Alborozados y por fin libres de expresarse, miles de manifestantes convirtieron ayer la capital de Zimbabue en un carnaval durante una gran movilización pacífica para exigir la renuncia inmediata del presidente Robert Mugabe.
Aún aferrado a su cargo, pero ya sin autoridad, Mugabe tenía previsto examinar su salida del poder con el mando militar que lo puso en arresto domiciliario.
Numerosas personas en Harare subieron a tanques y otros vehículos militares que circulaban lentamente entre la multitud, bailaron alrededor de soldados que recorrían las calles de la ciudad y miles de ellos se dirigieron hacia el edificio donde Mugabe cumplía sus funciones oficiales, un símbolo del gobierno del hombre de 93 años que asumió el poder después de la independencia conseguida en 1980 frente al régimen minoritario blanco.
En ese lugar, en una situación que podría haber derivado en tensión, los manifestantes mostraron respeto hacia los pocos soldados que les impidieron el paso y finalmente se dispersaron.
Fue un día histórico en el que la Zimbabue del pasado, otrora una nación africana prometedora que ahora tiene una economía en desintegración y un ambiente temeroso de las consecuencias de desafiar a Mugabe, se convirtió en algo nuevo, con una población unida, al menos temporalmente, en su fervor por un cambio y una alegría sincera que parecía impensable incluso hace unos días.
Sin embargo, a la larga la euforia disminuirá, y mucho depende de las maniobras que tengan lugar tras bambalinas para conseguir que Mugabe renuncie oficialmente, el impulso a un nuevo liderazgo que tenga carácter incluyente y la reducción de la percepción de que los militares escenificaron un golpe de Estado contra Mugabe.
El presidente sostendrá el domingo una segunda ronda de conversaciones con los comandantes militares, dijo la emisora estatal ZBC.
“El enemigo común es Robert Mugabe. Eso para empezar”, dijo Talent Mudzamiri, de 37 años, un partidario de la oposición que nació poco después de la independencia del país.
Mudzamiri emitió una advertencia para quien asuma el poder en Zimbabue: “Si el próximo gobernante hace lo mismo, saldremos de nuevo”.
Muchos zimbabuenses consideran como el candidato más probable a Emmerson Mnangagwa, un exvicepresidente con estrechos vínculos militares y cuyo despido por parte de Mugabe causó la intervención de las fuerzas armadas, que esta semana enviaron efectivos y tanques a las calles al asumir de hecho el control del país. Las ambiciones presidenciales cada vez mayores de la esposa de Mugabe, Grace, una figura causante de divisionismos y que criticó a Mnangagwa en medio de una disputa facciosa al interior del partido gobernante ZANU-PF, alarmó a quienes temían una sucesión dinástica.
“El gobierno no se transmite por vía sexual”, decía un mural durante una de las manifestaciones en Harare. Otros carteles censuraban a “Gucci Grace”, una referencia al gusto de la primera dama para irse de compras de lujo fuera de Zimbabue, que antes tuvo un periodo de hiperinflación y ahora enfrenta una escasez de dinero en efectivo y un desempleo en gran escala.
Las conversaciones sobre la suerte de Mugabe anteceden a un importante congreso del partido previsto para el próximo mes y las elecciones programadas para 2018.
Fuente: AP