Por Héctor Tajonar
El poder absoluto corrompe absolutamente.
Lord Acton
Para alegría de unos y temor de otros, a mes y medio de los comicios Andrés Manuel López Obrador se perfila como el ganador con 43.4% de intención de voto y 76% de predicción de triunfo electoral (Oraculus). No obstante, las encuestas no dan certeza. La ventaja de AMLO se explica por tres razones fundamentales: su prolongada y audaz estrategia de campaña, el repudio al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto y al PRI, así como las accidentadas campañas de sus contendientes.
La candidatura de José Antonio Meade ha sido víctima del rechazo al mandatario y su partido. Una mancha indeleble. Al igual que en 2000, el antiguo régimen es insostenible. Seguramente Francisco Labastida hubiera sido un mejor presidente que Vicente Fox, pero entonces como ahora, la debacle del tricolor está a la vista. Aunque la trayectoria y las propuestas de Meade lo presentan como un funcionario experimentado y honesto, representar al PRI y a Peña cancela su posibilidad de triunfo.
Ricardo Anaya tiene ideas de cómo lograr un mejor futuro para el país, pero los embates del gobierno orquestados por el presidente lograron afectar su imagen y descarrilar su campaña. A pesar de ello, está decidido a dar la batalla. Lo ayudan su inteligencia y enjundia, pero no así su escasa experiencia en la administración pública ni lo turbio de su coalición.
Tampoco ha presentado propuestas sólidas y atractivas para restarle votos al puntero, condición necesaria para alcanzarlo. Ya no ha hablado del Ingreso Básico Universal ni de acabar con el pacto de impunidad y ha matizado su desplante de que encarcelaría al exmandatario. Requiere del voto útil, pero niega que lo negociará cupularmente. Su habilidad para debatir es su principal arma, pero para lograr la victoria en las urnas requiere convencer a sectores más amplios del electorado y eso aún no ha ocurrido. Tiene 29.3% de intención de voto y 16% de predicción de triunfo (Oraculus).
En contraste, López Obrador realizó un diagnóstico certero del hastío social contra la inseguridad, la violencia y la corrupción impune, y logró apoderarse de la agenda antisistema. Creó el concepto de “mafia del poder” atribuyéndole todos los males del país. Ello le sirvió para identificar a un enemigo contra el cual luchar, así como para atajar cualquier desaprobación contra su proyecto político, convirtiendo ipso facto a sus críticos en miembros o siervos de esa infamante élite.
El veterano político tabasqueño también ha logrado apropiarse simbólicamente de la historia patria, situándose al nivel de los próceres de la Independencia, la Reforma y la Revolución, al asegurar que llevará a cabo una “cuarta transformación” nacional. Por tanto, quien osare oponerse a su mandato estaría desafiando el rumbo de la historia y la voluntad del “pueblo”.
Su desconfianza de la sociedad civil le sirve para justificar su decisión de anular la autonomía de la Fiscalía General de la República mediante el nombramiento de la terna para designar a su titular. Ello implicaría mantener la procuración de justicia en manos del señor presidente para permanecer como máximo juez, administrador de la impunidad y del castigo. Sólo él decidiría a quién se juzga y a quién no. La pretensión es regresiva e inadmisible.
Emulando la política de masas del general Lázaro Cárdenas –quien consolidó el presidencialismo mexicano con base en el fortalecimiento de la estructura corporativista del partido hegemónico–, el astuto candidato de la coalición Juntos Haremos Historia (JHH) formó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que obtuvo su registro como partido político en julio de 2014. La fundación de Morena dio origen a la reconformación del sistema de partidos de México constituido por tres pilares fundamentales –PRI, PAN, PRD– que se ha ido desdibujando de forma paralela al acelerado crecimiento de Morena.
En 2015, el partido de López Obrador obtuvo 47 escaños en la Cámara de Diputados y ningún senador, mientras que para las próximas elecciones se prevé que podría ser la primera fuerza en la dos Cámaras del Congreso. En la Cámara Baja, con una estimación máxima de 142 diputados y mínima de 115; sumados los escaños de sus aliados del PT y Encuentro Social, podría tener hasta 262 o un mínimo de 195 diputados (Mitofsky). En el primer caso, Morena alcanzaría la mayoría absoluta que no ha tenido ningún partido desde que la perdió el PRI hegemónico en 1997.
De acuerdo con la misma encuesta, el PAN quedaría como segunda fuerza con un mínimo de 94 y un máximo de 116 diputados. El PRI estaría relegado al tercer lugar con un máximo de 72 y un mínimo de 54 curules. La alianza Por México al Frente tendría entre 160 y 210 curules, y el PRI, junto con el Panal y el Verde, sólo alcanzaría entre 71 y 107 legisladores en la Cámara Baja.
En el Senado, la coalición JHH conseguiría un total de 48 escaños (sin contar los plurinominales), la coalición Por México al Frente 36 y la alianza del PRI Todos por México quedaría con sólo 10 senadores (Político).
De los nueve estados donde habrá elecciones para gobernador, Morena se perfila como ganador en cuatro –la Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Tabasco– en tanto que el Frente encabeza las encuestas en Guanajuato. Veracruz y Puebla muestran un empate entre Morena y el PAN. El PRI sólo aparece con posibilidades de triunfo en Yucatán, donde se encuentra empatado con el PAN (SDPnoticias).
En consecuencia, la eventual victoria de López Obrador podría tener efectos indeseables en la formación y el ejercicio del poder: Una nueva hegemonía encabezada por el dueño y señor de Morena, con características muy semejantes al régimen que supuestamente habría sido superado por la efímera transición democrática, así como un férreo presidencialismo acompañado de los nefastos ismos que se niegan a morir: corporativismo y clientelismo, autoritarismo y patrimonialismo. Antes de llegar al poder, AMLO ha empezado a dar muestras de una prematura soberbia, aunada a su conocida intolerancia. Si es incapaz de vencer al caudillo que lleva dentro, el puntero no merecería el triunfo electoral que se vislumbra.
Este análisis se publicó el 20 de mayo de 2018 en la edición 2168 de Proceso