Luna de miel en México

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Por Jorge Ramos Avalos

Fue un ataque brutal. No habían dado las tres de la madrugada y todos dormían cuando un grupo de cinco hombres armados y encapuchados se metieron a una casa de renta para turistas en playa Bonfil, Acapulco. Amarraron con cables de celulares y cordones de trajes de baño a siete hombres y luego procedieron a violar a las seis españolas que los acompañaban. El ataque duró poco más de dos horas.

El día anterior el alcalde de Acapulco, Luis Walton, se había levantado de buenas. Le habían informado que el domingo la ocupación hotelera en la zona turística había superado el 93 por ciento y así lo tuiteó. “AcapulcoPUEDE” presumió.

Pasarían solo unas horas para demostrar que, en realidad, Acapulco no puede. Acapulco es la segunda ciudad más violenta del mundo, según el Consejo Ciudadano para La Seguridad Pública y Justicia Penal. El año pasado hubo 1,170 homicidios en el puerto. Solo San Pedro Sula es más peligrosa; Caracas es la tercera más violenta. (Aquí esta la lista http://bit.ly/VKrQ4e )

El alcalde de Acapulco, desde luego, no quería que las violaciones afectaran el turismo. Tenía claras sus prioridades. Y por eso, torpemente, declaró:

Su intento de minimizar el terrible crimen, menospreciando el trauma que habían sufrido las víctimas, no dio resultados. Sus declaraciones fueron criticadas por estúpidas, insensibles y falsas en Twitter y Facebook. Al poco tiempo se disculpó en los medios de comunicación. Pero el daño ya estaba hecho.

No, no es cierto que esto “sucede en cualquier parte del mundo”. Hace años que no se reporta la violación de seis extranjeras en otra parte del mundo. Eso no ha ocurrido recientemente en París, Nueva York, Buenos Aires, Bangkok o Marrakesh. Pero sí en Acapulco.

“Habla bien de Aca”, dice un famoso eslogan para promocionar el turismo en el puerto más conocido (y violento) de México. Pero no se puede hablar bien de Acapulco cuando, claramente, la criminalidad está fuera de control, cerrando centros nocturnos, restaurantes y poniendo en peligro la vida de residentes y turistas. Esa es la realidad.

Hablaremos bien de Acapulco cuando ahí dejen de matar gente y de violar turistas. La impunidad es lo que reina en el puerto y ni el alcalde ni el gobernador de Guerrero han logrado cambiar nada.

Lo interesante es que este incidente en particular, y las cientos de muertes que siguen ocurriendo en el resto de México, no han salpicado todavía al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Todavía.

He estado revisando las cifras (y la nota roja) y no hay ningún cambio –ninguno- entre los últimos dos meses de Felipe Calderón en la presidencia y los primeros dos de Peña Nieto. México sigue siendo tan violento y sufriendo tanta impunidad como antes. Pero lo que sí es distinto es que los mexicanos le están regalando una luna de miel al nuevo presidente al darle un tiempo razonable para que ponga en práctica sus nuevas estrategias.

Por ejemplo, nadie culpó indirectamente a Peña Nieto por las violaciones de las seis españolas en Acapulco. Está claro que sus nuevas políticas de seguridad aún no se han implementado. Pero cometería un grave error si cree que los mexicanos lo van a esperar mucho más.

En Estados Unidos los norteamericanos, tradicionalmente, esperan cambios concretos y el anuncio de nuevas medidas en los primeros 100 días de gobierno. Por eso Barack Obama ya está empujando por un cambio en las leyes migratorias y de control de armas.

Peña Nieto no tiene mucho tiempo más. Si su gobierno, como el de Calderón, empieza a arrojar unos mil muertos por mes, las protestas y las críticas van a acumularse. La luna de miel con Peña Nieto durará solo un poquito más. El nivel de tolerancia es bajo. No puede olvidar que la mayoría de los mexicanos votaron contra él.

Peña Nieto parece estar consciente de esto. En una entrevista con Patricia Janiot de CNN en Español, el presidente dijo que la violencia “es un tema sensible y de prioridad para los mexicanos” y que esto “nos lleva a cambiar de estrategia que se concentre en atender las causas del delito y la violencia.” Pero el presidente se equivoca si cree que los mexicanos van a esperar a que disminuyan los niveles de pobreza para que caiga la criminalidad. Eso podría tomar décadas. Los mexicanos, calculo, exigirán resultados muy concretos para reducir la violencia antes de fin de año.

Las lunas de miel de los presidentes suelen acabarse cuando ocurren tragedias como la de Acapulco o la de Newtown. Obama tuvo que actuar para reducir el uso de armas tras la masacre de 20 niños en una escuela de Connecticut. Pero en el caso de Peña Nieto, aparentemente, aún no hay ese sentido de urgencia y sigue disfrutando de su luna de miel.

No, la brutalidad, impunidad e incapacidad burocrática demostrada en los últimos días en Acapulco no pasa en otras partes del mundo. La verdadera tragedia es creer que lo normal es vivir en un país donde se viola y se mata…y luego no pasa nada.

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