¿Por qué es tan espantosa la X?

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Por Daniel Montañez Alvarado*

Con la Equis, Sebastián consiguió lo que todo creador plástico con pretensiones innovadoras anhela: generar polémica. Con ello, su obra se sitúa en el centro de la atención y, por lo tanto, adquiere relieve: el artista ha atrapado al espectador.

Lo que parece escasear en esta controversia —en las posturas a favor o en contra— son las argumentaciones teóricas de índole estético. “Me gusta mucho” o “es espantosa” son juicios endebles a la hora de valorar una creación artística. Ciertamente, el gusto personal es inapelable y pertenece al fuero interior de cada uno; pero, si no viene acompañado de formulaciones y sustento crítico, lo más probable es que termine a la deriva.

La premisa más recurrente contra la Equis es su costo oneroso, la sospecha de un manejo corrupto y la carga que representará para los contribuyentes. Se trata de un razonamiento legítimo: la sociedad debe conocer los pormenores de una inversión de estas dimensiones, puesto que será ella quien asumirá los costos. Pero ese no es un argumento estético, sino más bien político. En otras palabras, la Equis no tiene la culpa de que sus detractores la asocien con un fenómeno de corrupción.

La escultura en sí misma no es corrupta: su configuración geométrica, sus proporciones, su pertinencia sobre el espacio urbano, constituyen un hecho estético —bueno o malo—, pero totalmente al margen de consideraciones políticas o morales. Sebastián es priista y ha servido a las élites e instituciones oficiales, pero los atributos intrínsecos de su obra son estéticos, no políticos. No podríamos descalificar, por ejemplo, la escritura de Borges porque simpatizaba con la dictadura militar, o la de Fuentes porque se dejó apapachar por Echeverría.

La historia nos muestra que las manifestaciones artísticas se enfrentan, de manera reiterada, a un fenómeno que podríamos denominar de resistencia y posterior asimilación. Abundan los ejemplos: Édouard Manet, quizá el padre del arte moderno, fue rechazado y vilipendiado luego de pintar su ‘Desayuno sobre la hierba’, ahora considerada una obra maestra y parteaguas en la historia. Los impresionistas, posimpresionistas, fauvistas, cubistas y otros, fueron sometidos al escarnio y su obra era considerada una basura: nadie daba un cacahuate a cambio de una pintura de Van Gogh; actualmente cualquiera obra suya se cotiza en millones de dólares. La propia torre de Gustave Eiffel fue denigrada de manera impetuosa y hoy es un ícono universal.

Por ninguna vía es procedente intentar equiparar a dichos artistas con Sebastián, ni a las obras de aquéllos con la Equis. Sería muy temerario, o insolente, pretender estirar a nuestro escultor a la misma estatura de aquellos vanguardistas. Lo que sí sobresale es la similitud entre las reacciones populares de una y otra época. Tal vez este momento lapidario se convierta en uno de sosiego, como lo muestra la historia, y como parece haber sucedido en otras ciudades donde hay obras de Sebastián: en el DF, El Caballito; en Guadalajara, los Arcos del Milenio. En ambas también hubo mucho ruido al principio.

Curiosamente, mientras en su propio país es denostado, Sebastián es ampliamente reconocido y galardonado en el extranjero. Resultaría deplorable descubrir que estamos replicando la fábula aquella de los cangrejos queriendo salir de cautiverio.

 

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Otra objeción a la Equis es que Sebastián se copió a sí mismo, puesto que existe una escultura semejante, de tamaño menor, en la capital del país. Que un artista retome elementos de su propia obra no es nada nuevo y, quizá, tampoco tan aterrador. Sería como reprochar a Dalí la aparición frecuente de Gala en sus pinturas, o a Magritte los rostros de sus personajes cubiertos con mantas, en varios de sus cuadros; o, quizá, los pasajes tan habituales que hacen inconfundibles los conciertos de Vivaldi. Este reciclaje tiene una explicación teórica, mas no es el tema de este texto.

