La misteriosa Secretaría de Cultura

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Por Sabina Berman

La nueva Secretaría de Cultura tiene en común con el fantasma de Canterville la extensa fama y la incertidumbre sobre su realidad material. Como del fantasma en tiempos idos y en otras latitudes, de la tal Secretaría se ha hablado mucho los últimos meses, en tertulias de artistas, páginas editoriales y secciones de arte, en el mismo Congreso de la Nación, pero nadie ha visto de ella siquiera un perfil, o al menos la sombra furtiva de un perfil. Mucho menos un proyecto.

Estos son los nebulosos hechos. La creación de la tal Secretaría fue anunciada por el presidente en su Tercer Informe de Gobierno. Le dedicó un párrafo escueto. Sin descripciones. Sin razones ni metas.

Al día siguiente las secciones de cultura de los diarios se llenaron de opiniones sobre su inminente formación. Cada creador que opinó resultó un inventor de la tal Secretaría. Será un alivio para los artistas. Será un ordenamiento para los sindicatos de la cultura. No le veo ningún sentido. Es ya un siglo que la esperamos con impaciencia.

Luego llegó Elenita Poniatowska a señalar con su dedo al rey desnudo. Declaró que lo único seguro es que la Secretaría de Cultura servirá para subirle el sueldo y los honores a los burócratas del ramo.

Y entonces el periódico Milenio llamó a un debate serio sobre la tal Secretaría. Seis sesudos ensayos llegaron a la conclusión de que quién sabe qué sería, quién sabe quién la quería y quién sabe para qué la quería.

Lo que causó, o tal vez no causó, que el sindicato del Instituto Nacional de Antropología e Historia y el sindicato del Instituto Nacional de Bellas Artes se declararan en pie de guerra contra de la maldita y espuria Secretaría. Aunque no fue claro el porqué.

Era un milagro que Jean Sartre hubiese disfrutado. Si el filósofo escribió un libro de 800 páginas sobre el Ser y la Nada, la Nada en nuestro país estaba disputándole la cifra de líneas ágata sobre el vacío. Varias publicaciones se unieron al animado debate sobre quién sabe qué cosas de la inmaterial e inefable Secretaría. Y Radio Educación y Canal 22 dedicaron varios programas también para debatirlo.

Fue en un noticiario de Radio Educación donde el presidente actual del Conaculta declaró que posiblemente –posiblemente porque la verdad él estaba incierto al respecto– podría ser que la Secretaría de Cultura sirviera para ordenar la burocracia cultural del país. Y dejó en suspenso por qué una Secretaría ordenaría una burocracia que ha tenido ya 27 años para ordenarse –después de todo la meta del Conaculta fue esa: ordenar la burocracia cultural– y sobre todo esto crucial: por qué la prioridad de una Secretaría de Cultura sería su propia burocracia, y no la cultura.

Y de pronto, esta semana, la votación de la misteriosa Secretaría fue subida a la agenda del Congreso. Alarmada, la Comisión de Cultura llamó a académicos expertos en cultura y al presidente del Conaculta y a varios artistas sobresalientes, y descubrió por fin esto: es cierto, nadie sabe de qué va la Secretaría.

Por ello la Comisión de Cultura pidió una prórroga a la votación. Sus miembros querían enterarse del plan para la cultura que conlleva la Secretaría, si es que tal plan existe en un lugar recóndito y secreto.

Por eso resultó asombroso que como reacción a la sensata petición de prórroga, el presidente del PRI, César Camacho, haya montado en cólera y haya advertido que “la Secretaría de Cultura es un hecho porque es un hecho”. Claro, se trató de una exageración retórica que más bien indicó que antes de que este año acabe los diputados priistas y ecologistas votarán que se funde, y aunque ellos mismos no conocen nada de la Secretaría, siendo mayoría en el Congreso y diputados disciplinados a la línea presidencial, pues se fundará.

En cambio, el secretario de Educación ofreció la cortesía de hablar de la Secretaría en el pleno legislativo este viernes. Hoy, jueves, que envío a Proceso este relato sobre la Nada y sus maromas, sólo estoy cierta de que el secretario hablará y posiblemente durante la semana entrante se invitará al Congreso a algunos expertos y otros tantos artistas e intelectuales, y que luego, digan lo que digan todos los que digan algo, lo dicho: este diciembre será aprobada su fundación, como ya se decidió mucho antes.

Una disculpa. Olvido un paso importante. Antes de la votación cuyo resultado ya es seguro, y siguiendo el protocolo del Congreso, se abrirá un debate, que amenaza con ser fascinante. Se rumora insistentemente, por ejemplo, que el PRI pondrá en la tribuna a un orador que se mantendrá en el podio mudo 10 minutos, en homenaje a John Cage. El Partido Verde pondrá en el podio y junto al micrófono a una elocuente plantita de cactus otros 10 minutos. El PAN parece que hará algo similar en apoyo al PRI. Y Morena y el PRD objetarán no en sí a la Secretaría sino el proceso autoritario con que se impone su fundación.

La diputada Cristina Gaytán, del PRD y miembro de la Comisión de Cultura, me advierte que a pesar del avasallamiento su bancada sí se propone exigir para un futuro próximo un plan para la misteriosa Secretaría. Y si no hay tal plan, producirlo, mediante el debate con artistas, intelectuales y empresarios del ramo. “¿De qué sirve crear un cascarón si está por dentro hueco?”, me pregunta.

Es cierto. Cambiarle el nombre al Conaculta por Secretaría de Cultura y no formular un plan de Cultura tendrá como efecto nada.

Fuente: Proceso

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