Llegaron a la pizca, acaban con granjas

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Hispanos empezaron levantando las cosechas en la Unión Americana y ahora acaban de administradores de la granja. He aquí los hallazgos de Los Ángeles Times…

Los Ángeles— Cuando tenía 15 años, una redada migratoria en un vivero de flores japonés, hizo que la vida de Arturo Flores diera un giro inesperado.

Los propietarios necesitaban a un nuevo grupo de trabajadores para reemplazar a los que fueron deportados por los oficiales de inmigración, y Flores consiguió un trabajo cortando flores. Lentamente trabajó hasta ascender al puesto de paquetería y entrega. A mediados de los 80, recibió una llamada de parte de dos empresarios que querían comenzar un negocio de florería. Le pidieron que administrara las entregas y la distribución. Hoy en día, Flores, de 50 años, es el presidente de Central California Flower Growers en Watsonville, una distribuidora en el condado de Santa Cruz que vende más de 100 variedades de flores y otras plantas.

Las empresas agrícolas en Estados Unidos aún están bajo el dominio de los anglosajones, pero Flores es un ejemplo de un creciente número de hispanos que son propietarios u operan algunas fincas agrícolas en el país. Mientras que la cifra en general de las fincas en Estados Unidos disminuyó en un 4 por ciento del 2007 al 2012, durante ese mismo periodo el número de fincas administradas por hispanos se incrementó en un 21 por ciento, de las 55 mil 570 a 67 mil, de acuerdo a los datos dados a conocer en mayo del censo gubernamental de la agricultura en el 2012. Estos números señalan un pequeño pero consistente patrón de crecimiento en la industria agraria entre los hispanos, muchos de los cuales han pasado de trabajar en el campo a ocupar puestos en las oficinas administrativas.

Muchos de ellos, al igual que Flores, emigraron desde México en los años 70s y 80s y trabajaron muy duro desde levantar la cosecha hasta la administración de las empresas. Todos comparten clásicas historias de valor y determinación, con un poco de buena fortuna. Algunos son propietarios de los terrenos que ellos cultivan, mientras que otros aún rentan las parcelas. Muchos de ellos dan empleo a mexicanos cuyo idioma y trabajo ellos entienden a un grado profundamente íntimo.

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Salvador Vásquez, de 56 años, quien es dueño de Vas Vision Berry Farms, una cultivadora de bayas para Driscoll’s en Watsonville, vino a Estados Unidos desde México cuando tenía 11 años. Vásquez dijo que fue su habilidad para comunicarse en inglés y español con los trabajadores y supervisores en las fincas en Watsonville lo que le ayudó a ascender de puesto, desde ser un peón hasta convertirse en supervisor.

Pero no fue un camino fácil. En 1989, Vásquez trabajaba como supervisor durante el día y en el campo durante la noche. “Si llegaba a dormir nueve horas en cinco días, era mucho”, dijo.

Para los 90, ya supervisaba a más de 2 mil 500 empleados, y para el año 2000 se había convertido en co-propietario de la empresa. “hay que trabajar duro para alcanzar el sueño americano, pero es posible conseguirlo”, dijo.

Sergio Silva, de 53 años, es jefe ejecutivo de Rancho Espinoza en Salinas, California, una compañía que cultiva y distribuye flores de alcatraces bajo el nombre de Coastal Callas. Silva, cuyos padres obtuvieron visas de residente tras haber trabajado con permiso legal en la industria agrícola de California, vino desde México cuando tenía 13 años. Tras batallar mucho para aprender inglés, dejó la escuela cuando cursaba el 10mo. grado y se fue a trabajar a Salinas Valley, “haciendo cualquier tipo de trabajo en el campo”, dijo.

A sus 22 años, Silva obtuvo un trabajo en una compañía de producción de vegetales trasplantados, donde las semillas se sembraban en viveros y luego eran trasplantadas en el campo. La compañía era propiedad de dos empresas capitalistas, y trabajó primero echando las semillas en la tierra hasta pasar a operar las máquinas y luego como supervisor. Para 1994 ya había invertido 15 mil dólares de sus propios ahorros para comprar acciones de la compañía, hasta convertirse en presidente de la misma.

