Por Víctor M. Quintana S.
Mal comienza el Año Nuevo con un domingo negro en Juárez y otro jueves negro en Culiacán. El 1º de enero un comando de sicarios provocó un motín en el Cereso 3 de aquella frontera y liberó a 30 internos, entre ellos a Ernesto Alberto Piñón de la Cruz, El Neto, jefe de la banda Los Mexicles. El jueves 5, en Culiacán, un operativo conjunto de las fuerzas federales logró detener a Ovidio Guzmán, jefe del cártel de Sinaloa, luego de una fuerte resistencia de los sicarios en la sindicatura de Jesús María.
Ciertamente, hay semejanzas entre los dos hechos: Culiacán y Juárez son dos poblaciones caracterizadas por una intensa actividad de las bandas de narcotraficantes; en ambos operativos hubo gran cantidad de muertos: en Juárez, hubo 17, entre ellos 10 custodios fusilados a mansalva y se fugaron además 30 internos. En el enfrentamiento de Culiacán perecieron 29 personas, entre ellas 10 militares. Otra semejanza es que, en ambas acciones, sobre todo en Culiacán, los grupos criminales mostraron un fuerte poder para desestabilizar a la población movilizando grupos de gente armada, robando e incendiando vehículos, atacando locales comerciales.
Hasta ahí las proximidades entre los acontecimientos de Juárez y Culiacán. Pero hay riesgo de confundirse, si no se consideran las diferencias significativas en las acciones del domingo y del jueves negros:
La iniciativa de la acción: en Ciudad Juárez, la fuga de reos fue planeada y conducida desde dentro del penal por El Neto y sus cómplices. Un grupo de sicarios irrumpió en la prisión, rafagueando a diestra y siniestra para dar escape a Los Mexicles. La fiscalía del estado, encargada del Cereso 3, reaccionó tardíamente y sólo se controló el motín cuando llegaron la Guardia Nacional y el Ejército. En cambio, la acción de Culiacán que culminó en la captura de Ovidio fue planeada cuidadosamente por las fuerzas federales: Ejército, Guardia Nacional y Marina. La llevaron a cabo entre semana, en temporada de vacaciones donde aún no recomenzaba la movilización de escolares. En Juárez los sicarios fueron proactivos y las fuerzas del orden reactivas: en Culiacán, las fuerzas federales, proactivas y los delincuentes, reactivos.
El motín del Cereso 3 de Juárez pudo evitarse y con él su saldo de sangre y muerte. Desde el jueves negro 11 de agosto, fecha del anterior motín, la fiscalía general del estado se enteró del control que los reclusos ejercían sobre el penal. Incluso en un sólido reportaje de Itzel Ramírez para La Verdad de Juárez, “Cereso de Juárez, el penal donde gobiernan los reos” (https://bit.ly/3pBzAXL), se dieron claras pruebas de ello. Las autoridades no hicieron nada al respecto. Esto fue revelado por el secretario de la Defensa en la mañanera del 3 de enero al revelar que en el penal había 10 celdas VIP dotadas de todas las comodidades, incluyendo jacuzzi, armas largas, drogas y una caja fuerte con un millón 700 mil pesos en efectivo. Tamaño elefante nunca fue percibido por la fiscalía de Chihuahua. Además, desde agosto varios medios señalaron que el grupo que administró los penales chihuahuenses entre 2010 y 2016 retomó el control y regentea la venta de permisos, drogas, alcohol y prostitución en los centros penitenciarios. ¿Omisiones, negligencia irresponsable o complicidad?
Los resultados de las acciones fueron también muy diferentes: en Culiacán las fuerzas federales lograron capturar a Ovidio Guzmán, uno de los más importantes capos de la exportación de fentanilo a Estados Unidos. Esto es un logro significativo en el combate al comercio de esta droga, pues se da el mensaje de que no se permitirá la impunidad y de que no hay tal acuerdo tácito entre el gobierno federal y el cártel de El Chapo. Es un avance indudable, sin descartar que luego se producirá una sangrienta lucha intestina por el control de la exportación de esta mortal droga sintética.
Por su parte, Los Mexicles lograron su propósito de hacer que se fugara buen número de ellos y su líder El Neto e infundir terror en la población. Posteriormente, el jueves 5, en un raro operativo, se localizó a El Neto y fue gravemente herido en la persecución que se desató para luego fallecer en la camioneta en que se le conducía a la fiscalía y no a recibir servicios médicos. La fiscalía general de Chihuahua sigue dando traspiés: ha cambiado varias veces la lista de reos fugados y dice que logró la recaptura de cuatro: dos vivos y dos muertos, y no convence su narrativa de la muerte de El Neto. En tanto, varias voces de la sociedad juarense afirman que la fuga de los reos, los privilegios en el penal y las inconsistencias en la información de la fiscalía demuestran una “descarada complicidad o una criminal ineptitud”. (https://bit.ly/3k6dGMP).
Aunque muy costosas en sangre y en vidas, las dos acciones tienen significados muy diferentes: la de Juárez revela que la corrupción y la ineficacia de las autoridades es gasolina al fuego de la delincuencia. La de Culiacán revela que el “abrazos no balazos” no es absoluto, que cuando los abrazos no funcionan, hay que tirar balazos, pero con estrategia y sin corrupción.