La seguridad en la frontera del norte

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Simón Vargas Aguilar*

El estado de la seguridad a lo largo de la frontera México-Estados Unidos es uno de los temas más importantes que se debaten tanto en territorio estadunidense como en México, ya que la preocupación en torno del terrorismo, las posibles amenazas de quienes entran ilegalmente y el miedo de que la violencia mexicana se desborde hacia Estados Unidos han derivado en grandes esfuerzos para asegurar el territorio fronterizo, garantizando la estabilidad, por todas las vías, incluyendo la alternativa militar.

Y es que con una línea divisoria de 3 mil 185 kilómetros, la situación geográfica y política dota a la relación bilateral entre México y Estados Unidos de peculiares características e inescapables realidades; mismas que se reflejan en el ambiente de asimetría, transición, violencia y ambigüedad que se experimenta en ambos lados de la frontera.

De acuerdo con estadísticas dadas a conocer por la Oficina Federal de Investigación (FBI), relacionadas con la tasa de homicidios en 2011, las ciudades fronterizas de Estados Unidos son las más seguras en todo el país, contrastando con la frágil situación de seguridad en la mayoría de las localidades mexicanas, destacando Ciudad Juárez y Tijuana.

De hecho, mientras que en los estados fronterizos de México la tasa de homicidios aumentó 29 por ciento entre 2005 y 2010, en Estados Unidos disminuyó 24 por ciento, lo cual sugiere que a pesar de que el crimen organizado ha aumentado los incidentes violentos en México, allá no se han visto alcanzados por este clima de inseguridad.

En este sentido, James R. Clapper, director nacional de Inteligencia, declaró ante la Comisión del Comité Permanente de Inteligencia que “los cárteles mexicanos tienen una presencia en Estados Unidos, pero no es probable que veamos el nivel de violencia que azota a México, ya que los traficantes reconocen que hay una aplicación más efectiva de la ley en Estados Unidos.

Por otra parte, el factor que impulsa el derramamiento de sangre en México es la competencia por el control de las rutas de tráfico y las redes de funcionarios corruptos, hecho que no es aplicable en las actividades comerciales de tráfico de drogas en el lado estadunidense.

Asimismo, la disparidad del crimen y la violencia a lo largo de la frontera puede ser explicada desde la vasta diferencia en las capacidades institucionales que existen entre los dos países.

Es así que el estudio Estado de la seguridad en la frontera México-Estados Unidos, realizado por Eric L. Olson, director asociado del Instituto México del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, y Erik Lee, director asociado del Centro Estadunidense de Estudios Transfonterizos de la Universidad de Arizona, así como por El Colegio de la Frontera Norte, señala que el aumento sin precedentes de la seguridad estadunidense a lo largo de la frontera después del 11-S queda reflejado en el alza del rol federal, ya que cuenta con más de 21 mil agentes asignados en diversos sectores de patrullaje, los cuales, desde 1990 a la fecha, aumentaron en 518 por ciento.

En contraste con esta alza en la seguridad fronteriza estadunidense se ha de destacar que el tráfico de armas continúa siendo un problema, ya que el estudio señala que, de acuerdo con la Oficina de Responsabilidad Gubernamental, más de 65 por ciento de las armas decomisadas por autoridades mexicanas provienen de Estados Unidos.

Aunado al hecho de que menos de 0.2 por ciento del dinero ilícito que cruza la frontera es incautado, el gobierno de Estados Unidos estimó que en 2010 se blanquearon entre 19 y 29 mil millones de dólares en México y Colombia; pero únicamente se decomisaron 32.4 millones en territorio estadunidense y 7 millones en México.

Es por ello que los gobiernos de México y Estados Unidos deben cumplir la declaración relativa a la gestión fronteriza del siglo XXI, firmada el 19 de mayo de 2012, en la que se comprometieron a trabajar de manera coordinada en la restructuración de la forma en que se administra la frontera para favorecer la entrada de visitantes legítimos, fomentar el comercio, fortalecer los lazos culturales y reducir el costo de hacer negocios en América del Norte; así como prevenir la delincuencia, desarticular y desmantelar las organizaciones delictivas trasnacionales.

Cuando las fronteras sangran, podemos ver con temor cómo las líneas a lo largo del mapa se van tornando rojas.

* Simón Vargas Aguilar es analista en temas de seguridad, educación y justicia.

Twitter: @simonvargasa, Facebook:simonvargasa

Fuente: www.Jornada.Unam.mx

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