupción es parte de nuestra cultura’ y eso nunca va a cambiar.

Estoy seguro que si todos participamos, haremos de México un país donde la corrupción sea la excepción y no la constante como hasta ahora; misma situación que nos ha llevado a crear frases muy utilizadas por la gente y que verdaderamente las creíamos y las aplicábamos: ‘En México si no transas, no avanzas’ o, ‘si no chingas te chingan’.

No obstante, los que nos han saqueado hasta ahora, es lo que quieren que sigamos pensando, que todos somos corruptos y hacemos lo mismo. De esa forma, les será más fácil a ellos justificar su saqueo.

Recordemos que este es solo el inicio de algo positivo para México, pero hagamos de esta nueva visión de la actual administración, una constante para los sexenios por venir, porque al final, la gente respeta y quiere a Obrador, pero lo que más respeta, admira y protege, son sus políticas que tratan de hacer un México más equitativo y digno de vivir para todos.

* Por: Agustin Duran. Editor de Metro del periódico La Opinión en Los Ángeles, ciudad donde ha vivido desde 1992. 

Fuente: La Opinión

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