Hoy en día, él y su socio, Adrián Espinoza, de 36 años, un mexicoamericano de primera generación, han invertido 1.4 millones de dólares de su propio dinero en la compañía.

La mayoría de las empresas agrícolas que son propiedad de hispanos son negocios familiares. José R. Fernández, presidente de Fernández Brothers, una cultivadora de fresas para Natureripe Farms en Salinas, cuyos clientes incluyen a Stop and Stop, Costco y Safeway, espera que su hijo de 19 años tome las riendas de la empresa.

Algunos de los hispanos más jóvenes de la segunda o tercera generación que entran en la industria cuentan con grados avanzados en agricultura o administración de empresas.

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“Los trabajadores agrícolas de la primera generación trabajaron muy duro en términos de responsabilidad, y ahora vemos a muchos de sus hijos teniendo la oportunidad de asistir a la universidad para hacer una carrera”, dijo Charles Boyer, decano del Colegio Jordan de Ciencias Agrícolas y Tecnología en la Universidad Estatal de California, en Fresno. “Estas personas ven que en la agricultura hay grandes oportunidades para crecer, desde el punto de vista empresarial, control de calidad y hasta científico”, dijo Espinoza, de Rancho Espinoza, quien se graduó de Fresno State con un grado en ciencias de las plantas.

Mientras que cada vez más hispanos están al frente de las fincas, muchos de ellos en la región dicen que las leyes federales de inmigración han hecho que sea más difícil encontrar trabajadores. Vásquez, el cultivador de bayas, dijo que 12 acres de su finca no fueron cosechados el año pasado debido a la falta de mano de obra. “Esa es una increíble pérdida”, dijo. Silva, el cultivador de flores de alcatraces en Salinas, dijo que apoyaba los programas de permisos de trabajo que les permiten a los trabajadores de temporada entrar al país de manera legal.

Quizás debido a su propio pasado, muchos de los agricultores se sienten orgullosos de tratar bien a sus trabajadores. Flores, el distribuidor de flores en Watsonville, dijo que estaba buscando la manera de conseguir planes de retiro para sus trabajadores. Hizo alarde de un área de cafetería que incluía un altar con símbolos católicos, como la Virgen María, cafeteras y hasta un asador, aún lleno de grasa de la carne que cocinaron ese día.

La mayor parte del crecimiento en las fincas que son propiedad de hispanos alrededor del país se ha concentrado en finas pequeñas y de mediano tamaño. Algunos agricultores de menor escala esperan que la creciente popularidad en los productos orgánicos también traiga un incremento en las ganancias.

Francisco Serrano, de 52 años, solía administrar 200 acres de tierras de cultivo industrial antes de optar por una finca más pequeña de productos orgánicos en Watsonville, donde cultiva repollo y betabel. Serrano, quien se sentía ya cansado de las largas horas de trabajo en la finca industrial, renta 11 acres a una organización no lucrativa local llamada Agriculture and Land-Based Training Association, o ALBA, la cual entrena en su mayoría a estudiantes hispanos para que se conviertan en agricultores de productos orgánicos.

Al igual que muchos agricultores, Serrano renta la tierra debido a que es más barato. Un acre en esta región puede llegar a costar en promedio hasta 40 mil dólares. Según Serrano, la recesión complicó muchos de los planes de los agricultores hispanos que él conocía, algunos de los cuales intentaron comprar terrenos perdiendo con ello sus casas y sus tierras. En contraste, los agricultores como Silva, esperan que la inversión en las tierras traiga consigo grandes ganancias.

Recientemente, Silva aseguró una línea de crédito para comprar 10.26 acres adicionales y viveros valuados en 1.3 millones de dólares. Una tarde de un reciente fin de semana, un ramo de alcatraces en colores púrpura y rosa fue puesto en el escritorio de Silva. “he depositado todas mis oraciones en poder hacer que esto funcione”, dijo.

Fuente: Los Ángeles Times

 

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