Por Víctor M. Toledo
Estamos siendo testigos de la irrupción de los ciudadanos de innumerables países, que protestan indignados contra la realidad de un mundo cada vez más injusto, más inseguro y donde la democracia real se ha vuelto una ilusión. Se trata de un fenómeno inédito. Las nuevas tecnologías de la información y la telecomunicación permiten ya no sólo transmitir el malestar, sino organizar expresiones masivas por canales no controlados ni por el poder político (gobiernos y partidos) ni por el poder económico (empresas y corporaciones). Estas rebeliones ciudadanas, ocurridas de manera espontánea en regiones tan diferentes como el mundo árabe (Egipto, Túnez, Argelia, Marruecos), Europa (Islandia, Grecia, Portugal, España) o América Latina (Chile, México, Brasil), han logrado detener o anular medidas coercitivas, cambiar leyes o derrocar regímenes autoritarios.
Son reacciones a la crisis de la civilización moderna. Sin embargo, ahí donde parece que todo termina, es donde todo comienza. Si la protesta callejera, por más impactante que sea, no se transforma en organización autónoma de la sociedad civil, su efecto tenderá a desvanecerse o apagarse y a terminar recluida en el baúl de los recuerdos. ¿Cómo convertir la protesta en una fuerza real de transformación social?
Debemos al pensador lusitano Boaventura de Sousa Santos la expresión de globalización contra-hegemónica. Bajo este título agrupa los proyectos, iniciativas y procesos de carácter alternativo que, creados y ejecutados por la sociedad civil, representan fisuras en el modelo dominante de la civilización industrial o moderna. Su importancia es nodal, porque muestra que existen ejemplos y casos exitosos de la vida real construidos sobre valores no sólo alternativos, sino opuestos a los que hoy dominan. Se trata de experiencias autónomas e independientes de los poderes políticos y económicos inspirados en el apoyo mutuo y la cooperación y basados en una economía que es moral, ecológica y solidaria. Hagamos un brevísimo recuento.
Es posible que el rasgo clave de estas experiencias sea el espíritu solidario, cooperador o altruista de quienes participan en ellas. Ello las sitúa de raíz como antípodas de la competencia y del individualismo. Sobre ese valor se construyen entonces instituciones verdaderamente democráticas, horizontales e igualitarias que surgen en paralelo a los proyectos. En esta perspectiva el primer baluarte lo conforman las cooperativas y las redes de muy diferente tipo. Las cooperativas, que son modalidades de empresas sin patrones donde los trabajadores son todos socios con derecho a voz y voto, no sólo existen y subsisten sino que se expanden por todo el mundo. Las redes de producción y consumo igualmente crecen, especialmente las de los productos orgánicos.
La cooperativa es y será cada vez más el modelo productivo que habrá de remplazar a las empresas y corporativos privados. La cooperativa surgió en 1844 en Inglaterra cuando 28 trabajadores despedidos decidieron fundar su propia empresa. Si usted, lector, explora por Internet el tema, encontrará más de 3 millones de respuestas y se enterará que existe la Alianza Internacional de Cooperativas, fundada en 1895. El modelo cooperativo está presente en los principales proyectos contra-hegemónicos.
Ya hace más de cuatro décadas que en Japón surgió el Tekei, redes que conectan cooperativas de productores y consumidores de alimentos, en su mayoría orgánicos. Se estima que hacia 2004 participaban unos 22 millones de ciudadanos. El Tekei japonés se considera una experiencia emblemática que ha inspirado muchas otras experiencias similares en numerosos países. En India, el influyente legado filosófico de Mahatma Gandhi, que incluye conceptos de gran importancia como el swaraj (autogobierno) y laswadeshi (control popular de los procesos) y las notables resistencias ecológicas, como el movimiento Chipko (mujeres defendiendo los árboles) o la protesta de Bophal, han inducido unas 30 mil iniciativas sociales emancipadoras conocidas como micromovimientos.
También está el caso del estado de Kerala, en el extremo sur, donde gobiernos de izquierda, a contracorriente de lo que habitualmente sucede, han gestado un extenso movimiento de democracia participativa, que ha llegado a sus mil 214 municipios. Kerala mantiene una población, equivalente a la de España, de casi 40 millones. En México existe un registro de un millar de experiencias locales, de inspiración ecológica, realizadas por empresas sociales, casi todas indígenas, distribuidas principalmente por el centro y sur del país. En España el cooperativismo tiene una alta presencia en la economía; su experiencia emblemática es Mondragón, con 100 mil socios, y frente a la crisis se han constituido nuevas cooperativas integrales en Barcelona, Madrid y Andalucía.
La información disponible, por lo común dispersa, revela que en Cuba un movimiento ciudadano de carácter agroecológico logró remontar la crisis alimentaria provocada por la ausencia de petróleo, tras la caída de la Unión Soviética, más allá del aparato político de la isla; que en Brasil, las tres principales confederaciones campesinas se plantean no sólo el reparto agrario, sino el modelo agro-ecológico y la soberanía alimentaria; y que en Europa el movimiento de las Transition Towns, poblaciones que buscan vivir sin petróleo bajo un modelo sustentable rebasan, las 200.
Es posible que toda esta gama de proyectos ciudadanos no alcance aún a conformar un proceso global. Pero todo apunta hacia allá. Mientras que la Alianza Cooperativa Internacional reúne a 800 millones de socios, la Vía Campesina es ya una organización global, con 200 millones de miembros. En escasas dos semanas el movimiento ambientalista logró sacar a la calle a más de 2 millones en 435 ciudades para protestar contra Monsanto y los alimentos transgénicos. El día del orgullo gay igualmente convoca cada año a cientos de miles a manifestaciones callejeras. Quienes se dedican a la teoría de redes, saben que una vez consolidada una red en un nivel, el siguiente paso es su articulación con otras más y así sucesivamente. Conforme se vaya consolidando este proceso trans-escalar se habrá de pasar a la formulación de contenidos teóricos para buscar una civilización diferente, o una modernidad alternativa. La frase del pensador alemán Bertolt Brecht resulta significativa: La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer.
Fuente: La Jornada