Pero volvamos a la controversia medular: ¿Por qué es espantosa la Equis? ¿Qué la convierte en un adefesio? ¿Por qué su presencia provoca escozor? Como no he conocido dilucidaciones convincentes a ese respecto, en el plano estético, me parece pertinente reiterar la conjetura que mencioné antes: La Equis es fea debido su asociación con un fenómeno de dispendio y corrupción. O, más grave aún, por su asociación al rostro de Teto. Suena a broma, pero no es descartable del todo.

La Equis es una pieza de arte conceptual. (Duchamp inició todo ese desbarajuste después de que subvirtió las nociones del arte tradicional, con su famoso mingitorio). En esta vertiente del arte, la idea predomina sobre el objeto artístico: es decir, importa menos la forma y la materia que el concepto que le da creación. De esa manera se exige del espectador un nuevo tipo de atención y de participación mental. El concepto que Sebastián atribuye a su escultura es nacionalista. “Es un sincretismo profundamente mexicano. El símbolo del centro del calendario azteca está presente en esa equis”. El espectador, obviamente, está en plena libertad de suscribir o refutar este concepto del artista, a partir de sus propias conclusiones.

En esta masa arquitectónica llamada Equis, los modelos matemáticos han sido convertidos en piezas escultóricas. El autor denota una preocupación por las formas geométricas, a partir de las cuales pueda proyectar agilidad, sensaciones, estados de ánimo y trayectorias de un cuerpo. Es lo que llaman “geometría emocional”, mediante la cual, además, la figura adquiera dinamismo desde cualquier ángulo desde donde se observe. El color es crucial. El rojo intenso actúa como volumen y forma, y las variaciones de la luz le confieren otras tonalidades.

Sebastián no es un improvisado en su oficio. Lleva décadas de investigación minuciosa basada en el arte, la geometría y los materiales. No es poca cosa que su obra haya sido objeto de un elogioso prólogo literario escrito por el mismísimo Oscar Niemeyer, quizá el más grandioso arquitecto latinoamericano. Niemeyer fue, a su vez, discípulo del mismísimo Le Corbusier. La relevancia artística de Sebastián también ha llevado al abordaje de su obra a personajes como Carlos Fuentes, Víctor Hugo Rascón Banda, Carlos Montemayor, Ignacio Solares, Roberto Vallarino, Emilio Carballido, Ricardo Rocha, Paco Ignacio Taibo I, René Avilés Fábila y muchos otros.

Espantosa o no, la Equis habitará en las entrañas de esta frontera. Es difícil negar su imponencia y que se convertirá en un elemento arquitectónico distintivo de esta ciudad.

* Daniel Montañez Alvarado. Artista juarense. Licenciado en música por la UACJ con maestría en Arte.

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1 Comment

  1. roberto campos roca on

    No es réplica, per osi se contrapone, sin haberlo leído, a mi concepto del Mega Fraude de la Equis y la Plaza de los Borrachos.

