Justicia ciudadana

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Por Lydia Cacho

Hay quienes creen que la justicia ciudadana es salir a la calle con armas y obtener venganza en el marco de la ilegalidad. El argumento que sostienen estos vengadores es que como el Estado es incapaz de hacer su trabajo, ellos toman la justicia, aunque yo le llamaría la revancha, por su propia mano. Sin embargo, hay otro tipo de personas, hombres y mujeres que han entendido cómo utilizar sus habilidades para forzar a la autoridad a hacer su trabajo. Tal es el caso de Rehtaeh y Anonymous.

La primera es una chica canadiense que, como miles de adolescentes de 15 años, escapó a un bar con sus amistades y cuatro jóvenes decidieron violarla tumultuariamente. Como ya es costumbre en el mundo cibercomunicado, los violadores tomaron fotografías y las compartieron. La joven denunció los hechos ante la Policía Real Montada de Canadá (RCMP por sus siglas en inglés), lo que siguió para Rehtaeh fue una pesadilla. Los chicos que la violaron iniciaron una campaña de bullying y amenazas con humillaciones de todo tipo, de tal forma que en la escuela comenzaron a culparla de la violación y a acosarla sexualmente, toda su clase sabía lo que sucedía. Ni las autoridades policíacas ni las de la propia escuela movieron un dedo, insistían en que no había suficiente evidencia para creerle a la joven, a pesar de tener las fotografías en el celular de un chico. Hasta que, después de casi dos años de infierno, intentó suicidarse. Aunque sus padres la encontraron y recibió atención médica, la chica finalmente murió hace unos días.

Entonces, Anonymous, el grupo mundial de hackers por la justicia, se indignó y envió un llamado por las redes sociales. En dos horas –sí, dos– resolvió el caso. Lo que la policía no pudo hacer en dos años lo logró Anonymous en 120 minutos lanzando a las redes sociales las preguntas adecuadas y haciendo una búsqueda de las fototografías de la violación. Les llegaron miles de testimonios, evidencia y propuestas de chicas y chicos dispuestos a declarar. La red de hackers armó un expediente sólido, además de demostrar que en la Internet del colegio circulaba libremente pornografía infantil y adolescente. Y que la policía no había investigado.

La lección del caso de Rehtaeh Parsons aplica a todo el mundo, no sólo a Canadá.

Ha sido demostrado reiteradamente que el ciberespacio puede ser un sitio de confusión y malos manejos, y que la dinámica de millones de personas ha cambiado radicalmente en la última década. Una y otra vez se evidencia el creciente flujo de pornografía infantil y juvenil, que, en general, tanto autoridades como padres y madres de familias y escuelas ignoran. Paralelamente tenemos a miles de personas como las y los miembros de Anonymous colaborando en la limpieza de las redes, por la libertad y un uso ético del ciberespacio. En este caso los ciberjusticieros dieron aviso a la autoridad: si no actuaban inmediatamente en el arresto de los violadores, bullies y cómplices del suicidio de su víctima, ellos circularían las fotografías de los jóvenes y el efecto podría ser devastador. La madre de Rehtaeh, en un acto de ecuanimidad tremendo, les pidió que no lo hicieran, quiere justicia no venganza. Los jóvenes de entre 17 y 18 años enfrentarán a la corte muy pronto.

Hace unas semanas hablaba en mi columna sobre los sicarios que utilizan Facebook para narrar sus hazañas y comunicarse con sus cómplices en México y América Central. Si nosotras pudimos ubicarlos estoy segura de que las autoridades también pueden, la pregunta es por qué no lo hacen. Anonymous comentó en las redes sociales que la impunidad educa a los jóvenes para pensar que la violación no será castigada; es un delito y debe ser penalizado, insistieron, la ineficacia de la policía pone en mayor riesgo a las jóvenes.

Muchas son las lecciones que deja este caso. Una de ellas es que en este nuevo orden de cosas los que violan a niñas y adolescentes fuera y dentro de las escuelas llevan esa violencia sexual como un trofeo a las redes sociales. Los testimonios de un centenar de estudiantes lo demuestran: adultos y  estudiantes escucharon a los chicos presumir abiertamente de haber violado a la chica. Este es un tema urgente para discutirse de manera puntual en las escuelas, y un recordatorio de cómo una buena ciberpolicía puede resolver un caso en dos horas. Las investigaciones profesionales son parte nodal de la prevención del delito.

En una declaración desgarradora el padre de Rehtaeh dijo “mi hija no murió por el bulliyng, sino por la decepción del abandono de sus compañeros de escuela, profesores y policía. Todos los sabían, nadie la ayudó a tiempo, nadie se tomó en serio la violación”.

@lydiacachosi

 

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