Marcianos y terrícolas

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Nueva Tribuna/ Walter C. Medina

“Buscarán comunistas”, arriesgó mi vecino Antonio cuando su mujer corrió a comunicarle que la tele hablaba de un aparato norteamericano que había logrado llegar con éxito al Planeta Rojo. La confusión es comprensible; el Curiosity ha pisado suelo marciano con el objetivo de averiguar si en aquel lejano astro existieron o existen los ingredientes básicos para la vida. Los informativos han abierto su edición del lunes con las primeras imágenes enviadas por el explorador, un complejo dispositivo que durante dos años recorrerá la superficie de Marte bajo la tutela de los ingenieros de la NASA. “Los próximos veinticuatro meses Curiosity tiene trabajo asegurado en suelo marciano”, anunciaba con gracia la presentadora de una cadena nacional, mientras que al otro lado de la pantalla los terrícolas en paro se rascaban la cabeza, quizás meditando alguna paradoja.

La NASA está interesada en saber si allí –a 567 millones de kilómetros del planeta que ya hemos arruinado– hay indicios de vida. Y para dicho fin ha invertido 2.500 millones de dólares, algo que –desde mi personal punto de vista– representa un pequeño paso para el hombre (con minúscula) y un gigantesco retroceso para la Humanidad. Porque mientras 500 millones de niños terrícolas padecen hambre y otros tantos millones morirán debido a esa cruel causa, mientras la vergonzosa cifra de seres humanos que viven en la extrema pobreza, que a cada instante son víctimas del desequilibrio del sistema, mientras esas vidas insignificantes tienen lugar en este planeta a cada instante, y nacen y mueren ayunas de todo “ingrediente básico” que le garantice al menos la dignidad, no seré yo quien celebre la imbecilidad de haber llegado a Marte. De ningún modo y bajo ningún punto de vista aplaudiré esta “conquista”, porque es más infame aún que otras ya acometidas anteriormente por el hombre con minúscula.

A ciencia cierta la NASA no ignorará que hay millones de seres en este planeta Tierra viviendo abandonados en el frío de las calles, niños que carecen del cuidado que sus años requieren y que arrastrarán la interperie como una herida abierta por el resto de sus vidas. No ignorará la NASA que mientras investiga la posible vida en Marte, dejan de ser posibles millones de vidas en Tierra; que aún aquí, en este pobre planeta, hay hombres y mujeres muriendo por causas evitables; no ignorará la NASA que sólo en un año once millones de niños menores de cinco años fallecieron por falta de medicamentos y vacunas. Así que no, amigo mio. A mi no me venga con esas; no me juzgue mal por no unirme a su fiesta y permítame no compartir su alegría por eso que usted llama “adelanto” y que no es sino un nuevo y repetido retroceso.

Las primeras imágenes reportadas por Curiosity muestran un planeta rocoso, de superficie desigual y carente de anuncios de Coca Cola, al menos a primera vista. El pequeño explorador revestido en teflón (“Ya sabemos que nuestras sartenes pueden viajar a Marte”, dijo –y esto es absolutamente cierto– una presentadora de informativos) deberá investigar minuciosamente cada recoveco al que le sea posible acceder. En su interior lleva combustible suficiente como para varios expolios, una serie de sofisticadas cámaras digitales y todo lo necesario como para desvelar de una vez por todas la legendaria pregunta sobre la existencia de vida en otro planeta. Puede incluso que con un poco de suerte se le aparezca algún marciano con ganas de dar testimonio; de lo contrario para ver un extraterrestre siempre nos quedará el programa de Iker Jiménez.

Yo no sé a usted, pero a mi –además de indignarme– este asunto del Curiosity me remite a los clásicos del cine de ciencia ficción.  Esos en que los marcianos se defendían del accionar humano lanzando luminosos rayos a la Casa Blanca y haciéndola desaparecer junto con todo lo que habita dentro. En su afán de conquista, el hombre con minúscula ha logrado llevar su estupidez hasta los confines del universo. Y lo ha conseguido con notable éxito. Ha clavado una banderita en la Luna, ha bombardeado y desforestado la Tierra, y ahora se sube a Marte para ver si allí hay vida y para comenzar a moldear lo que en pocos años más será –según informó la agencia espacial NASA–  “una nueva manera de hacer turismo”: vajes tripulados para turistas millonarios que puedan permitirse una escapadita de fin de semana al Planeta Rojo, hacerse la tradicional fotografía y compartirla luego en sus respectivos Facebook para que sus contactos lo aprueben con un “me gusta”.

Fuente: (www.nuevatribuna.es)

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