    EL MEGA FRAUDE DE LA EQUIS Y LA PLAZA DE LOS BORRACHOS.-
    24 de Mayo de 2013. El día de la Impunidad, disfrazado de Cultural.
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    En sus vanos afanes de “justificar lo injustificable” y “defender lo indefendible”, el presidente municipal de Juárez, Héctor Murguía Lardizábal (Alias el Teto), junto al supuesto autor y constructor de la monumental EQUIS, Enrique Carbajal (alias Sebastián), han venido utilizando y deformando la historia nacional para que los Juarenses se crean el cuento del “Por qué la X”.
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    En primer lugar, afirman falsamente que la X representa a los mexicanos por estar contenida entre las letras de su nombre: M-E-X-I-C-O. Pero igual están las otras cinco letras, y la más representativa, en todo caso, sería la M, o juntas la M y la x (Mx), como se acostumbra abreviar su nombre.
    Sin embargo, nuestro país no se llama México, sino ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, y los únicos que usan este patronímico son la ciudad de México y el estado de México.
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    También se aferran al absurdo de decir, que la EQUIS fue introducida en la palabra México, por obra y gracia del Benemérito de las Américas, en los tiempos de aquel viejo pleito del “Chamizal”, territorio que fue reintegrado a México el 28 de octubre de 1967 (y no el 24 de Mayo que quieren hacer coincidir con la inauguración), terminando así una disputa de 102 años que inició en 1865 con un reclamo diplomático del entonces presidente Benito Juárez, siendo que fueron los propios españoles, en tiempos de la conquista, cuando implantaron el término “mexicas” para distinguir a estos de las distintas tribus del altiplano Tenochtitlan (Meschicas, Tlazlcaltecas, Aztecas, etc)., palabra que finalmente paso a ser Méjico, de acuerdo a la Real Academia Española, y que por conveniencias políticas, se acepta que se escriba con X (equis) y se pronuncie como J (jota): MEJICO.
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    La propia grafía y toponimia del territorio original de nuestra nación denominaba algunos estados y ciudades con la J y no con la X, de acuerdo a la pronunciación regional, tales como: Tejas, Nuevo Méjico, Oaxaca, Xalisco, Xalapa, Xavier, Xalostotitlan, Ximenez, Xotla, Ximena, etc.y que ahora se escriben con “J” porque así se pronuncian, excepto “México” que conserva este arcaísmo ortográfico de la letra X, pronunciándose como J.
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    Un invento más de Sebastián; al afirmar que la X forma parte histórica del calendario Azteca, siendo que el Náhuatl, la lengua común de los siete pueblos de Méshico-Tenochtitlan, no tenía un alfabeto que incluyera términos de los lenguajes latino, ni griego, ni árabe, hasta entonces desconocidos por los indígenas.
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    Y como es lógico, después de la primera gran mentira sobre la X, se suceden otras series de mentiras cada vez menos creíbles, como ese cuento de que esta letra representa el símbolo del mestizaje mexicano y el cruce de la raza española con la raza indígena, cayendo en la contradicción de, si se trata de una X, o se trata de una Cruz, o de ninguna y otra cosa.
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    Finalmente, redescubrir que el propio Sebastián se ha “pirateado” a sí mismo, pues con la “famosa” EQUIS de Juárez, solo está auto plagiándose otra “escultura” (micro) que él mismo construyó en la ciudad de México con motivo de la Masacre de estudiantes del 10 de Junio de 1972, y denominada: “Sangre Derramada” o “10 de junio. No se olvida” y donde utilizó los mismos argumentos y sin razones para hacerla, y que son muy similares a los que luego nos daría aquí para justificar y hacer su X.
    El propio Sebastián ha negado que esta X sea una escultura, y ha aceptado que es en realidad un Monumento macro que puede atraer turismo, porque no contiene ni un solo elemento del arte que tradicionalmente el ha venido creando, y que combina las diversas figuras y volúmenes geométricos (triángulos, círculos y helicoides) para mostrar creaciones originales, y no vulgares copias de letras muy reconocidas.
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    Sin embargo, y es lo que no dicen, ni Teto, ni Sebastián, ni el propio Duarte, ni los corifeos que ya se han colgado al festejo de la mexicanidad, es que el verdadero significado de la EQUIS o la CRUZ plegada, realmente representa y significa la sangre derramada de todas las llamadas “Muertas de Juárez” englobadas en el feminicidio que ha distinguido, por su impunidad, a nuestra frontera, y donde se deben agregar todas las víctimas y victimados del negro período cuasi genocida que aún no termina, iniciado desde la guerra de Calderón contra los supuestos Narcos y el crimen organizado, y que hoy mantiene Peña Nieto, en un nivel menor, pero igual de peligrosa intensidad.
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    Las CRUCES que hoy distinguen a la entrada de la frontera “más grande de México”, están todavía ahí, en el Puente Paso Del Norte, en la fiscalía y frente al Palacio de Gobierno, como fieles y vivos testigos de la muerte y el sacrificio de mujeres y hombres que no tan solo fueron privados de la vida, o desaparecidos, sino también privados de la mínima Justicia, reflejándose ahora en esta única e imbécil monumentalidad con una gigantesca “tacha roja”, misma que que se auto construyó el gobierno municipal a nombre del Estado mexicano, y que al distinguirlo inequívocamente, es en el fondo un insulto subliminal, disfrazado de cultural, como fiel reflejo de la inextinguible impunidad oficial.