Lady al Qaeda, ¿víctima o líder?

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Aafia Siddiqui tiene poco más de 40 años, egresó de importantes universidades en EE.UU., se especializó en neurociencia y tuvo tres hijos, pero su nombre figuró en la “lista de los más buscados”. ¿Peligrosa extremista o víctima inocente? La siguiente es la historia de la misteriosa mujer conocida como “Lady al Qaeda”.

“Se les dieron muchas oportunidades para negociar la liberación de su gente… Hemos ofrecido un intercambio de prisioneros que permita a los musulmanes que ustedes mantienen bajo arresto recuperar su libertad, como nuestra hermana, la doctora Aafia Siddiqui…”.

Este texto corresponde a una carta enviada por el grupo radical autodenominado Estado Islámico (EI) hace poco más de un mes. No era la primera vez que el nombre de la neurocientífica estaba en boca de una organización extremista.

En la carta el grupo proponía una negociación a propósito del secuestro del periodista estadounidense James Foley, quien finalmente fue decapitado por la agrupación a mediados de agosto.

¿Quién es esta mujer, también conocida como “Lady al Qaeda”?

Para algunos es una peligrosa extremista: su nombre estuvo en la lista de “los más buscados” elaborada por el gobierno estadounidense. Para otros, es una víctima inocente.

Actualmente, se encuentra en una prisión en Texas, Estados Unidos. En 2010 fue condenada a 86 años de cárcel por un tribunal en Manhattan, uno de los cinco distritos que conforman la ciudad de Nueva York.

¿Cómo terminó en esta situación?

Lo que se sabe

Siddiqui nació en Pakistán en 1972, pero vivió en EE.UU. en la década de los 90. Se dedicó al campo de la neurociencia: estudió en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y realizó un doctorado en la Universidad de Brandeis, en ese mismo estado.

“Se volvió radical cuando vivió en Boston y se divorció de su esposo porque se negó a lanzar la yihad”, le dice a la BBC Michael Kugelman, analista del centro de estudios Woodrow Wilson, con sede en Washington, EE.UU.

Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, Siddiqui, su marido y sus dos hijos, Ahmed y Maryam, se fueron de EE.UU.

Según información publicada en varios medios de comunicación, incluyendo un sitio web que aboga por su liberación, la pareja se fue a Pakistán y se separó en 2002. Ese mismo año nació su tercer hijo.

“De acuerdo con la versión de funcionarios estadounidenses, posteriormente se casó con Ammar al-Baluchi, el sobrino de Khalid Sheikh Mohammed, el autor intelectual de los atentados contra el Pentágono y las Torres Gemelas”, añade Kugelman.

Artículos publicados por medios británicos y estadounidenses indican que, en esa época, el nombre de Siddiqui se mencionó en el interrogatorio de personas acusadas de tener vínculos con extremistas.

El momento de la captura

En julio de 2008, Siddiqui fue detenida en Gazni, una ciudad localizada en el centro de Afganistán.

Un artículo de la revista estadounidense Time, publicado en enero de 2010 a propósito del inicio del juicio en su contra, indica que este incidente ocurrió en las cercanías de una de las mezquitas de la ciudad.

La policía local la aprehendió porque sospechaba que podía ser una atacante suicida.

“Presuntamente tenía un USB (un dispositivo para almacenamiento de datos) con referencias específicas a ‘células’ y ‘enemigos’, así como varios productos químicos en envases de cremas, incluyendo cianuro de sodio”, dice el artículo.

En la misma publicación se explica que, según los fiscales del caso, Siddiqui “tomó un rifle automático M-4 y abrió fuego al grupo de soldados y funcionarios del FBI que iban a interrogarla. No hirió a nadie, pero recibió dos tiros en el abdomen”.

Fue por este incidente, y no por cargos relacionados con actividades extremistas, que la mujer fue juzgada. “La sentenciaron por intentar matar a ciudadanos estadounidenses. Sin embargo, no hay evidencia forense que vincule a Siddiqui con el crimen del que se le acusó”, señala Kugelman.

La otra cara de la moneda

Antes de su arresto, era muy poco lo que se sabía acerca de qué paso con la científica paquistaní después de que se fue de EE.UU.

“Cinco años antes de su captura, se reportó que supuestamente había ‘desaparecido’ de las calles de Karachi en compañía de sus tres hijos”, se lee en un documento presentado por Amnistía Internacional a propósito del inicio del juicio de 2010.

“Según algunas denuncias, estuvo detenida secretamente por funcionarios estadounidenses, lo que ha sido negado en varias oportunidades por el gobierno de ese país”, continúa el documento.

Esta organización, dedicada a la defensa de los derechos humanos, no tenía información acerca del paradero de Siddiqui durante el tiempo de su supuesta desaparición, pero se interesó en observar el juicio para evaluar su imparcialidad debido a la existencia de “muchas preguntas sin respuesta en torno al caso”.

La familia de Siddiqui cree que fue víctima de un secuestro por información de inteligencia incorrecta y está absolutamente convencida de que es inocente.

En agosto de 2014 se consignó una petición ante la Casa Blanca, suscrita por poco más de 100.000 personas, para su repatriación. En años previos ha habido marchas de apoyo a Siddiqui en Pakistán.

“No sabemos nada de ella, es tan doloroso. Ni siquiera estamos seguros de que esté viva, no podemos hablarle. En el tribunal han leído declaraciones de ella, ¿pero cómo podemos confiar en que ella efectivamente dijo eso?”, le comentó a la BBC la hermana de Siddiqui, Fowzia, en una entrevista telefónica desde Karachi.

Empatía y legitimidad

Cuando se enteró de que EI estaba pidiendo la liberación de su hermana, Fowzia Siddiqui confiesa que entró en conmoción. Con anterioridad, grupos radicales vinculados con el Talibán habían hecho la misma solicitud.

“¿Otra vez? Asociarla con hechos violentos echa por tierra todo mi esfuerzo por limpiar su nombre”, dice.

“Agradecemos el sentimiento de quienes quieren ver a Aafia en libertad, pero de ninguna manera aceptamos que otras personas sufran como nosotros. Ella estaría consternada si supiera que su nombre se relaciona con asesinatos y caos”.

A su juicio, mientras más inocente es la víctima, más conveniente es para organizaciones radicales apropiarse de su causa.

Kugelman cree que hay evidencia de que Siddiqui se radicalizó, pero coincide con su hermana en que los extremistas pueden usar su caso para tratar de generar empatía y legitimarse.

“Aafia Siddiqui representa a las victimas musulmanas de la maldad estadounidense, es un símbolo del maltrato que ese país le da a inocentes en la guerra contra el extremismo”, dice Kugelman.

Fuente: BBC Mundo

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